En el tercer y último debate electoral entre Barack Obama y Mitt Romney, dedicado a la política exterior, hubo dos grandes y clamorosas ausencias, aunque no las únicas: la UE y América Latina. Éstas dos grandes aéreas geográficas y estratégicas, de gran trascendencia potencial para EEUU, comenzando por lo que implica la relación transatlántica en su sentido más amplio, fueron opacadas por el peso de China, Oriente Medio y o el terrorismo internacional, algunos de los temas más candentes de la agenda global. Se trata de aquellos temas que por diversas circunstancias (amenazas a la seguridad interior, competencia con la economía nacional) son los que más pueden interesar al ciudadano medio norteamericano en una coyuntura electoral como la presente.
En relación a América Latina, es posible decir que ésta pudo salvar la honra durante el debate gracias a una alusión pasajera del aspirante Romney acerca de la gran oportunidad económica que implica la región para el mercado de EEUU, especialmente si se la compara con China. Pero esto fue prácticamente todo, e incluso durante la campaña, sumada la contienda por las elecciones primarias dentro del Partido Republicano, las alusiones a América Latina fueron prácticamente nulas, salvo en un par de cuestiones vinculadas a la agenda particular del Tea Party, como pueden ser las migraciones, Cuba o la respuesta a dar frente al fenómeno chavista.
Ahora bien, la ausencia de América Latina durante la campaña no implica que el nuevo presidente norteamericano, sea Obama o sea Romney, no tendrá que hacer frente a una serie importante de cuestiones vinculadas a América Latina, algunas mucho más relacionadas con la política interna, otras con la seguridad nacional y energética y otras con la política exterior en su sentido más amplio. La principal diferencia radica en el hecho de que en sus cuatro años de gestión Obama conoce los temas de la agenda hemisférica y ha dado respuesta a las mismas, mientras que Romney no sólo desconoce la mayor parte de los problemas sino que hasta ahora sus respuestas han sido bastante ideologizadas o han estado marcadas por la opinión de sus estrategas de campaña, muy sensibles tanto a los sectores más radicales de su electorado como a los grupos más beligerantes del exilio cubano.
Desde esta perspectiva es lógico considerar que aquellos temas más próximos al electorado, o que tenían un mayor interés mediático, estuvieron más presentes durante las primarias, en la campaña posterior y en los tres debates presidenciales. Esto ha ocurrido con el problema migratorio, cuyas repercusiones afectan de forma mayoritaria a la población hispana. En este punto la discusión se ha centrado en dos cuestiones. Por un lado, la dura y restrictiva ley migratoria de Arizona y la posibilidad de hacerla extensiva a otros estados o al conjunto de la nación, como sugirió Romney durante las primarias; por el otro, la Dream Act, aprobado por Obama, que permite legalizar a cientos de miles de jóvenes indocumentados, en su gran mayoría de origen hispano, y que Romney en su momento amenazó con derogar.
Las implicaciones del debate en ambos temas supera el problema específicamente migratorio y se proyecta al mayor o menor interés por la conquista del voto hispano, que puede ser clave en numerosos estados. Mientras Obama ha dedicado importantes esfuerzos al dirigirse a un colectivo que lo ve con buenos ojos, pese a algunas reticencias, Romney, entrampado en la retórica antimigratoria del Tea Party, poco ha podido hacer en este sentido, aunque ya entrado en la campaña frente a Obama haya moderado su mensaje respecto a los hispanos. Con todo, el principal problema de esta minoría (o minorías) frente a la elección no reside tanto en el porcentaje de apoyo que tienen Obama y los demócratas, sino en el número que se ha registrado y que hará uso de su derecho de voto.
En el frente migratorio, muy relacionado con la tendencia al fuerte crecimiento de la población hispana en EEUU, hay que tener presente el cambio de orientación en lo referente a la relación bilateral con México y al retorno a su país de origen de numerosos migrantes mexicanos, en una cantidad que ya ha superado a las nuevas llegadas en los dos últimos años. No se sabe aún si estamos frente a una situación coyuntural o a un cambio de tendencia, pero de consolidarse el número de retornos la discusión migratoria se daría sobre nuevas premisas, especialmente en lo que a México se refiere pero no a los centroamericanos o los sudamericanos. De todos modos se trata de un fenómeno interesante que afectará la dinámica de constante crecimiento sufrida por la población hispana en las últimas décadas.
Siempre en lo referente a las cuestiones migratorias hay un punto todavía más conflictivo que el anterior que debe vincularse necesariamente a la nueva legislación cubana sobre la materia. Las mayores facilidades otorgadas por el gobierno de Raúl Castro para salir del país, incluso por períodos temporales (no mayores de dos años), pese a las restricciones impuestas a algunos colectivos determinados, incidirá sin duda alguna en el debate cubano estadounidense y, muy especialmente, en EEUU.
En la política norteamericana se hablará mucho a partir de ahora sobre las condiciones en que podrán realizarse las migraciones de cubanos (¿se mantendrán los beneficios a quienes se escapan ilegalmente de Cuba y llegan a las costas de EEUU?) y también sobre las sanciones y restricciones impuestas a Cuba y la movilidad de los cubanos para poder viajar a su país de origen. Lo que ha quedado claro en este sentido es que Raúl Castro no ha esperado a conocer el resultado de las elecciones presidenciales ni la identidad del nuevo inquilino de la Casa Blanca para impulsar su reforma migratoria, que de prosperar afectará de modo directo el comportamiento del exilio de Miami, especialmente de sus sectores más recalcitrantes.
El narcotráfico y el combate que se libra en México y América Central es otro factor de preocupación para la seguridad interior de EEUU. La llegada de Enrique Peña Nieto a la presidencia de México va a cambiar el eje de la forma en que se reprimía el problema bajo el gobierno de Felipe Calderón. EEUU tendrá que moverse con extrema cautela en este terreno, que enfrenta a los sectores más aperturistas del PRI con los más tradicionales. Con todo, la cuestión no afecta sólo a la relación bilateral con México ni al cuidado de la frontera sur, sino también a América Central, dada la penetración creciente de los cárteles de la droga en países como Honduras, Guatemala e incluso El Salvador.
Desde el final de la Administración Bush se había optado por rebajar el nivel dialéctico de confrontación con Venezuela y los demás países bolivarianos, a los que ahora hay que sumar a Argentina, cada vez más alineada con las posturas del eje Caracas-La Habana. Esta postura se mantuvo con la Administración Obama, pero podría verse afectada en relación al ganador de las próximas elecciones. De imponerse Romney es posible que se concrete una escalada verbal contra Chávez y sus socios más cercanos.
Hay en este punto una cuestión que tendrá una creciente trascendencia futura y se vincula a la seguridad energética. Las importaciones de combustible del hemisferio americano son una de las claves de la política norteamericana en el sector. Los descubrimientos de nuevos yacimientos (desde el presal brasileño al golfo de México), así como la importancia creciente de gas y petróleo no convencionales en la región tienden a revalorizar el papel de la cuenca del Atlántico como productor y exportador de hidrocarburos. Si no quiere perder potenciales proveedores el gobierno de EEUU tendrá que comenzar a darse políticas adecuadas en esta dirección.
Pese a no haberse manifestado ni en la campaña ni durante los debates, hay una serie de temas que afectan a la naturaleza de la relación hemisférica que deberán ser objeto de atención prioritaria en la nueva Administración. Para comenzar, la naturaleza de la relación misma, el papel de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la presencia de Cuba. América Latina no estuvo presente en la campaña, pero indudablemente lo estará entre las preocupaciones del nuevo gobierno, dada la naturaleza de muchos de los problemas que están en la agenda y que quedan sin resolver. Será interesante ver cómo se comportará el nuevo inquilino de la Casa Blanca en la próxima Cumbre de las Américas a celebrar en 2015 en Panamá.