¿El terrorismo relacionado con al-Qaeda es una amenaza para Egipto?
Egipto es importante en la estrategia de al-Qaeda. No sólo por su centralidad en el mundo árabe, sino porque Ayman al Zawahiri, segundo en la jerarquía de esa estructura terrorista, al igual que otros destacados mandos de la misma, son de origen egipcio y expresan gran hostilidad tanto hacia sus autoridades como hacia la población no musulmana del país. Algunos incidentes ocurridos recientemente –como el atentado del pasado 1 de enero contra una iglesia copta en Alejandría, que causó la muerte a 23 feligreses cristianos locales y heridas a casi un centenar de personas– sugieren la posibilidad de que al-Qaeda estuviese tratando de volver a establecerse en dicho país. Desde el ciclo de atentados ocurrido entre 2004 y 2006, algunos de ellos altamente letales, como los perpetrados en zonas turísticas del Sinaí, centenares de detenciones fueron desmantelando las tramas yihadistas que se habían reconstituido a partir de finales de los noventa. Ello no impide que, como puso de manifiesto un sondeo de opinión pública llevado a cabo en la primavera de 2010 por el acreditado Pew Research Center, hasta un 20% de los musulmanes egipcios mayores de edad perciba favorablemente a al-Qaeda y el 19% tenga una actitud positiva hacia Osama bin Laden.
¿Beneficia o perjudica a al-Qaeda todo lo que está sucediendo en Egipto?
En la medida en que las movilizaciones de protesta en El Cairo y otros lugares de Egipto supongan el inicio de una transición democrática, cabe pensar que las valoraciones positivas de al-Qaeda y Osama bin Laden expresadas por dos de cada diez musulmanes en dicho país, atribuibles en parte a la existencia de un régimen autoritario, tenderá a reducirse y con ello las bases de simpatía o eventual apoyo de que pudiese disfrutar aquella estructura terrorista. En este sentido, adquirirán gran importancia tanto los pronunciamientos como la conducta de los Hermanos Musulmanes, quienes, si bien han optado por una estrategia no violenta, comparten con los yihadistas algunos referentes doctrinales y podrían mostrarse, al menos ocasionalmente, ambivalentes en relación con el terrorismo. Ahora bien, lo que a corto plazo beneficiaría sin duda a al-Qaeda es un desbaratamiento no compensado o un cambio no suficientemente controlado de las actuales estructuras egipcias de seguridad interior. Esto, pese a que muchos egipcios anhelan con razón una inmediata reforma de la policía, muy probablemente proporcionaría a al-Qaeda oportunidades para una actividad terrorista capaz a su vez de incidir gravemente sobre cualquier proceso de cambio político.
¿Y qué ha dicho al-Qaeda sobre las manifestaciones en Egipto o en Túnez?
Apenas iniciado febrero, un destacado dirigente de al-Qaeda, Thirwat Salah Shehatan, en su día fue miembro del directorio de la Yihad Islámica Egipcia, antes de que esta se fusionase con aquella en 2001, emitió un comunicado, disponible en distintos sitios Web de orientación islamista, en el cual hacía un llamamiento a la población egipcia para que derribara al Gobierno de Hosni Mubarak. al-Qaeda en Irak divulgó también a través de Internet, con fecha 8 de febrero, un comunicado en el que, tras afirmar que “el mercado de yihad” se ha abierto en Egipto, al igual que “las puestas del martirio”, insta a los egipcios a no caer en los “engañosos caminos ignorantes” de la democracia y el “nacionalismo pagano”. Las movilizaciones son así enmarcadas en un discurso de orientación yihadista. Pocos días antes, una fatua de Abu Mundhir al Sinqiti, conocido por su afinidad con el salafismo yihadista, declaraba permisible y recomendable la participación de los musulmanes en las protestas sociales de Egipto, al considerarlas como evidencia de un próximo avance en la historia de la nación islámica que compara con el 11 de septiembre. Otro destacado propagandista de esas mismas ideas, Abu Basir al Tartusi, se expresaba en los mismos términos, en su propia página Web, el 3 de febrero. Por su parte, el líder de al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) elogió ya a mediados de enero las manifestaciones en Túnez y Argelia, apelando que los tunecinos enviaran a sus hijos a entrenarse con el grupo para combatir “la batalla decisiva contra judíos y cruzados”. A finales del mismo mes, AQMI instó a los tunecinos a no bajar sus espadas hasta que la sharia fuese instaurada en su país y urgió a otros musulmanes a que hicieran caer otros regímenes calificados como apóstatas.