La coalición internacional contra el ébola va lenta y se asienta sobre un cúmulo de errores cometidos en el pasado reciente. Los casos de contagio van creciendo exponencialmente –doblan cada mes– y ya superan ampliamente los 3.000 en África occidental. Barack Obama, desde la tribuna de Naciones Unidas, ha alertado de la posibilidad de “cientos de miles de muertos” si la comunidad internacional no actúa diligentemente –lo que se está haciendo “no es suficiente”– y ha considerado la epidemia del Ébola “una amenaza creciente a la seguridad regional y global”. Un informe de los Centros de Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) de EEUU alerta de que sólo en África occidental (sobre todo en Liberia, Sierra Leona y Guinea) las muertes por ébola pueden llegar a 21.000 en el futuro más inmediato y, en el escenario más negativo, a 1,4 millones para finales de enero próximo.
Se da una correlación entre el nivel de pobreza y la velocidad del contagio en estos países, como apunta un buen análisis de Cristina Barrios para el Instituto de la UE de Estudios de Seguridad. Hay ya 15 países en riesgo de contagio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido una hoja de ruta para detener la epidemia del Ébola en nueve meses, aunque con 20.000 muertos más, y a un coste de al menos 1.000 millones de dólares. Probablemente se quede corta. El Consejo de Seguridad de la ONU, por unanimidad y con el posterior apoyo sin precedentes de 131 Estados, ha aprobado una resolución que califica la epidemia del Ébola en África occidental de “amenaza a la paz y la seguridad internacional”. La directora general de la OMS, Margaret Chan, lo ha calificado de “mayor reto en tiempo de paz” en la historia de Naciones Unidas, alerta que se suma a la del Banco Mundial avisando de un “golpe potencial catastrófico”, ya no sólo a las poblaciones sino a la economía de estos países, a los que aportará 400 millones de dólares. Cabe añadir también el peligro para la estabilidad política y social de estos Estados, donde los ciudadanos desconfían de cómo sus autoridades enfocan el control de la epidemia.
Pese a los recientes esfuerzos, las organizaciones internacionales han actuado tarde y mal. La ONG Médicos sin Fronteras (MSF), cuyos voluntarios se están dejando la piel, avisó de que venía esta epidemia bastante antes de que la OMS entrara en estado de alerta, y sigue proclamando que la ayuda es demasiado lenta y escasa. Obama ha reconocido “el fracaso de nuestro sistema internacional para mantenerse al día con un mundo interconectado. No hemos invertido lo adecuado en capacidad en sanidad pública en los países en vías de desarrollo”.
Laurie Garrett, autora del libro “La próxima plaga: nuevas enfermedades emergentes en un mundo desequilibrado” (1995), considera que las autoridades sanitarias sabían que estaba llegando el ataque del ébola, que se conocía cómo derrotarlo y no se hizo nada al respecto. No sólo no se aumentaron las aportaciones de los países al presupuesto de la OMS sino que tras la crisis financiera y económica que empezó en 2008, las ayudas extrapresupuestarias por parte de los países ricos –que doblaban el presupuesto de la Organización– se redujeron hasta secarse, con lo que la Organización se quedó en niveles pre-1990. Y en 2011, recuerda Garrett, la Asamblea Mundial de la Salud, que controla la OMS, le pidió a ésta que redujera sus aportaciones a la lucha contra enfermedades infecciosas en beneficio de otras no transmisibles como el cáncer o las de corazón.
El Consejo de Seguridad ha pedido a los países de Naciones Unidas que aporten apoyo financiero, político y médico para limitar la plaga y que no se interrumpan los vuelos a estos países, aunque todas las líneas aéreas comerciales han dejado de volar a los tres países más afectados, lo que dificulta la llegada de suministros. Es el gobierno de Ghana el que ha aceptado que el aeropuerto internacional Kotoka en Accra sirva para un puente aéreo en las respuestas al ébola. El coordinador de la ONU para el ébola, David Nabarro ha señalado que una acción masiva en estas semanas podría poner fin a la plaga. Pero se calcula que por cada paciente se necesitan tres personas de apoyo sanitario y de logística. Es decir, que la ayuda en personal tiene que ir tres o cuatro veces por delante del número de infectados. Tendría que ser una operación de escala militar. Estamos muy lejos de eso.
Una vez más, EEUU ha demostrado sus condiciones de superpotencia, también frente al ébola. Como potencia científica, pues los CDC cuentan con 15.000 empleados y un presupuesto anual de 11.300 millones de dólares, además de haber salido de laboratorios en EEUU los primeros tratamientos experimentales. Sobre el terreno es también el país más preparado y el que tiene más experiencia. Obama ha ordenado el envío de 3.000 soldados a Liberia, como parte de un puente aéreo para médicos, enfermeras, medicinas y hospitales de campaña, redirigiendo 750 millones de dólares –y más en el horizonte– del Pentágono para estos fines. El presidente de EEUU –dispuesto a liderar “pero no podemos hacerlo solos”– ha pedido a los dirigentes mundiales que aceleren su respuesta global al ébola, pero muchos arrastran los pies. Comprometidos a fondo de momento sólo están, además de EEUU, el Reino Unido y Francia, los tres países por otra parte más proclives a las intervenciones militares, más Cuba y algún otro. La UE va por detrás, con cierta timidez. La Unión Africana se está implicando, pero con medios escasos.
Frente al ébola se ha resucitado el concepto de “contención” que presidió por parte occidental la Guerra Fría. Pero en este caso, para tener éxito, se necesita que la comunidad internacional actúe de forma rápida, concertada y masiva. Como reflejan las citadas proyecciones, el tiempo juega a favor de la extensión de la enfermedad, aunque en el mejor de los casos esta sea una epidemia que se va a agravar antes de mejorar.