Se cumplen dentro de poco los 40 años del inicio del proceso de reforma en China. Efectivamente, se suele considerar que la reforma fue aprobada formalmente en una reunión del Comité Central del Partido Comunista Chino celebrada en diciembre de 1978.
La reforma cambió radicalmente el rumbo de la República Popular China, y abrió las puertas a lo que se puede considerar la mayor revolución económica en la historia de la humanidad, en el sentido de que nunca un colectivo tan grande de población ha experimentado un cambio tan intenso en sus condiciones económicas de vida en un periodo de tiempo tan corto, como el que ha experimentado China en estos 40 años.
La reforma está estrechamente asociada a la figura de Deng Xiaoping, que se convirtió en el nuevo hombre fuerte de China tras la muerte de Mao Tse-tung.
¿Por qué surgió la reforma? La razón de fondo era que China, a pesar de ser una potencia internacional en términos políticos y militares –era (y es) uno de los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y disponía de armamento nuclear– era un país pobre y atrasado. Para Mao la prioridad había sido la política y la cuestión clave que afrontaba China, especialmente en la época de la Revolución Cultural, era la lucha de clases.
Con la reforma se impone el pragmatismo del que Deng había sido uno de los principales representantes en la era maoísta. El objetivo fundamental del país pasa ser el crecimiento económico, la modernización, el aumento del bienestar de la población. La lucha política queda relegada a un segundo plano.
Las dos grandes estrategias de la reforma
La reforma se intrumenta a través de dos grandes líneas de acción. En primer lugar la liberalización del sistema económico. Se potencia la autonomía de los agentes económicos, la propiedad privada, en resumidas cuentas, las fuerzas del mercado. La economía china, que hasta fines de los años setenta era completamente socialista, evoluciona hacia una economía en la que el mercado va a tener un protagonismo creciente, aunque las empresas estatales y el intervencionismo de las autoridades han mantenido un papel importante.
La segunda gran línea de acción de la reforma es la apertura al exterior. El motivo para ello es muy sencillo: es en el exterior, y en especial en los países capitalistas avanzados, en donde se encuentran las tecnologías avanzadas. Es de estos países de donde pueden venir las inversiones extranjeras, que contribuyan tanto a aumentar la capacidad productiva como introducir nuevos métodos de gestión.
La apertura al exterior es probablemente el cambio más determinante, puesto que rompe una tendencia al aislamiento que China había querido mantener durante un largo período de tiempo. Si China se abrió el exterior a partir de mediados del siglo XIX fue por la imposición de otras potencias. A partir de 1978, la apertura al exterior es una opción voluntaria, necesaria para conseguir el objetivo último del crecimiento económico.
El proceso de reforma ha tenido sus particularidades, entre las que cabe destacar dos. La primera es el gradualismo, avanzar poco a poco en las reformas, en contraste por ejemplo con el big bang de reformas que se registró en los países del Este de Europa y la Unión Soviética tras la caída del comunismo. La segunda, muy unida la anterior, es el recurso a la experimentación previa de las medidas de reforma. Así, por poner un ejemplo, se crean al principio las Zonas Económicas Especiales, orientadas a la captación de inversiones extranjeras. En estas zonas se experimentan tanto los incentivos para atraer inversiones como los resultados de éstas. Muchas de las medidas experimentadas en estas zonas son posteriormente extendidas a otras partes de China.
La reforma va a generar un crecimiento económico sin precedentes. Durante estas cuatro décadas la economía china ha crecido a una tasa media anual del 10%, y se convierte en la segunda economía del mundo. El aumento del nivel de vida ha sido espectacular. Y, en contra de algunas explicaciones simplistas, ha habido una gran mejora en el nivel de libertades personales de la población, aunque el Partido Comunista Chino ha mantenido un estricto control del poder político.
La nueva etapa de Xi Jinping
Con la llegada al poder de Xi Jinping se ha abierto una nueva etapa en la historia de la República Popular China. Es la cuarta etapa. La primera, de consolidación del nuevo régimen, duró de 1949 a 1966. La segunda, hasta 1976, fue la de la Revolución Cultural. La tercera ha sido la etapa de la reforma, que duró hasta la llegada al poder de Xi Jinping, en 2012. Con Xi se abierto una nueva etapa, caracterizada por tres elementos fundamentales:
- Una política exterior más asertiva. China ha asumido un papel mucho más activo en la escena internacional en la que quiere ejercer su influencia. Ha asumido posiciones mucho más enérgicas en la defensa de lo que considera sus intereses territoriales, en concreto en el Mar del Sur de China, lo que la ha llevado a un mayor riesgo de conflictos.
- Una involución en la política interna con un reforzamiento del autoritarismo político, y un cierto retorno a una práctica que parecía haber quedado atrás: el culto a la personalidad.
- Un cambio en el modelo productivo en el que una economía basada en las inversiones y las exportaciones está dando paso a otra basada en el consumo, los servicios y la innovación. En este sentido, un rasgo sobresaliente es el gran salto tecnológico que está llevando a cabo China, que se encuentra ya en la vanguardia mundial en varias áreas de la digitalización y tecnologías avanzadas, contradiciendo las teorías que señalan que las economías con sistemas políticos autoritarios se enfrentan a serias dificultades para la innovación.
¿Y qué podemos decir de las perspectivas futuras? En muchos sectores se contempla con preocupación la nueva política china con Xi Jinping. Hay que tener en cuenta a este respecto dos cosas. En primer lugar, está en el propio interés de China de mantener su senda de crecimiento y modernización, evitar los conflictos internacionales y buscar su inserción pacífica en la comunidad internacional. Y ésta tiene un obvio interés, por motivos políticos y económicos, en una China próspera e integrada en el mundo.
En segundo lugar, hay que mirar a largo plazo. La etapa de Xi Jinping es la cuarta etapa en la historia de la República Popular China, pero tras ella vendrá, previsiblemente, una quinta etapa, que puede suponer cambios importantes.