El próximo 24 de marzo se cumple el vigésimo aniversario del comienzo del bombardeo de la OTAN contra Serbia. Durante 78 días, la Alianza Atlántica atacó los objetivos estratégicos de Serbia para impedir la limpieza étnica de albano-kosovares y obligar al presidente Slobodan Milošević a permitir la entrada de tropas internacionales en Kosovo.
Aunque en Serbia no han olvidado los ataques de la OTAN en 1999, y la opinión pública expresa una fuerte oposición a la entrada del país en la alianza militar, las relaciones mutuas han mejorado notablemente en los últimos años, sorprendiendo a todos los que creen que Belgrado es un firme aliado de Moscú.
El 11 de octubre de 2018, en Mladenovac, periferia de Belgrado, la OTAN y el Ejército serbio realizaron una maniobra conjunta de respuesta a las catástrofes naturales, en la presencia del secretario general de la Alianza Jens Stoltenberg y del presidente serbio Aleksandar Vučić. Ambos han subrayado que se trata de una maniobra no militar, pero lo insólito ha sido que Vučić declarara llegado el momento de que los serbios examinen sus emociones negativas hacia la OTAN y construyan una relación más racional con la Alianza, lo que refleja a las claras una voluntad política de entendimiento. ¿Es posible una reconciliación entre Serbia y la OTAN? Es posible, es probable y será inevitable si Serbia mantiene las negociaciones como país candidato de la Unión Europea. Los serbios no tienen a dónde ir excepto hacia Occidente. Pero, en esta cuestión, como en todas las demás cuando se analiza el acercamiento entre Serbia y la UE y la OTAN, aparece el fantasma de Rusia.
A pesar de la declarada política de neutralidad militar (desde 2007), el Ejército serbio participa regularmente en maniobras militares organizadas tanto por Rusia como por la OTAN. Ambas sostienen que Serbia, como nación soberana, tiene derecho a tomar sus propias decisiones y sus alianzas militares.
Desde enero de 2015, cuando el gobierno serbio firmó el Plan de Acción Individual de Asociación (IPAP en sus siglas en inglés) con la OTAN, su cooperación se ha intensificado. Solo en 2016, el Ejército serbio participó en 127 actividades conjuntas con el Ejército estadounidense y ha formado parte de la misión de paz en Líbano bajo mando español e italiano. Además, la Alianza ha invertido 15 millones de dólares en diferentes proyectos para mejora de estructuras civiles y militares del Ejército serbio. El objetivo principal de la OTAN en Serbia es mantener la política de “puertas abiertas” (apoyar la entrada de países que cumplan los requisitos para formar parte de la Alianza) y contribuir a la seguridad y estabilidad de la región.
En cuanto a Rusia, Serbia ha participado en maniobras militares conjuntas y adquirido dos helicópteros (Mi-8MTs) de segunda mano por valor de 25 millones de dólares. Sin embargo, la compra de los misiles S-300, helicópteros de combate y aviones MiG-29s no se llevó a cabo, a pesar del empeño de Belgrado, ya que Rusia no aceptó hacer el descuento que pedía el gobierno serbio. El objetivo de Rusia es utilizar a Serbia para ampliar su influencia en la región y ejercer la disuasión estratégica realizando maniobras militares en las cercanías de países miembros de la OTAN (Montenegro, Croacia, Eslovenia).
Mientras Serbia dependa del Kremlin en el Consejo de Seguridad de la ONU para impedir el reconocimiento del Estado kosovar, el juego de la neutralidad militar y el coqueteo con la OTAN y Rusia son falsos, porque Belgrado siempre se inclinará hacia Moscú en las cuestiones estratégicas. Pero ello no significa que Serbia y la Alianza Atlántica se cierren el camino hacia la reconciliación.