¿Por qué la Comisión Europea acaba de lanzar un programa buque insignia (flagship) de casi 12 millones de euros para investigar sobre la tecnología 6G, cuando a día de hoy todavía ni se ha desplegado el 5G en todos los Estados miembros, ni su grado de penetración es alto? La respuesta es la siguiente: la Unión Europea busca enmendar los errores del pasado a través de la anticipación.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya lo señalaba en septiembre de 2020 durante su discurso en el Debate sobre el Estado de la Unión: Europa ha sido demasiado lenta (en aprovechar el potencial de los datos, decía; pero también lo hemos sido en otras aplicaciones, tecnologías e infraestructuras). Casual o no, en ese mismo mes se publicaba el primer Informe de Prospectiva de la Unión Europea, uno de cuyos pilares está dedicado en su totalidad a la necesidad de diversificar las capacidades tecnológicas; reducir la dependencia de terceros; y garantizar que estas capacidades sean sostenibles en el tiempo, ambientalmente y que tengan un impacto elevado en las condiciones económicas y sociales de la población.
HEXA-X: un proyecto de 2021 con vistas a 2030 y adelante
Así, el 1 de enero de 2021 arrancaba el proyecto europeo HEXA-X, una iniciativa que pretende impulsar el liderazgo europeo en la tecnología móvil de sexta generación, o 6G. En tanto que “buque insignia” (flagship), este proyecto tractor busca ser el “paraguas” para que, una vez dé los resultados esperados, sea capaz de extenderse a lo largo y ancho de toda una serie de políticas públicas. El objetivo es aprovechar su potencial a partir de 2030 para abordar la eficiencia energética, la inclusión digital, o la adaptabilidad de sectores como el sanitario o la seguridad interna. Junto a esta pizca de realismo y de anticipación, el tercer componente de HEXA-X es que este proyecto estará compuesto de empresas y centros de investigación, todos ellos europeos, bajo la coordinación de la empresa finlandesa Nokia. A ella le acompañarán la empresa sueca Ericsson, la alemana Siemens, los operadores Telefónica (España), Orange (Francia), Telecom Italia, y centros de investigación de la Universidad Carlos III de Madrid, Aalto University (Finlandia) y de las italianas Pisa y Torino.
Que un proyecto europeo de investigación e innovación se forme a partir de un consorcio es algo habitual. Lo llamativo de HEXA-X es que sea Nokia quien lidere el proyecto, y de cerca le siga Ericsson. En los últimos años, estas dos empresas europeas habían declarado en más de una ocasión que se sentían desplazadas y olvidadas en las negociaciones comunitarias sobre 5G y que, si la Unión Europea realmente quería asegurar su soberanía estratégica, debía dejar de poner el foco en la narrativa geopolítica de la rivalidad China-EEUU y las cuestiones de seguridad nacional en 5G EU Toolbox que ofrecen en territorio europeo, para pasar más bien a fomentar principios de coherencia interna y de fortalecimiento endógeno en donde las propias empresas europeas fueran incentivadas a trabajar conjuntamente para su ciudadanía, con precios competitivos, y con una armonización entre Estados miembros con mayores garantías desde el principio, y menos retrasos en la implementación (que es lo que está ocurriendo actualmente con el 5G). HEXA-X puede ser un paso adelante en este sentido.
Transformaciones para 2030
He aquí el trabajo de anticipación en capacidades y en escenarios. A fecha de 2021, la tecnología 5G no está totalmente desplegada ni en todos los Estados miembros (sólo 24 de los 27, a excepción de Chipre, Lituania, Malta y Portugal) ni en su máximo potencial en sectores, regiones y procesos (por ejemplo, España lidera proyectos piloto en 5G para Ciudades Inteligentes, pero la brecha con lo rural sigue siendo un reto a abordar). El objetivo de este nuevo proyecto en 6G es tanto investigar como sentar las bases de políticas públicas en las que la autonomía estratégica europea para lo tecnológico y lo digital deberán basarse en los próximos para no volver a perder el tren. Primero, la centralización de estos proyectos tecnológicos en el Estado (toma de decisiones, control, evaluación), con un apoyo en el sector privado europeo para su desarrollo e implementación. De ahí que un pilar importante de HEXA-X sea el B2G (Business-to-Government) de empresas europeas a gobiernos europeos. Esto genera lazos de confianza y garantía de aprovisionamiento de servicios, capacidades o materia prima crítica en el largo plazo, evitando las fluctuaciones de las relaciones externas de la UE con otros países o regiones.
Segundo, trabajar en 2021 para un objetivo de 2030, que no es del todo sencillo, es buscar garantizar la coherencia interna de las políticas públicas de la UE y de sus Estados miembros. Cuando hablamos de soberanía tecnológica, el cariz geopolítico es necesario, pero no es la única capa a tener en cuenta. La soberanía tecnológica tiene que ver con el hecho de que la tecnología 6G, si se desarrolla y capacita la localización y detección de alta frecuencia y resolución, o la creación de una macro-red de redes donde fuentes de datos estén todavía más interconectadas e interoperables, permitiría acelerar acciones como Ciudades Inteligentes o la lucha contra la despoblación rural; reestructurar los propios fondos europeos dirigidos a políticas específicas (como los Fondos de Cohesión) hacia nuevas direcciones y objetivos; ahondar en los avances de la inteligencia artificial para sectores que van desde el judicial y policial hasta la concesión de ayudas sociales; y reducir la dependencia externa y aumentar la diversificación de capacidades, como se espera para el escenario 2030 y 2050.
Retos de la gobernanza anticipatoria en la UE
Ahora bien, no es oro todo lo que reluce. El presupuesto de 12 millones de euros para la investigación en 6G sigue siendo una cantidad modesta, si la comparamos con los 70 millones de euros que la UE invirtió sólo en junio de 2020 para lanzar 11 nuevos proyectos piloto orientados a crear ecosistemas de 5G en Europa sobre movilidad transfronteriza automatizada e interconectada, y una cadena de valor europea en hardware 5G. La cantidad de 12 millones de euros para HEXA-X es razonable si se tiene en cuenta que es un programa de investigación y, por tanto, no tiene carácter ejecutivo ni de implementación (lo cual aumentaría sus costes). Sin embargo, la investigación podría adquirir mayor éxito y sostenibilidad en el tiempo –más allá de la fecha final del proyecto en 2023– si el presupuesto se aumenta.
El segundo reto es que, en mirada prospectiva, los resultados positivos que pueda dar esta investigación no sean en vano. Para 2030, los fondos de la UE y de los Estados miembros deberán ser suficientemente amplios para, por una parte, garantizar el sostenimiento de los servicios en 5G desplegados hasta entonces, y, por otra , hacer transitar estas infraestructuras y redes hacia la tecnología 6G, sin los mismos obstáculos regulativos, securitarios y políticos a los que el 5G se enfrenta a día de hoy.
El siguiente paso
De la misma forma que la UE empezó a innovar con su programa insignia Quantum –para la computación cuántica– en octubre de 2018, con el Graphene Flagship o el Proyecto Human Brain, el 6G se ha visto como otra tecnología a la que estar a la vanguardia. La oportunidad es evidente. Ahora, el siguiente reto es que este proyecto tractor para 2030 y más allá sea capaz de permear en las políticas públicas de carácter más táctico, en la propia forma de repensar los ecosistemas europeos, y en que sea sostenible en el tiempo, en presupuesto, y en impacto en las condiciones económicas, políticas, medioambientales y sociales de la UE y su población.