Esta es la nueva edad de oro de la India, mientras que el G20 está moribundo. Este podría ser el breve resumen del Diálogo Raisina de este año. Fue impresionante ver la confianza en sí mismos de los anfitriones. Samir Saran, presidente de la Observer Research Foundation (ORF), ha logrado lo que hace unos años era casi inimaginable: convertir el Raisina Dialogue en uno de los foros más importantes de geoeconomía y geopolítica. Tanto es así, que la semana pasada el mundo entero estuvo atento a lo que se discutía en Nueva Delhi.
La ocasión lo merecía. El Raisina de este año coincidió con la reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G20, por lo que el programa estaba repleto de grandes nombres. El primer día, durante la cena, hubo ocasión de escuchar las opiniones de los ministros de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Francia, Indonesia y Dinamarca, y las de Bill Gates. Al día siguiente, en sesiones separadas, se reunieron los cuatro ministros de Asuntos Exteriores del denominado Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad – Japón, EEUU, Australia y la India), entre ellos Antony Blinken, y después Josep Borrell con los ministros de Asuntos Exteriores de Canadá, México y Bangladesh; y, para ponerle “picante” al asunto, a mediodía le tocó el turno a Serguéi Lavrov.
Las diferencias en la política mundial no pueden ser más marcadas. Mientras, todos los líderes occidentales, incluida la primera ministra italiana Georgia Meloni, que inauguró el Raisina, condenaron la invasión rusa de Ucrania y se mostraron firmes en su exigencia de que Rusia “tiene que salir de Ucrania. Punto final”, en palabras de la ministra canadiense Mélanie Joly. La India no se movió ni un ápice de su posición de neutralidad. Su ministro de Asuntos Exteriores, Subrahmanyam Jaishankar, estaba evidentemente enfadado porque, una vez más, la guerra había monopolizado la conversación. La firma de un comunicado conjunto resultó imposible y, por lo tanto, se socavó la agenda de desarrollo sostenible de la India, cuidadosamente elaborada para su presidencia del G20.
Fue un déjà vu de la reunión de Bali del año pasado, bajo la presidencia indonesia del G20, pero con un par de diferencias. En primer lugar, esta vez los anfitriones indios declararon, públicamente, que hubo dos países que vetaron el borrador final del comunicado, señalando con el dedo directamente a Rusia y China (un importante mensaje diplomático, según Joly); y, en segundo lugar, en esta ocasión Lavrov vino, habló y escuchó mientras que en Bali sólo habló y se fue. Un pequeño avance, según Borrell, aunque éste también se mostró decepcionado por la reunión. Las relaciones exteriores están ahora marcadas por dos factores estructurales, lamentó. La rivalidad entre EEUU y China, y el paso del multilateralismo a la multipolaridad sin consenso a la vista. Un panorama sombrío.
No sólo la ONU está paralizada en estos momentos, como observó el ministro mexicano, Marcelo Causabón, sino que se teme que esta inacción se extienda al G20. Para la India, y la mayoría de los países del Sur Global, esto es problemático porque ahora mismo lo que la India necesita es estabilidad geopolítica para seguir creciendo. Samir Saran resumió el sentimiento general de desesperación afirmando que “una vez más, Europa está en llamas”. De ahí que muchos participantes indios demandasen de sus contrapartes europeas un plan de paz creíble. “Si el plan chino no es creíble, ¿cuál es el vuestro?”, preguntó un interlocutor indio durante la cena. Obviamente, la respuesta de los europeos, muchos visiblemente enfadados, sobre todo los del este, fue que Rusia tenía que detener su invasión. Los indios no veían eso como una solución, lo cual puso algo de “picante” en la conversación.
Casi se ha convertido en un tópico decir que la guerra en Ucrania ha unido a Occidente, pero también le ha hecho darse cuenta de que cada vez está más solo frente al resto.
Esto fue visible en Nueva Delhi. Se criticó duramente el doble rasero de Occidente en asuntos exteriores. Por cierto, cuando el “agresivo” Lavrov denunció las pasadas intervenciones estadounidenses en Serbia, Afganistán, Irak y Siria, despertó un gran aplauso del público indio. Muchos interlocutores indios trazaron paralelismos con Irak, señalando que entonces nadie pidió imponer sanciones a EEUU (más especias indias en la conversación). Asimismo, Palestina también fue mencionada por los participantes de Indonesia y el mundo árabe.
En general, las opiniones sobre la guerra en esta parte del mundo están marcadas por el cinismo, el antiamericanismo y el pragmatismo. No es que la gente sea neutral respecto a las atrocidades cometidas por el Ejército ruso en Ucrania, las condenan, pero piensan que, al igual que EEUU, Rusia, como gran potencia, actúa lamentablemente en muchos aspectos por encima del derecho internacional, pero dado que sigue siendo un vecino poderoso, es mejor llevarse bien con ella. La historia importa mucho. Durante la Guerra Fría, EEUU se puso del lado de Pakistán y la India recibió el apoyo de la Unión Soviética. Incluso hoy, Rusia proporciona a la India equipamiento militar y es una fuente fundamental de energía barata. Por ello, la India no criticará públicamente a Rusia, con la que mantiene una asociación estratégica especial y privilegiada.
La abstención de Bangladesh –el pequeño vecino de la India, pero con una población de 200 millones de habitantes– en las últimas votaciones de la ONU condenando la invasión rusa, sigue el mismo patrón. Muchos participantes bangladeshíes aprovecharon la ocasión para recordar cómo EEUU apoyó a Pakistán durante su guerra de independencia en 1971, que acabó desembocando en un genocidio, y denunciaron que la Casa Blanca nunca ha pedido perdón por ello.
Desde Jawaharlal Nehru, la India siempre ha querido ser neutral y no alineada, para consternación de EEU. Es probable que esto continúe. Sí, China es el rival estratégico de la India y esto fue palpable en Nueva Delhi la semana pasada. Los participantes chinos estuvieron ausentes porque no pudieron conseguir sus visados a tiempo (no hubo comida india para ellos). En este sentido, estar en el Raisina es como estar en la encrucijada de múltiples tensiones geopolíticas. Pero esto no significa que la India vaya a dejar de colaborar con China. Aparte de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y los BRICS, donde los líderes se reúnen regularmente, existe también el grupo Rusia-India-China (RIC). Menos conocido, pero según Lavrov, un marco trilateral muy activo que reúne regularmente a funcionarios y expertos de los tres países.
Una mayor colaboración del RIC es precisamente lo que Occidente quiere evitar y por eso se ha invitado a Modi a participar en las reuniones del G7. Esto, a su vez, explica la confianza en sí mismos de muchos funcionarios, académicos y expertos indios en Raisina. Sienten que su país es la bisagra entre Occidente y Oriente, y están disfrutando de este momento. De hecho, el Reino Unido y la UE están muy interesados en firmar un acuerdo de libre comercio con la India. Pero no será fácil. La India se ha adherido al Marco Económico para el Indo-Pacífico patrocinado por EEUU, pero ha abandonado el pilar comercial.
En general, Occidente quiere que la India crezca y se convierta en un contrapeso de China.
Y es cierto que la India ha mejorado el nivel de vida de su población en la última década. Pero estos avances llevarán su tiempo. Las infraestructuras de la India están aún muy por detrás de las de China, la desigualdad de ingresos sigue siendo elevada y persiste el sistema de castas. Aunque la India es una democracia, como indica la reciente censura del documental de la BBC sobre Modi, la libertad de los medios de comunicación es limitada. De hecho, en 2022, Reporteros sin Fronteras situaba a la India en el puesto 150 del mundo en cuanto a libertad de prensa. De nuevo, un poco de “picante” indio difícil de digerir para Occidente.