El último fin de semana de noviembre se produjeron en diferentes ciudades de China múltiples protestas contra la política de “COVID cero” del gobierno. Estas manifestaciones evidencian el hartazgo de un significativo porcentaje de la población china por las severas y prolongadas restricciones que están sufriendo, mientras la mayor parte del planeta lleva tiempo conviviendo con el virus. Aunque se producen muchas más protestas sociales en China de lo que suele pensarse en el exterior, las que hemos presenciado estos días son especialmente significativas por tres motivos: su transversalidad, su extensión geográfica y su crítica al gobierno central.
Los actos de protesta en China suelen ser puntuales e involucrar a colectivos sociales muy específicos, por ejemplo, los trabajadores de una determinada fábrica o la población de un determinado lugar, que se manifiestan para reclamar mejores condiciones laborales o condenar la corrupción de las autoridades locales. Sin embargo, las manifestaciones de estos días han estado protagonizadas por diversos sectores de la población urbana, incluyendo trabajadores de cuello azul y de cuello blanco, trabajadores migrantes y estudiantes. Además, se han producido simultáneamente en múltiples lugares, 17 ciudades según datos de la CNN, y no se han limitado a criticar la forma en que los líderes locales estaban interpretando la “política dinámica de COVID cero”, sino que, en algunos casos, han apuntado directamente al propio Xi Jinping, cuya dimisión han pedido a voz en grito. Por todo ello, no resulta exagerado decir que son las manifestaciones con más potencial desestabilizador desde el movimiento de Tiananmen de la primavera de 1989. Sin embargo, es pronto para calibrar cuál será el recorrido de este movimiento y muy aventurado afirmar que pueda hacer tambalear el liderazgo de Xi Jinping o el régimen del Partido Comunista de China. Por el momento, la estrategia de las autoridades parece estar funcionando y no se han vivido nuevas protestas. Al aumento de la presencia policial en los lugares donde se produjeron las manifestaciones de la semana pasada y las detenciones de manifestantes, hay que añadir una relajación de las restricciones en algunas de las principales ciudades del país. A pesar del aumento en el número de contagios, urbes como Pekín, Shanghái, Cantón y Chongqing, han anunciado en los últimos días un relajamiento de su estrategia contra el COVID-19. Esto ha sido presentado oficialmente como una forma de desarrollar las instrucciones del gobierno central, sintetizadas en las medidas anunciadas por la Comisión Nacional de Salud de China el pasado 11 de noviembre. De esta forma, desde Pekín se sitúa a las autoridades locales en el punto de mira por haber interpretado con excesivo celo sus directrices.
Si a esto añadimos que no hay ni una estructura organizativa ni liderazgos significativos detrás de estas protestas, las previsiones que llegan por parte de funcionaros estadounidenses es que no van a extenderse por ahora. Incluso aunque lo hicieran, la principal palanca que tienen los movimientos populares para propiciar cambios políticos profundos dentro de los regímenes autoritarios es generar divisiones dentro del régimen, de manera que una parte de este llegue a apoyarlos. Este muy difícilmente va a ser el caso si tenemos en cuenta que tras el reciente 20º Congreso del Partido Comunista de China la cúpula del partido y del Ejército es de la máxima confianza de Xi Jinping.
De todos modos, habrá que seguir pendiente de este asunto, pues, como ya anticipamos en un post anterior, el Partido Comunista de China tiene que afrontar una muy complicada transición de su política de “COVID cero” a una estrategia de convivencia con el COVID-19. Existen varios factores estructurales que apuntan a que una rápida transición hacia una estrategia de convivencia con el COVID-19 podría detonar una crisis sanitaria dramática dentro de China, cuyas potenciales implicaciones políticas podrían ser gravísimas tras casi tres años exigiendo enormes sacrificios a la población en nombre de la salud pública.
Muy posiblemente, los líderes chinos están esperando al desarrollo de una vacuna nativa de ARN mensajero que tenga un nivel de eficacia similar a las de las vacunas creadas en los países desarrollados para dar este paso. Pero no está nada claro cuándo lo conseguirán. Las actuales vacunas chinas tienen un nivel de eficacia mucho menor. Incluso la vacuna china de ARN más avanza en su desarrollo, AWcorna, que ya ha sido autorizada en Indonesia, solo muestra un nivel de eficacia del 71,17% para prevenir casos moderados de la variante ómicron. La premura con la que China consiga producir este tipo de vacunas va a ser un factor esencial para determinar la aparición de nuevas protestas a favor de una estrategia contra el COVID-19 menos represiva.
Otra opción disponible para las autoridades chinas sería inocular a su población con las vacunas desarrolladas por las farmacéuticas occidentales. Sin embargo, esta posibilidad está actualmente descartada, debido el enorme peso que desempeña en la legitimidad del régimen un nacionalismo con tintes chovinistas que ensalza la autosuficiencia.
Tras las protestas, el gobierno ha puesto el acento en aumentar el porcentaje de población vacunada, que resulta particularmente bajo en las cohortes de edad más avanzada. Muchas personas mayores han decidido no vacunarse, al considerar que no merece la pena arriesgarse a sufrir los posibles efectos secundarios de las vacunas en un contexto de cero COVID. Según datos de la Comisión Nacional de Salud de China, solo el 56% de los chinos entre los 60 y los 69 años tiene la pauta completa de vacunación y este porcentaje baja al 48% entre los 70 y los 79 años y se hunde hasta el 20% entre los mayores de 80 años.
Habrá que ver si el tiempo de estabilidad que ganen las autoridades con estas medidas es suficiente, antes de que el enorme estrés que está generando la imposibilidad de convivir con el COVID-19 detone nuestras protestas en China.
Imagen: Equipo médico de Hubei ayuda en las pruebas comunitarias de COVID-19 de Shanghái, 4 de abril de 2022. Foto: 中国新闻网 (Wikimedia Commons / CC BY 3.0).