Sin duda, se puede afirmar que ninguna elección celebrada con anterioridad en la República Federal Alemana provocó tanto debate y expectativas en el exterior como las elecciones al Bundestag del próximo día 22 de septiembre. Desde diferentes capitales europeas se considera que, sea cual sea el resultado, éste tendrá un impacto decisivo en la política europea del gobierno federal que podría redefinir su posición entre la austeridad y el estímulo al crecimiento. Por lo menos, se espera que el nuevo gobierno de Alemania asuma un papel más proactivo y menos titubeante y reticente en el debate sobre la reforma institucional de la UE que el que ha adoptado en los últimos meses, por ejemplo en lo que se refiere a la Unión Bancaria. Las expectativas son muy altas –demasiadas–, por lo que muy probablemente habrá decepción. Porque estas elecciones determinan la composición de un parlamento nacional y, por consiguiente, la campaña electoral y los programas se centran en temas internos donde el electorado decide su voto según su afinidad con un partido concreto o, en un porcentaje cada vez mayor, según su percepción sobre un candidato que pueda ofrecer la mejor solución para los problemas concretos a nivel doméstico. Y estos problemas específicos de Alemania son hoy distintos a los generales de la UE o a los de otros países miembros. Mas del 70% de los alemanes considera la situación económica como buena o muy buena, y los datos económicos les dan la razón: Alemania ha tenido el mayor crecimiento de la UE en el segundo trimestre, el desempleo alcanza actualmente los niveles más bajos de los últimos años, el país tiene un superávit en el primer semestre y el fantasma de la inflación no se ha materializado. No obstante, también hay problemas. En este sentido, la campaña electoral, muy personalizada en los dos candidatos, Merkel y Steinbrück, se concentra en cuestiones domésticas, principalmente en el debate sobre la creciente brecha social, el salario mínimo, los contratos precarios, los costes del cambio energético, los crecientes precios del alquiler y las prestaciones sociales, tanto para los parados de larga duración como para los subsidios de cuidado infantil, además de sobre la inmigración, tan necesaria en un país particularmente afectado por el cambio demográfico. El único asunto importante tratado en la campaña con cierta dimensión europea se refiere a los bajos tipos de interés, que encienden las críticas especialmente de los (numerosos) ahorradores.
Por supuesto, la crisis de la UE es un tema que afecta también directamente a Alemania, pero no es considerada como una cuestión que pueda movilizar al electorado (o que no debería ser aprovechada para ganar votos). Con la excepción del recientemente creado partido Alianza para Alemania (AfD), todos los partidos evitan argumentos euroescépticos y reiteran en sus programas electorales su compromiso con la integración europea y su solidaridad con los otros países miembros. Además, durante los últimos años, la mayoría de los partidos ha apoyado la política europea del gobierno Merkel. Cabe recordar que el SPD consiguió aumentar el número de votos en las últimas elecciones celebradas en los distintos Länder, lo que ha cambiado la mayoría en el Bundesrat (la cámara territorial) a su favor. Pero los socialdemócratas –que seguirán dominando la segunda cámara pase lo que pase este domingo– no han usado ese contrapeso como mecanismo del bloqueo. Ni el Bundesrat, dominado por la oposición, ni el Bundestag –lógicamente controlado por el gobierno, aunque siempre haya riesgos de disidencias entre algunos diputados– han dejado de apoyar hasta ahora la política europea de Merkel, ratificando por amplias mayorías los paquetes legislativos “anticrisis” y los programas de rescate.
A pesar de que la política europea sigue siendo, como en anteriores elecciones, una cuestión de segundo rango en la campaña electoral, dentro de este debate la crisis del euro es un tema central sobre el que los partidos políticos asumen posiciones dispares. Aunque no se expresan de manera clara sobre posibles estímulos para el crecimiento (es decir compromisos financieros), existen diferentes propuestas en lo que se refiere a la reducción de la deuda soberana de los países rescatados. Mientras el SPD y los Verdes apoyan el concepto de un fondo para la liquidación de la deuda con el fin de reducir la deuda soberana y la emisión de deuda comunitaria (Eurobonds) para reducir la prima de riesgo en estas economías, el CDU/CSU y el FDP rechazan la emisión de Eurobonos e insisten en la necesidad de continuar con las reformas estructurales que mejoren la competitividad en estos países. Para evitar futuras crisis, la coalición actual demanda un mayor control y una mejor regulación del sistema bancario, la “unión bancaria europea”. El SPD pretende aumentar los fondos propios de los bancos para evitar un nuevo rescate a costa de los contribuyentes. No obstante, el Plan Marshall que había mencionado el candidato del SPD, Steinbrück, sigue sin concretarse. Tampoco la izquierda pide ya la eliminación de la Unión monetaria, sino una política más activa que evite balances comerciales desiguales entre los países miembros. Tradicionalmente existen otros temas en los que los partidos adoptan posiciones opuestas, tales como el alcance del proceso de integración europea y en lo que se refiere al diseño institucional o a políticas concretas, por ejemplo la reforma de la Política Agraria Común. Un caso muy claro es la posición de los partidos sobre la adhesión de Turquía pues, mientras que el CDU/CSU la rechaza, los otros partidos prefieren dejar la opción abierta.
Siguiendo la tendencia de las elecciones de Baviera y según las últimas encuestas de diferentes institutos,[1] el partido de Merkel será el ganador de las elecciones con un 39%-40% (un 6% más con respecto a las elecciones en 2009). El SPD, que ha mejorado ligeramente durante los últimos días, podría llegar al 25%-28%, un resultado que significaría una ligera mejora con respecto a su desastroso resultado en las elecciones anteriores (un 23% en 2009). Los verdes (entre un 9%-12%) y la izquierdista Die Linke (entre un 8%-10%) mantendrían resultados similares a los de 2009. El gran perdedor sería el partido liberal (FDP), que tras el mejor resultado de su historia en las elecciones del año 2009, con un 14,6% (que se basaba en votos prestados del electorado del CDU), perdería entre 9-7 puntos y aún debe temer su posible salida completa del Bundestag si no supera el umbral legal mínimo del 5%. De hecho, el FDP consiguió solamente el 3% de los votos en las elecciones celebradas el domingo pasado en Baviera para el Parlamento del Land. Salvo que haya grandes sorpresas, ninguno de los dos nuevos partidos –ni el euroescéptico Alianza para Alemania (AfD) ni los Piratas– entrarán en el Bundestag, por no pasar esa barrera del 5%.
En lo que se refiere a las preferencias para el o la futura canciller, si se tratase de una elección directa el 49% votaría a la canciller Angela Merkel, lo que supone un 5% menos que en la semana anterior, pero también el candidato del SPD ha perdido 2 puntos de apoyo y llegaría al 32%. Según estas cifras, solamente una coalición entre el CDU/CSU y el SPD tendría una mayoría suficiente y sería también la opción preferida por los alemanes. Según la última encuesta de Infratest, el 47% de los encuestados considera que una gran coalición es una buena opción para Alemania. Un gobierno tripartito, sea de izquierdas con el SPD, los Verdes y Die Linke, o de centro con el CDU/CSU, el FDP y los Verdes, parecen opciones muy poco probables.
Por todo ello, se recomienda no depositar tanta esperanza en las elecciones del próximo domingo, ya que como ha demostrado el ejemplo de las elecciones presidenciales en Francia del año pasado, no resulta tan fácil cambiar el rumbo una vez se está en el gobierno, muy diferente de lo que sucede en la retórica de la campaña electoral.
Ver también: #IEPG. Measuring the global presence of countries (4): Germany. Iliana Olivié and Manuel Gracia.
[1] Sonntagsfrage Bundestagswahl, http://www.wahlrecht.de/umfragen/index.htm.