La agenda política africana de 2019 está plagada de citas electorales. 23 países tendrán elecciones presidenciales, legislativas o locales, y algunos de ellos son suministradores energéticos relevantes. Argelia y Nigeria son los casos más claros, pero también habrá elecciones en otros productores de hidrocarburos, como Camerún (legislativas y locales, pospuestas en 2018), Egipto (locales), Libia (presidenciales y legislativas tras un referéndum) y Mozambique (presidenciales, legislativas y provinciales). Habrá además procesos electorales en otros países clave para la compleja geopolítica regional: Chad, República Democrática del Congo, Mali, Mauritania, Senegal, Sudáfrica y Túnez. Para España, las presidenciales argelinas y nigerianas son sin duda las más importantes. Con datos de CORES, Argelia suministró el 53% de las importaciones españolas de gas en el último año. Nigeria fue el primer suministrador de petróleo y tercero de gas de España en el mismo periodo, sólo por detrás de Argelia y Qatar.
Las presidenciales argelinas se convocaron finalmente a mediados de enero de 2019 para la primavera. Aunque a finales de año surgieron nuevas incertidumbres sobre el proceso, 2018 venía siendo un año pre-electoral relativamente plácido. La elección presidencial había sido abonada con presupuestos expansivos y la fortuna, en forma de subida de precios del crudo, parecía acompañar al quinto mandato del presidente Abdelaziz Buteflika. El círculo presidencial había impulsado medidas importantes, como la destitución de varias figuras prominentes en el ejército, la policía y la judicatura, mientras que en el plano económico y energético el presidente había tomado decisiones populares y afirmado su control sobre el sector energético. La agenda política aparecía despejada y se esperaba que la reelección de Buteflika generase una ventana de oportunidad que permitiera consolidar y avanzar las reformas energéticas y, en general, económicas.
Pero el relato del quinto mandato pareció torcerse a finales de 2018, cuando el anciano presidente apareció ante las cámaras seriamente deteriorado por su enfermedad. Desde ese momento, el debate empezó a girar en torno a la “continuidad”. El segundo escenario, consistente en una sucesión ordenada, tiene dos variantes: la dinástica implica la candidatura de uno de sus dos hermanos, Saïd o Nacer; en la versión orgánica, el sucesor saldría del círculo presidencial pero no familiar. Esta segunda variante se sigue considerando la más probable en caso de que Buteflika renunciase al quinto mandato. El aplazamiento de la elección presidencial fue descartado el 18 de enero de 2019, día en que se convocaron oficialmente las elecciones presidenciales, eliminando la posibilidad de una prórroga de 1 ó 2 años para Buteflika. La convocatoria reduce las incertidumbres sobre la continuidad a si éste concurrirá o renunciará en favor de un sucesor. En cualquiera de los dos casos, el candidato del régimen ganará las elecciones y deberá abordar las reformas económicas que precisa el país, especialmente la nueva ley de hidrocarburos.
Las presidenciales nigerianas de febrero, a las que seguirán las de los gobernadores y parlamentarios en marzo, merecen también la atención española. Nigeria lleva años ganando peso como suministrador energético de España, pese a las dificultades para mantener en su producción petrolera, desde accidentes a sabotajes y ataques a las infraestructuras. Las presidenciales se decidirán entre el presidente Muhammadu Buhari y su exvicepresidente Atiku Abubakar en un ambiente de enfrentamiento, y crece la preocupación sobre el desarrollo del proceso electoral, que en 2001 ya ocasionó centenares de muertos. La desconfianza de la oposición en el propio proceso se produce en una situación difícil: elevados niveles de violencia y criminalidad, Boko Haram en el noreste y enfrentamientos entre agricultores cristianos y pastores musulmanes en el centro.
En el Delta del Níger, donde se sitúa el grueso de las reservas de hidrocarburos, siguen aumentando las tensiones con el gobierno federal, incapaz de limpiar los vertidos de crudo, construir infraestructuras y redistribuir la renta petrolera en la región. El deterioro de la estabilidad política en Nigeria podría generar nuevas dificultades en la producción petrolera del país y dañar las perspectivas de inversión en el sector energético del país. Si a ello se suman las presidenciales argelinas y los demás procesos electorales en ciernes en el resto del continente, parece que el foco de atención político de la seguridad energética española debería empezar a pivotar hacia el sur.