En este mes de septiembre se ha cumplido el 40 aniversario de la muerte de Mao Zedong En la actual China, que en tantos aspectos se muestra tan capitalista y consumista, con enormes desigualdades sociales, una China cuyo máximo objetivo es el crecimiento económico, el enriquecimiento, y de la que ha desaparecido completamente la vieja retórica del maoísmo sobre la lucha de clases y el imperialismo, es fácil pensar que ya no queda ninguna herencia del que fuera el gran líder y artífice de la creación de la República Popular China.
En contra de lo que en principio podría pensarse, sí permanece en China una herencia significativa del maoísmo.
La figura de Mao no es unidimensional. Hubo a lo largo del tiempo varios Mao, que siguieron políticas muy diferentes.
El Mao cuya herencia se ha desvanecido es el más próximo cronológicamente, el de los últimos veinte años de su vida. Es la época en la que Mao asumió posturas de izquierdismo radical, lanzó campañas, como el Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural –que tuvieron efectos devastadores sobre China–, propugnó el igualitarismo a ultranza, defendió que con espíritu revolucionario se podrían quemar etapas y se llegaría al comunismo con rapidez. En política internacional, se trata de un Mao Zedong antiimperialista, que se enfrentó a la Unión Soviética –ideológica y políticamente, llegando incluso al enfrentamiento militar.
La herencia en China de este Mao izquierdista ha desaparecido poco a poco en la China de la reforma, cuya prioridad ha sido la modernización y el crecimiento económico. Para ello se han promovido las fuerzas del mercado y la economía se ha abierto de forma decidida al exterior.
En las relaciones internacionales, China ha buscado durante las últimas décadas un marco de relaciones pacífico y estable, en el que la economía ha sido un pilar básico. China se ha integrado en la comunidad internacional. Se han abandonado las pretensiones de exportar la revolución maoísta. China ya no apoya a partidos comunistas maoístas en otros países.
Todos estos desarrollos son opuestos a la política de radicalización izquierdista, implantación acelerada del comunismo, campañas continuas de movilización, que Mao propugnó desde 1957 hasta su muerte en 1976.
Sin embargo, existe otro Mao, cronológicamente anterior, cuya figura está estrechamente unida a la gran revolución china del siglo XX, la revolución que culminó en la implantación de la República Popular en 1949, y que sí sigue vigente en la actual China de la reforma.
Mao Zedong fue el líder del Partido Comunista que llevó a cabo esta revolución, con la que China dejó atrás un largo periodo de crisis y decadencia. Gracias a la revolución comunista, China logró recuperar su unidad, terminar con las agresiones exteriores que venía sufriendo desde el siglo XIX, convertirse en una gran potencia, respetada en la comunidad internacional.
El Partido Comunista ha sido para China la fuerza de vertebración político-social que le ha permitido superar su gran crisis de los siglos XIX y XX, una crisis caracterizada por la pérdida de la unidad nacional y las agresiones exteriores.
Mao Zedong fue, desde mediados de los años treinta, el principal dirigente del Partido Comunista, el líder indiscutible, su primer ideólogo, y por tanto el responsable clave de la gran revolución que el Partido protagonizó.
El nacionalismo, más que el marxismo, fue el componente clave de la República Popular, un nacionalismo reflejado mejor que en ninguna otra declaración en la famosa frase de Mao cuando proclamó, el 1º de octubre de 1949, la fundación de la República Popular: “China se ha puesto en pie”.
La República Popular que Mao fundó permanece, y el Partido Comunista del que Mao fue durante muchos años el máximo dirigente sigue dominando el poder en China.
Por tanto, hay dos perspectivas para evaluar la herencia de Mao en la China de nuestros días. Una es la perspectiva del Mao radical e izquierdista, impulsor de una línea política que llevó a China, sobre todo a partir de 1957, a una serie de campañas que trajeron al país grandes trastornos y sufrimiento para la población. La China actual ha querido dejar atrás, olvidar, esta etapa.
La otra perspectiva es la del Mao que dirigió la gran revolución china del siglo XX, una revolución nacionalista que, bajo el poder del Partido Comunista, unificó el país, impulsó su desarrollo económico, realizó modernizaciones sociales básicas (quizás una de las más sobresalientes es el cambio radical en la condición de las mujeres), lo transformó en una gran potencia internacional.
La herencia de este Mao no ha desaparecido, sino que forma parte de la configuración de la China de nuestros días y previsiblemente se mantendrá vigente durante un largo periodo de tiempo.
Otro tema es la nostalgia por el maoísmo que ha aumentado en los últimos años en China. Hay que tener en cuenta que sólo una pequeña parte de la población actual, la que tiene más de cincuenta y tantos años, puede tener un recuerdo personal de la China de Mao. Esta nostalgia se alimenta sobre todo del descontento social por las desigualdades y la corrupción. En la época de Mao los chinos eran muy pobres, pero había bastante igualitarismo (con matices: los dirigentes, y en primer lugar el propio Mao, tenían unas condiciones de vida que estaban muy por encima de las de la población).