El sector exterior puede desempeñar un papel clave como motor de la recuperación económica para superar la profunda recesión que se ha desatado con motivo de la crisis del COVID-19. El sector exterior ya desempeñó un papel de este tipo a raíz de la crisis económica que estalló en 2008. Pero para ello será importante contar con un marco adecuado, un marco que favorezca las exportaciones y las inversiones extranjeras.
En el siguiente gráfico podemos ver la evolución del PIB en las últimas dos décadas, y la contribución que han tenido en la misma la demanda nacional y la demanda externa. En el gráfico podemos ver cómo entre 2008 y 2013 la contribución de la demanda nacional al crecimiento del PIB fue negativa. La demanda externa, por el contrario, tuvo durante este periodo contribuciones positivas al crecimiento económico, que compensaron parcialmente el efecto negativo de la demanda interna. En 2009, 2011 y 2012 la demanda exterior aportó más de dos puntos al crecimiento económico (el PIB registró a pesar de ello tasas de crecimiento negativas, porque lo que restó la demanda interna fue superior).
Un contexto internacional difícil
La economía española está entrando en una recesión que puede ser intensa y duradera.
Existen incertidumbres muy importantes. La más importante se refiere a la coyuntura internacional, que sufre también una intensa recesión. Para exportar más es necesario, además de ser competitivos y hacer un esfuerzo comercial, que haya compradores. Para captar inversiones extranjeras es necesario, además de ofrecer ventajas por el marco de negocios, la localización, el tamaño del mercado, que haya empresas extranjeras con una situación saneada con fondos para invertir.
Se anuncia una recesión económica de una enorme intensidad. El Fondo Monetario Internacional acaba de actualizar sus previsiones: la economía mundial se contraerá un 3% en 2020. La recesión será especialmente acusada en los países avanzados (a los que se dirigen las tres cuartas partes de las exportaciones españolas), en los que la caída prevista del PIB es del 6,1%.
La Organización Mundial de Comercio acaba de publicar unas previsiones según las cuales las perturbaciones causadas por el COVID-19 van a provocar en 2020 una caída del comercio internacional de entre el 13 y el 32%. Por su parte, la UNCTAD también ha actualizado hace poco sus previsiones sobre los flujos de inversiones extranjeras directas en el mundo, que podrían caer entre un 30 y un 40% en 2020-2021.
Cambios en la globalización
Por otra parte, a más largo plazo, existen también importantes incertidumbres sobre los cambios que la actual crisis puede ocasionar sobre la estructura de la globalización y sobre el funcionamiento en general de las economías (como el previsible aumento del teletrabajo, la digitalización, la inteligencia artificial, etcétera). Son muchos los que pronostican que el COVID-19 dará un renovado impulso al proceso de desglobalización que se percibe desde hace algunos años. Las cadenas globales de valor pueden retroceder, en la medida que las empresas se replanteen los riesgos que supone depender de suministros procedentes de localizaciones geográficas alejadas.
En algunos aspectos estos cambios pueden ser beneficiosos para España. Ya desde hace algún tiempo ha surgido una tendencia hacia la producción en proximidad, es decir la localización de los procesos de producción de forma “regional”: los centros productivos no se sitúan necesariamente en el mismo país, pero sí en países próximos los unos a los otros. Por su pertenencia a la UE, este fenómeno puede, por ejemplo, favorecer a España.
El contexto va a ser por tanto incierto y difícil. Pero es lo que hay…
De lo que sí estoy convencido es de que el tejido empresarial español está preparado para obtener el mejor rendimiento posible de los mercados exteriores. Los protagonistas de la exportación son las empresas. España cuenta con empresas muy competitivas, líderes en innovación, que ya han demostrado con creces su capacidad para operar con éxito en los mercados internacionales.
Se trata sobre todo de empresas medianas y grandes. El perfil de las empresas exportadoras españolas se caracteriza, como es bien sabido, por una fuerte dualidad, es decir, por la coexistencia de una amplia masa de empresas que exportan muy poco y de forma irregular, junto a un grupo, mucho más reducido, de empresas que exportan de forma regular y que concentran el grueso de la exportación. Se ha generado un cierto mito acerca de que el gran boom de la exportación española de los últimos tiempos ha estado protagonizado por la pequeña y la mediana empresa. Es un mito sin fundamento. La exportación española se caracteriza por un fuerte grado de concentración empresarial. En 2019 exportaron algo más de 200.000 operadores. Pues bien: el 67% del total exportado correspondió a sólo 1.000 empresas.
Y también está preparada la “maquinaria” en la que se tienen que apoyar las empresas. El pasado 13 de abril, en un seminario web organizado por el Club de Exportadores e Inversores Españoles e Iberglobal sobre financiación del comercio exterior, Ignacio Ramiro, responsable de crédito a la exportación en Deutsche Bank España, señalaba un hecho que me parece muy destacable: en las últimas semanas de confinamiento, de aparente paralización de la actividad económica, las instituciones públicas (ICO, CESCE) y privadas (los bancos) que operan en las actividades de internacionalización han seguido funcionando de manera prácticamente normal: estudiando y aprobando operaciones, reaccionando a las nuevas circunstancias y estableciendo líneas especiales de cobertura para afrontar situaciones creadas por la crisis del COVID-19, etcétera.
Apoyar a las empresas
¿Qué se puede hacer para apoyar la internacionalización de la economía española, tanto desde el punto de vista de las exportaciones como de la captación de inversiones extranjeras?
Hay una serie de aspectos que son bien conocidos y que han sido mencionados tradicionalmente por las empresas españolas y las empresas extranjeras implantadas en España: una mayor flexibilidad en los instrumentos de apoyo a la internacionalización, la estabilidad del marco regulatorio, la mejora de la burocracia, la agilidad del sistema judicial.
En los últimos tiempos no han desempeñado ciertamente un papel positivo determinadas declaraciones que se pueden interpretar como hostiles hacia las empresas, o que siembran dudas sobre su comportamiento, su ética. Lo mismo puede decirse de declaraciones que parecen abrir la puerta a posibles nacionalizaciones, intervenciones del sistema económico, que entran en abierta contradicción con las pautas del contexto (la Unión Europea, los países occidentales) al que pertenece España.
Este tipo de discurso no contribuye a crear una imagen favorable cara a las inversiones extranjeras, y puede sembrar incertidumbres entre las empresas españolas, con las consecuencias que ello puede tener sobre sus decisiones de inversión.
En conclusión: para salir de la crisis económica el sector exterior puede contribuir de forma importante. Y para ello es necesario una política y una actitud de apoyo a las empresas españolas, que van a ser las grandes protagonistas de los avances en la internacionalización.