Se cumple el próximo 4 de junio el 30 aniversario de los violentos sucesos de Tiananmen, que provocaron una enorme conmoción en el mundo. Fue un trágico desenlace de un proceso que se había iniciado un mes y medio antes. Tuve ocasión de vivir directamente ese proceso, pues en aquellos momentos ocupaba el puesto de Consejero Comercial en la embajada de España en Pekín.
Tras la muerte, el 15 de abril de 1989, de Hu Yaobang, un dirigente del partido comunista que tenía fama de ser relativamente liberal y aperturista, comenzaron a producirse manifestaciones de estudiantes, que poco a poco fueron creciendo, y en ciertos momentos contaron con un amplio apoyo de la población.
El primer gran hecho llamativo del fenómeno de Tiananmen es el carácter espontáneo que tuvo el desarrollo del movimiento estudiantil. Estamos en 1989 en una China que ha salido hace poco de la etapa maoísta, un país que se caracteriza por un férreo control social y político, por un sistema que se puede calificar de totalitario.
Sin embargo, los estudiantes comienzan a manifestarse por las calles, y desarrollan una organización sofisticada que en un momento dado llega prácticamente a controlar el centro de Pekín. Todo esto en medio del desconcierto y la sorpresa tanto de la población como de los dirigentes chinos.
Muchos esperaban que el movimiento se desvanecería por sí solo. Pero si bien es cierto que la participación ciudadana disminuye fuertemente a partir de un determinado momento, sobre todo a partir de la proclamación de la ley marcial, un importante grupo de estudiantes persistirá en la protesta, hasta que a principios de junio los gobernantes chinos deciden que intervenga el ejército y restablezca el orden. Se produce un violento final que provoca la muerte de un número difícil de determinar de personas, probablemente unos cientos, entre los cuales se hallan también policías y soldados.
Muchos análisis caracterizaron el movimiento estudiantil como un movimiento democrático de oposición al régimen del Partido Comunista Chino, un movimiento que postulaba el advenimiento de un sistema democrático. Esta apreciación debe ser matizada teniendo en cuenta el sentido que en China, por regla general, se atribuye al concepto de democracia.
Durante las protestas de Tiananmen muy pocos pedían la implantación de un régimen democrático como entendemos en Occidente; es decir, un régimen político con multipartidismo, elecciones libres, alternancia en el poder. Muy pocos de los que protestaron en las calles de Pekín en 1989 cuestionaban el papel central del Partido Comunista (era frecuente ver a grupos de estudiantes cantando La Internacional).
Para la mayor parte de la población china, la democracia se refiere al imperio de la ley, tener un gobierno justo, la obligación de los dirigentes políticos de responder a las necesidades de los ciudadanos, la lucha contra la corrupción, la lucha contra la arbitrariedad y el nepotismo, etc.
Los efectos indeseados de la reforma
Detrás de las protestas de Tiananmen de 1989 se encuentran en una medida determinante los efectos indeseados de la política de reforma, la nueva orientación de apertura al exterior y liberalización económica que China había adoptado en 1978. La reforma había traído consigo un gran crecimiento económico, pero también había generado corrupción, desequilibrios en la distribución de la renta, inflación, enriquecimiento de muchos dirigentes, el retorno de actividades como la prostitución.
Tras los sucesos de Tiananmen numerosos analistas pronosticaron el colapso del régimen comunista chino, como cayeron por esa época los regímenes comunistas de Europa del este. Otros pronosticaron una involución en la política de reforma que se había adoptado en 1978; China abandonaría la reforma y la apertura al exterior y volvería hacia pautas cercanas a las de la época maoísta.
Ambos pronósticos se mostraron equivocados. China prosiguió con la política de reforma y apertura al exterior, que la ha convertido con el paso del tiempo en la segunda economía del mundo. Y el poder del Partido Comunista se ha mantenido incólume, reforzado incluso en la última etapa de Xi Jinping.
En este sentido, las consecuencias de Tiananmen no han sido muy apreciables, ni en la evolución económica ni en la política. Quizás la principal consecuencia es que los dirigentes chinos adquirieron una especial conciencia de la necesidad de mantener la estabilidad (vigilando para controlar férreamente los movimientos de disidencia que pudieran surgir), así como de evitar que crezca el descontento social (de ahí la prioridad que tiene mantener un alto nivel de crecimiento económico, o las campañas contra la corrupción).
¿Una revisión de Tiananmen?
Muchos consideran que la herida de Tiananmen no se ha cerrado, y que en algún momento tendrá que producirse una revisión de los hechos y de su valoración oficial. Lo cierto es que la censura del gobierno chino ha borrado cualquier referencia a los sucesos de Tiananmen en medios de comunicación y libros.
Gran parte de la población china, la más joven, la que no vivió aquellos hechos, desconoce prácticamente lo que ocurrió, desconoce que hubo una crisis –probablemente la crisis más grave de la República Popular China. Como han contado por ejemplo algunos periodistas y cineastas que han mostrado fotos de los sucesos de Tiananmen a estudiantes chinos de nuestro tiempo, casi ninguno de éstos era capaz de identificar a qué correspondían esas imágenes.
Tiananmen, como suceso histórico, está dejando de existir en la memoria de China, gracias a la eficiencia del aparato de control gubernamental, reforzada en los últimos años con las nuevas tecnologías.
Es difícil hacer previsiones a largo plazo. A corto, desde luego, con la involución que está sufriendo China en la etapa de Xi Jinping, hay que descartar un cambio en la política del gobierno chino en relación con Tiananmen.
[Enrique Fanjul acaba de publicar el ebook “Memoria de Tiananmen. Una primavera de Pekín” sobre los sucesos de 1989]