Cuando aún faltan pocos votos por escrutar, ya es posible saber muchas cosas sobre el resultado de las elecciones presidenciales y legislativas ecuatorianas, aunque todavía está pendiente de conocer la identidad de quién acompañará al correísta Andrés Arauz en la segunda vuelta. Algunas de las cosas que se saben habían sido previamente pronosticadas por las encuestas, como la fragmentación que caracterizará al Parlamento, con ningún partido que detente la mayoría absoluta, o el hecho de que la Unidad de la Esperanza (UNES), el movimiento de Rafael Correa, fuera la agrupación más votada.
Sin embargo, la jornada electoral aportó dos grandes sorpresas. La primera, la excelente votación conseguida por Yaku Pérez, candidato del movimiento indígena Pachakutik, que está inmerso en una intensa carrera por el segundo puesto con Guillermo Lasso, representante de la alianza derechista formada por el Movimiento CREO (Creando Oportunidades) y el Partido Social Cristiano (PSC). De este modo, Pachakutik ha obtenido su mejor y mayor votación en sus 25 años de vida política. La segunda, que gracias al excelente resultado de Xavier Hervas, de Izquierda Democrática (ID), lo que parecía una batalla a tres por la presidencia terminó contando con cuatro grandes protagonistas.
La emergencia de Pérez y de Hervas, que restó numerosos apoyos tanto a Arauz como a Lasso, se explica, en parte, por dos hechos importantes. El primero, en la voluntad de una proporción no menor de votantes que querían huir de los vicios de la vieja política, así como de los radicalismos y de la polarización existente, azuzados tanto por Correa como por Lasso, al beneficiar sus propios intereses. De hecho, cuando en la noche del domingo comenzó a apuntarse la posibilidad de que Pérez pudiera competir en el balotaje, el expresidente se dedicó a tuitear en apoyo de Lasso, algo que en otras circunstancias hubiera sido totalmente impensable.
El segundo, el apoyo de los jóvenes tanto a Pérez como a Hervas, en un país en el que se puede votar a partir de los 16 años (entre los 16 y los 18 el voto es opcional y de los 18 a los 65 obligatorio). Los dos tenían una serie de propuestas innovadoras, vinculadas al medio ambiente, a la renovación de la política ecuatoriana, en especial de la izquierda, encerrada en los últimos 15 años en el corsé del populismo bolivariano, pese a sus actuales invocaciones a un progresismo que no ha sido capaz de convencer a muchos.
Pérez y Hervas también se dirigieron a sectores sociales muy concretos. Mientras el primero se centró en los indígenas, el segundo hizo una campaña diferente, apoyándose en las redes sociales, y tuvo un importante crecimiento en las dos semanas previas a la votación, a tal punto que lo separan menos de cuatro puntos tanto de Pérez como de Lasso. El ascenso de estos candidatos restó un importante caudal de votos tanto al correísmo como a Lasso (casi 10 puntos a cada uno en comparación con las elecciones de 2017).
Si la carrera presidencial terminó dirimiéndose entre cuatro, la composición de la Asamblea Nacional será básicamente una cosa de cinco, ya que a efectos parlamentarios la alianza CREO–PSC no existía, y cada sigla acudió con sus propios candidatos. Es evidente que esto ha restado enormes posibilidades a la derecha, que podría haber conformado el segundo mayor grupo parlamentario, solo detrás de la UNES, de haber concurrido coaligada. Estos resultados dificultarán la gobernabilidad del país y conducirán a negociaciones permanentes para alcanzar las mayorías legislativas, que serán más importantes aún en la futura reconstrucción pospandemia.
Según las cifras provisionales, los cinco partidos más votados son UNES, 31,66%; Pachakutik, 17,38%; ID, 12,25%; CREO, 9,70%; y PSC, 9,38%. El Parlamento ecuatoriano está formado por 137 asambleístas, producto de la suma de 15 legisladores elegidos en una lista nacional, 116 en las circunscripciones provinciales y distritales y 6 por los ecuatorianos residentes en el exterior. Una estimación previa da la siguiente composición: UNES, 46 escaños; Pachakutik, 26; ID, 17; PSC, 17; CREO, 12 y otros 19, lo que confirma la sensación de ingobernabilidad.
Desde la perspectiva de Rafael Correa, el mejor adversario para la segunda vuelta es Guillermo Lasso. Con él funcionaría claramente la polarización instalada en el país y podría basar su campaña en el tradicional enfrentamiento izquierda/derecha, que tan buenos resultados le ha dado en el pasado. Sin embargo, las cosas serán muy distintas con Yaku Pérez, que no solo enarbola las banderas del indigenismo sino también la de la izquierda, aunque diferente de la bolivariana, caracterizada en Ecuador por su afán extractivista. Ahora bien, hasta que no se despeje la incógnita sobre la identidad de quienes compitan en la segunda vuelta no podrá saberse qué campaña deberá afrontar Ecuador y cuáles serán los ejes sobre los que se plantee.
De todos modos, de cara al balotaje, lo esencial será atraer el apoyo de los votantes con propuestas atractivas (y también novedosas). No es sencillo predecir el comportamiento de un electorado castigado por la pandemia y por la complicada situación económica (que no es producto solo de la mala gestión del gobierno de Lenin Moreno, sino también de la pesada herencia que dejó la llamada Revolución Ciudadana), un electorado que el domingo 7 de febrero ya castigó con su voto al gobierno saliente. Queda por ver, con la respuesta que dé el próximo 11 de abril, quien será el siguiente en padecer las iras de una sociedad hastiada de tanto sufrimiento.