Xi Jinping y Vladimir Putin no van a acordar la paz en Ucrania

Post03212023 Nunez Xi Jinping y Vladimir Putin no van a acordar la paz en Ucrania

Una cosa es que Ucrania figure en la agenda de Xi Jinping y Vladimir Putin, durante la visita del primero a Moscú, y otra muy distinta es que ese vaya a ser el tema principal en las distintas reuniones previstas entre ambos. Eso no excluye que al final de la visita se anuncie que Pekín pone en marcha una iniciativa para negociar algún tipo de acuerdo entre Kyiv y Moscú. Un anuncio que, si se produce, tendrá mucho más de marketing político a mayor gloria de quienes, sin atisbo de ironía, dicen que están decididos a sumar fuerzas para “defender firmemente un sistema internacional basado en la ONU, promover la multipolaridad en el mundo y la democratización de las relaciones internacionales”, que de intento serio de lograr una paz que hoy, desgraciadamente, aún está muy lejana.

Tras 38 reuniones personales cabe suponer que ambos dirigentes se conocen sobradamente y saben cuáles son los carriles por los que debe transcurrir su relación en defensa de los intereses de China y Rusia.

Unos carriles que, en contra de la anunciada “amistad sin límites” que ambos proclamaron en febrero del pasado año, determinan que su acercamiento actual es más táctico que estratégico. Ambos tienen, obviamente, intereses comunes; pero también tienen desencuentros profundos.

Entre los primeros figura el intento de aliviar el castigo al que están siendo sometidos por Washington y otras capitales occidentales con unas rondas de sanciones que progresivamente van limitando sus capacidades. Igualmente, y sobre todo desde la perspectiva de China, en su calidad de principal retador de la hegemonía estadounidense, a Pekín le conviene tener a EEUU implicado en un escenario bélico como Ucrania, en la medida en que le impide a Washington concentrar toda su atención en la región Indo-Pacífico, donde más claramente se visibiliza hoy la rivalidad por el liderazgo planetario. Por su parte, a Moscú –cada vez más agobiado por los costes militares y económicos de su “operación especial militar”– le resulta cada vez más necesario contar con China no solo como alternativa económica –tanto en el terreno comercial como en el inversor y tecnológico–, sino también militar, en la medida en que su propia industria de defensa está empezando a sufrir las consecuencias de las sanciones y, por tanto, dependerá crecientemente de suministros extranjeros si la guerra se prolonga.

De ahí se deriva que, muy por encima de la búsqueda de la paz en Ucrania –contando con que la victoria definitiva está fuera del alcance de las tropas rusas y que, de momento, a China le sirve la prolongación del conflicto siempre que no se produzca una escalada que traspase el umbral nuclear–, son esos otros los asuntos que a los que preferentemente Xi y Putin van a dedicar su tiempo. Todo ello sabiendo que, dadas sus diferencias estructurales, no cabe esperar una coincidencia plena entre el principal aspirante a liderar el mundo y quien trata de aprovechar la última oportunidad para ser considerado una potencia global y no, como ya señaló en 2014 Barack Obama en su momento, una mera “potencia regional”. En resumen, no sólo es difícil imaginar que Putin acepte ser el hermano menor de una alianza en la que Pekín lleve la voz cantante, sino que también es evidente que ambos países compiten por ganar puntos en Asia central, con países que tienden a ver Moscú como una amenaza y Pekín como una oportunidad de negocio y un potencial protector de seguridad.

Por todo ello, lo previsible es que dediquen mucho más tiempo en sus encuentros a perfilar los proyectos de suministro energético ruso a China –con el Power of Siberia 1 (Gasoducto Yakutia-Jabárovsk-Vladivostok, ya operativo) y el futuro Power of Siberia 2 como infraestructuras principales– y a explorar vías para reducir la dependencia del dólar en sus intercambios. Asimismo, cabe pensar que Putin tratará de comprometer a Xi en la entrega, si no de armas, al menos de componentes tecnológicos para poder mantener el esfuerzo bélico en Ucrania, sabiendo que la previsible ofensiva de Kyiv va a poner a prueba no sólo a las unidades rusas desplegadas en el terreno, sino también a la economía y a la industria rusas para poder resistir la embestida y seguir reiterando sus golpes en búsqueda de la rendición ucraniana por aplastamiento.

Y nada de eso puede dar por asegurado Putin de quien ha calificado como “querido amigo”. Un amigo dispuesto a realizar un viaje que supone un apoyo simbólico a alguien en apuros, pero que evita calculadamente alinearse con quien también ha llamado su “mejor amigo”, como queda bien ejemplificado por el hecho de que ni siquiera ha reconocido la anexión territorial que el invasor ruso ha decretado en Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk. Dicho de otro modo, Pekín no se la va a jugar por Moscú hasta las últimas consecuencias; pero a Xi le interesa evitar que Rusia colapse, aunque sólo sea por contar con un cómplice para desafiar la hegemonía estadounidense y acrecentar su perfil de pacificador global (como acaba de mostrar con el acuerdo entre Arabia Saudí e Irán).


Imagen: Vladimir Putin y Xi Jinping. Foto: Kremlin.ru (Wikimedia Commons / CC BY 4.0).