Donald Trump les está haciendo un flaco favor a los republicanos con su oposición total y sarcástica a la inmigración y al criticar que otros aspirantes a candidatos de este partido, como Marco Rubio o Jeb Bush, hablen en español en su campaña. Reflejando el acelerado cambio demográfico en EEUU, algunos cálculos muestran que, sea cual sea, el candidato republicano para ganar la Casa Blanca tiene que asegurarse el apoyo de entre el 47% y el 52% del voto hispano, también llamado latino. Además, claro está, de otros sectores como las mujeres, también alienadas por Trump.
El cambio demográfico en EEUU va muy rápido. Se calcula que en 2043 la mitad de su población será de origen étnico o de color, con los latinoamericanos como primera minoría. Su traslación en términos electorales es más lenta, aunque importante, y ya se nota entre la última elección y la siguiente. Para las de 2016 según el Center for American Progress (CAP, un think tank demócrata, de donde provienen esencialmente estos datos) se espera que haya 58,1 millones de hispanos en EEUU, es decir, cinco millones más que en 2012, y que sus mayores de 18 sean el 16% de la población adulta estadounidense. El número de votantes hispanos elegibles, es decir los que se podrían apuntar al censo electoral (pues en EEUU hay que registrarse) será un 13% del total, un 2% más que en las últimas presidenciales. En algunos estados clave, como Florida, pasarán del 17,1% al 20,2%.
No todos los que pueden se apuntan al censo electoral, y de los que lo hacen, muchos acaban no acudiendo a la urna. En 2012 eran 13,7 millones los hispanos registrados, y votaron 11,2 millones en las presidenciales que dieron la victoria por segunda vez a Obama. Aunque en cada elección han acudido en mayores números. Los demócratas se están moviendo rápidamente para fomentarlo. Obama ha tomado decisiones importantes en materia de regularización de inmigrantes. La Casa Blanca ha puesto en marcha un Proyecto sobre los Nuevos Americanos, y está lanzando una campaña de sensibilización al respecto. Y en este mes (15 de septiembre-15 de octubre) del Patrimonio Hispánico Nacional, un centenar de organizaciones ha lanzado una campaña para impulsar a los hispanos a inscribirse en el censo electoral y votar.
Los latinos no votan necesariamente demócrata. De hecho, George W. Bush logró un 44% del voto latino y asiático a escala nacional en 2004, y en Florida un 56% del de los hispanos, pero este último voto cayó al 39% en 2012 ante el discurso anti-inmigración y anti regularización de los republicanos. Estos lo entendieron y lo cambiaron para las elecciones a mitad de mandato de 2014, al percatarse de la necesidad de atraer ese electorado para el que la inmigración es el tema prioritario, especialmente ante los cientos de miles de hispanos que residen en EEUU de forma irregular, y que contribuyen a la economía y a los impuestos.
La movilización electoral entre los latinos está creciendo. En Arizona, Colorado y Nevada el crecimiento del apoyo del voto hispano a los demócratas es notable. Les pueden, por ejemplo, ayudar a recuperar Carolina del Norte, incluso si siguieran perdiendo terreno entre los votantes blancos. Si Trump consigue ser el candidato, perderá entre los hispanos (y otros), y la elección. Si se cae de la lista, Bush o Rubio (u otro u otra logran su propósito) tendrán que reparar sus estropicios.