La dimisión del Presidente Otto Pérez Molina tras varios meses de movilización ciudadana ha puesto a Guatemala en el centro del debate político internacional. Sin desconocer la presión popular ejercida sobre el Ejecutivo por las hasta ahora impotentes clases medias, han sido varios los actores involucrados.
Nada habría sido posible sin la contribución de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Se trata un órgano sin precedentes, creado en 2006 y financiado por la cooperación internacional (España ha invertido unos 10 millones de dólares en el mismo). Los recientes avances judiciales impulsados por la CICIG, liderada por el comisionado Velásquez, han desenmascarado una red de corrupción que afecta al núcleo duro del Gobierno. El más notable ha sido la investigación sobre una estructura de defraudación aduanera, “La Línea”, que ha indignado a la población. Según las primeras investigaciones, el secretario privado de la vicepresidenta dirigía una organización que controlaba las principales aduanas y exigía sobornos a los importadores guatemaltecos a cambio de exenciones fiscales. Todo ello, según la CICIG, con el consentimiento y dirección del presidente y la vicepresidenta.
La patronal, representada a través del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF) ejerce un elevado poder en el escenario político. El grupo terrateniente-empresarial se ha convertido en una suerte de Cámara Alta con poder de veto sobre cualquier medida del legislativo contraria a sus intereses. Aunque beneficiada por el sistema socio-económico, el CACIF exigió primero la dimisión de la vicepresidenta (en prisión provisional) y luego de Pérez Molina.
Otro actor histórico ha sido la representación norteamericana, cuyos embajadores han sabido hacer valer su condición de socio indispensable. Tras la crisis de menores migrantes centroamericanos no acompañados que colapsaron los centros de acogidas en Texas y Arizona durante el 2014, Washington presionó públicamente a Pérez Molina para que extendiera dos años más el mandato de la CICIG. En caso contrario, la CICIG hubiera tenido que cerrar en septiembre de este año.
La primera vuelta de las elecciones generales ha estado a la altura de la efervescencia política que vive el país; la participación ha alcanzado un 70%, la mayor de la breve historia democrática de Guatemala. Para sorpresa de muchos, se ha roto la regla no escrita según la cual el segundo en unas elecciones presidenciales era el virtual ganador de las siguientes. Esta vez, los votantes han dejado fuera a Manuel Baldizón. El Sr. Baldizón, respaldado por el partido LIDER que mantenía una mayoría en el Congreso, contaba hace apenas unos meses con una estimación de voto cercana al 30% gracias a su penetración en el interior rural e indígena, tradicionalmente alejado de los problemas de la capital.
Sin embargo, Baldizón también inspiraba gran rechazo no sólo entre las clases medias capitalinas, que le hizo blanco del hartazgo popular durante las movilizaciones de las últimas semanas por encarnar los vicios del sistema político, sino también entre los poderes fácticos tradicionales. De personalidad controvertida, discurso populista y relación desconfiada con el sector empresarial que no se esforzó por limar, Baldizón se vio sometido en las últimas semanas a una intensa campaña de desprestigio y miedo.
El gran vencedor de la primera vuelta fue el excomediante y actor Jimmy Morales. Supuesto candidato antisistema y representante del voto de castigo, logró el 25% de votos con un notable apoyo en los centros urbanos. Su discurso, sin embargo, sigue siendo ambiguo y centrado casi exclusivamente en la lucha contra la corrupción. Es difícil imaginar que un candidato novel, sin apenas estructura en el interior del país y sin cuadros haya conseguido semejante resultado sin algún tipo de apoyo empresarial.
Su rival en segunda vuelta será la ex primera dama durante el gobierno de Álvaro Colom, Sandra Torres. Aunque en ningún momento de la campaña electoral fue capaz de superar el 19% de intención de voto, consiguió en el último recuento desbancar por unas décimas a Baldizón. Torres mantiene un sólido respaldo en el área rural gracias al impulso que dio a los programas sociales durante la presidencia de su ahora ex marido, llegando a crear un verdadero ejecutivo en la sombra. Autodefinida como socialdemócrata, se espera que conquiste gran parte del caudal de votos de Baldizón. Aunque en su momento fue vista con desconfianza por el CACIF por su ideología de centro-izquierda, Torres ha sabido acercarse a la patronal y lleva como candidato a vicepresidente a un multimillonario empresario.
Sea cual sea el resultado del proceso electoral iniciado el pasado domingo 6 de septiembre, aún es pronto para saber si de él saldrá un gobierno con el respaldo y determinación suficiente como para aplicar una nueva política fiscal que mejore la distribución de la riqueza y rompa con el actual círculo de desigualdad, pobreza e inseguridad.