Tras revisar el comunicado conjunto publicado por China y Rusia el pasado 4 de febrero, numerosas voces alertaron de su uso torticero del lenguaje. El texto está plagado de referencias a la democracia, los derechos humanos, el derecho internacional y el multilateralismo. Algunas intentan redefinir estos conceptos y otras chocan con el comportamiento de los gobiernos de China y Rusia dentro y fuera de sus fronteras. En menos de tres semanas, esas contradicciones se manifestaron dramáticamente con el reconocimiento de la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk por parte de Rusia, y su posterior invasión de Ucrania.
La respuesta de la diplomacia china a la agresión rusa también está evidenciando estas incongruencias. El 25 de febrero, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, expuso la posición oficial de China sobre el “actual asunto de Ucrania”, que se resume en cinco puntos. Según el primero, China respeta la soberanía y la integridad territorial de todos los países, incluyendo Ucrania. Esto sería consistente con el hecho de que Pekín no reconoce la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, del mismo modo que no reconoció en su momento la anexión rusa de Crimea. Sin embargo, puntos posteriores apuntan a que el gobierno chino no parece reconocer el derecho soberano de Ucrania a decidir sobre su propia política de defensa, ni condena la invasión de su territorio por parte de Rusia.
El segundo punto recoge el principio de seguridad común, comprensiva, cooperativa y sostenible presentado por Xi Jiping en la sede de Naciones Unidas de Ginebra en 2017. La aplicación que hace China de este principio a la crisis en Ucrania está alineada con la que hace el Kremlin del principio de seguridad indivisible, rechazando la expansión de alianzas militares como mecanismo para aumentar la seguridad de un Estado, por el deterioro que podría causar ese movimiento en la seguridad de otros. Aquí, la crítica a las “cinco rondas de expansión de la OTAN hacia el Este” es explícita, y se aboga por que las legítimas demandas de seguridad de Rusia sean abordadas convenientemente. Sin embargo, no hay ni una sola mención a las preocupaciones de seguridad de Ucrania. Eso iría en la línea de las declaraciones realizadas por la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Hua Chunying el 24 de febrero, apuntado a Estados Unidos como el culpable de “iniciar el fuego y avivar las llamas” en Ucrania, vulnerando los acuerdos de Minsk al enviar armamento al gobierno de Zelenski, y contraponiendo la actitud responsable de China de no involucrarse militarmente en el conflicto.
En el tercer punto China pide, de forma equidistante, mesura a todas las partes para que se autocontengan y eviten así el deterioro de la situación, enfatizando la importancia de garantizar la vida y la propiedad de la población civil, de forma que se evite una crisis humanitaria a gran escala. La diplomacia china ni condena ni califica negativamente la intervención militar rusa sobre Ucrania, a la que denomina como una “misión militar especial”, adoptando la narrativa oficial rusa y alabando implícitamente la contención del ejército ruso al haber renunciado a utilizar misiles, aviación y artillería contra ciudades ucranianas. Esto es consistente con su abstención en el Consejo de Seguridad el 25 de febrero a la resolución que pretendía condenar la invasión rusa de Ucrania y que, como era esperable, fue vetada por Moscú.
En el cuarto punto China se presenta como un actor internacional constructivo, favorable a cualquier esfuerzo diplomático orientado a resolver la “crisis de Ucrania” y, más específicamente, las conversaciones directas entre Kyiv y Moscú. Aquí se sugiere que Ucrania no debería ser una frontera entre dos bloques, y que la Unión Europea y Rusia deberían renegociar su relación de seguridad en términos de igualdad dejando al margen a Estados Unidos, para que así puedan formar un mecanismo de seguridad equilibrado, efectivo y sostenible. Este planteamiento no tiene visos de materializarse pues, al menos por el momento, el ataque de Putin contra Ucrania está reforzando el papel de Estados Unidos en la seguridad de Europa. Además, un repliegue norteamericano en Europa no tendría que servir necesariamente de preludio para un movimiento similar en Asia-Pacífico, como desea Pekín, sino que podría aumentar la capacidad de EEUU de movilizar recursos disponibles frente a China disponible. De hecho, en Estados Unidos son muchas las voces que llevan tiempo abogando por ello, al identificar a China, en vez de a Rusia, como la principal amenaza para la hegemonía estadounidense.
Por último, el quinto punto presenta a China como una potencia responsable dentro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que lo concibe como una institución orientada a garantizar la estabilidad internacional y no como un instrumento al servicio de sus intereses particulares. Además, da a entender que no tiene intención de apoyar resoluciones que impliquen la imposición de sanciones o la justificación del uso de la fuerza. De esta forma da oxígeno diplomático a Rusia, que en cualquier caso siempre vetaría cualquier propuesta de resolución contra ella, pretendiendo ejercer un cierto efecto disuasorio sobre la eventual presentación de este tipo de resoluciones por parte de otros países.
El párrafo final de ese texto es, probablemente, el que ilustra de forma más nítida las contradicciones en las que incurre China al apoyar a Rusia y presentarse como un “gran país responsable” que “se opone firmemente a todas las hegemonías y a la política del poder”. Esta narrativa puede que ya sonara hueca en gran parte de Occidente, donde la imagen de China se ha deteriorado mucho en los últimos dos años, pero sin duda se hundirá más si la situación en Ucrania se deteriora y China es percibida como un socio de Rusia en este proceso.
Además, las autoridades chinas son conscientes de que pueden perder popularidad, tanto doméstica como en los países en vías de desarrollo, por las evidentes tensiones existentes entre su apoyo a Rusia en Ucrania y algunos de los principios normativos que tradicionalmente han regido su política exterior. En particular, los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica: respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial; la no agresión mutua; la no interferencia en los asuntos internos de otros países; igualdad y beneficio mutuo; y la coexistencia pacífica. De ahí que los medios chinos estén dando una limitada cobertura de la invasión rusa de Ucrania, muy alejada de la que brindaron de las invasiones de Afganistán y de Irak por parte de Estados Unidos y sus aliados; y que el comunicado oficial sobre la posición oficial de China hacia la situación actual en Ucrania termine señalando: “Continuaremos oponiéndonos con firmeza a todas las hegemonías y políticas de poder, y defendiendo resueltamente los derechos e intereses legítimos de los países en desarrollo, especialmente los países pequeños y medianos”.
Estas contradicciones apuntan a que la posición de China podría ir ajustándose a medida que evolucione la situación en Ucrania, las sanciones a Rusia y posibles presiones desde Occidente para limitar el apoyo de Xi a Putin.
Imagen: El ministro de asuntos exteriores chino Wang Yi visita Viena. Foto: Mahmoud (Bundesministerium für europäische und internationale Angelegenheiten) (CC BY 2.0)