El reciente libro del diplomático Fidel Sendagorta, Estrategias de poder. China, Estados Unidos y Europa en la era de la gran rivalidad, (Deusto), es una excelente introducción al estudio del nuevo mundo geopolítico. Las últimas décadas empiezan a parecerse a un pasado lejano. La Guerra Fría, la Posguerra Fría y el “fin de la historia” han dejado de ser referencias para nuestra época. La irrupción de China como gran potencia, acentuada en los últimos años tras un período de “ascenso pacífico”, ha trastocado todos los esquemas. Más allá de la pandemia, que también conlleva dimensión geopolítica, la presencia de China como actor global requiere de estrategias, a ser posible coordinadas, entre Europa y Estados Unidos.
El libro de Sendagorta analiza los diferentes desafíos planteados por China: económicos, tecnológicos, ideológicos y geopolíticos. Lo hace, sobre todo, desde la perspectiva de la potencia rival estadounidense, aunque también se ocupa del papel de Europa, que se encuentra en medio de esta rivalidad. Es interesante centrarse en los dilemas y perspectivas de Europa en este asunto, tal y como los aborda el libro. Existe una cita que hizo fortuna en 2019. Está tomada de una comunicación de la Comisión Europea al Consejo y dice, en referencia a China, que es “un rival sistémico que promueve modelos alternativos de gobernanza”. Supone el reconocimiento de una realidad poliédrica: China es un socio comercial indispensable, aunque también un competidor con el que, pese a todo, hay que buscar intereses comunes. El reciente acuerdo de inversiones entre la UE y China, en diciembre de 2020, es la demostración de que China puede ser un rival, pero no un enemigo. Aunque el libro se ha publicado poco antes de que el acuerdo se diera a conocer, Sendagorta elogia algunas actitudes de Europa frente a China tales como el endurecimiento de la normativa para el control de inversiones extranjeras, el fomento de “campeones europeos” en los campos de la inteligencia artificial o de las baterías eléctricas, el control de la venta a China de tecnologías de doble uso y la búsqueda de un enfoque común ante el reto a la seguridad planteado por el 5G.
En estos momentos Estados Unidos y Europa hablan de un equilibrio entre cooperación y competición respecto a China, aunque el autor del libro subraya que no existe un diálogo político sobre China entre las dos orillas del Atlántico. Los estadounidenses tienen sus propios puntos de vista. Trump ha dejado paso a Biden, pero la nueva Administración pretende mostrarse contundente con los chinos. En el escenario geopolítico China es un adversario de peso, muy diferente de los adversarios sustitutivos de la URSS tras la Guerra Fría, bien fueran el terrorismo islamista, Yugoslavia o Irak. De ahí que algunos analistas hablen de una estrategia de contención, similar a la preconizada por George F. Kennan en el “telegrama largo”, del que hace poco se cumplieron 75 años. Contener a China pasa por fortalecer las alianzas de Washington con los países asiáticos vecinos, lo que también supone desarrollar el concepto de “región del Indo-Pacífico”, mucho más extenso que el del “pivote asiático”, difundido desde los inicios de la presidencia de Obama. Es esta una ampliación del escenario geopolítico que sobrepasa el mensaje de Washington a Pekín de que Estados Unidos es una potencia del Pacífico, aunque los chinos probablemente preferirían que no lo fuera mucho más allá de Oceanía. Por lo demás, los aliados asiáticos de Washington no pueden escapar a una contradicción: China es un rival geopolítico, pero necesitan el acceso a sus mercados. Lo resaltó hace años Lee Kuan Yew, aquel primer ministro de Singapur con fama de sabio: el poder en el siglo XXI viene dado por el PNB, y no tanto por la fuerza militar. Basta con que China niegue a sus vecinos el acceso a sus mercados para fragilizar sus estructuras políticas, sociales y económicas.
Fidel Sendagorta afirma la existencia de dos vías distintas en las relaciones entre Estados Unidos y Europa. La primera, ya visto en la era Trump, pasa por un menor activismo internacional y un cierto aislacionismo. Parece que la Administración Biden no va por esa vía, si bien hay que tener en cuenta que una parte considerable del electorado está conforme con esta postura. El nacionalismo y el proteccionismo no tienen que presentarse con el rostro huraño del anterior presidente. La segunda vía sería la más racional, la que pasa por la preocupación de Washington porque China y Rusia llenen el vacío, o la menor presencia, de Estados Unidos en Europa. Dicho de otro modo, los estadounidenses tendrían motivos para inquietarse por el resurgimiento de Eurasia, el retorno de Marco Polo, por emplear el título de un conocido libro de Robert D. Kaplan. Pero la tentación de Washington de disminuir sus compromisos con Europa para concentrarse en China está ahí, y más ahora en que la Administración Biden hace continuas referencias al Indo-Pacífico.
El autor de Estrategias de poder se refiere además a la asociación estratégica entre China y Rusia. Es una situación que debería revertirse de algún modo, aunque eso preocupa más en Europa que en Estados Unidos. El presidente Macron lleva la iniciativa del acercamiento a Rusia, pero es consciente de que tendrá que pasar tiempo hasta que se llegue a algún tipo de entente. Sendagorta se hace eco de la tesis de que la relación entre Moscú y Pekín puede deteriorarse por la contraposición de intereses en Asia Central, pero recuerda que la cooperación en los ámbitos político, militar y económico no ha parado de incrementarse. Hoy por hoy, no existe alternativa a la entente ruso-china. Además, los chinos son conscientes de que la economía y la demografía están de su parte. ¿Qué puede ofrecer Europa a Rusia? En el libro el autor se hace eco de quienes opinan que habría que cerrar definitivamente la crisis de Ucrania, pero cabe preguntarse si Moscú se daría por satisfecho. No es posible volver al statu quo anterior cuando se han producido modificaciones territoriales.
En mi opinión, Europa no se enfrenta a la famosa trampa de Tucídides, popularizada por Graham Allison y que advierte sobre el peligro de una guerra entre China y Estados Unidos. Se enfrenta a lo que podría llamarse la “trampa de Eurasia”, que no solo la conduciría a la irrelevancia geopolítica sino también a la pérdida de atractivo del proceso de integración europeo, cuestionado por quienes creen que los autoritarismos son mucho más eficaces. De ahí la necesidad de incrementar la presencia de Europa en Asia, con o sin coordinación con Estados Unidos. Pero si esa coordinación fuera posible, habrá que convenir con Sendagorta que eso servirá para reforzar el vínculo trasatlántico.