* Publicado el 4/7/2012 en Elpais.com.
Chipre, dividido desde la invasión turca de 1974, ha asumido la presidencia de la Unión Europea el 1 de julio, en un momento en el que el problema de la reunificación de la isla está lejos de solucionarse y cuando Ankara, que lleva siete años negociando sin apenas éxito su entrada en la UE, se niega a tener nada que ver con esa presidencia, ya que no reconoce a la República de Chipre. En palabras del presidente turco Abdulá Gül, la República de Chipre es un “país a medias, un país incompleto” que ha asumido una “presidencia a medias”.
El conflicto de Chipre, al igual que los del Sáhara Occidental y Palestina, se ha convertido en sinónimo de contencioso internacional insoluble. También pone en peligro la entrada de Turquía en la UE y, al estar Chipre fuera de la OTAN y Turquía dentro, las diferencias entre ellos obstaculizan la cooperación entre la UE y el Pacto Atlántico. “Comprendiendo que nunca serán una potencia mundial, los chipriotas han decidido conformarse con ser una molestia para el mundo”, declaró George Mikes, escritor británico de origen húngaro, más conocido por sus comentarios jocosos sobre diversos países.
El espinosísimo problema de Chipre lo agrava en la actualidad el contencioso por las prospecciones offshore de petróleo y de gas en la zona de Afrodita, que han enfurecido a Ankara. Es posible que el yacimiento, situado en la zona económica exclusiva (ZEE) de la República de Chipre, sea rico en ambas materias primas. El año pasado, la firma Noble Energy, con sede en Texas, descubrió un potencial de entre 5 y 8 billones de metros cúbicos de gas natural. Lo ideal sería que toda esa riqueza energética fomentara las perspectivas de reunificación, no que las frustrara todavía más. Después de todo, Afrodita es la diosa del amor. Para mayor complicación, la compañía operadora de Noble es en un 30% de capital israelí, ya que parte del yacimiento está en la ZEE de Israel. Mientras que las relaciones turco-israelíes, antes estrechas, se han deteriorado enormemente desde mayo de 2010, a causa del ataque israelí (en el que murieron nueve turcos) contra una flotilla de ayuda de bandera turca que trataba de romper el bloqueo impuesto a Gaza, las relaciones entre Nicosia y Tel Aviv nunca han sido mejores. Chipre e Israel firmaron hace poco acuerdos en materia de defensa y cooperación, al tiempo que este mismo año cazas turcos perseguían a aviones israelíes por “vulnerar” el espacio aéreo de la República Turca del Norte de Chipre (RTNC), no reconocida internacionalmente, que ocupa un tercio de la isla. La RTNC se proclamó unilateralmente en 1983, nueve años después de que Turquía invadiera Chipre tras una serie de enfrentamientos entre las comunidades y de que los greco-chipriotas trataran de incorporarla a Grecia.
Durante su presidencia, los greco-chipriotas quieren evitar a toda costa dar munición a Turquía sobre la reunificación. Sin embargo, es inevitable que este asunto atraiga las miradas, aunque solo sea porque los dirigentes de la UE conocerán de primera mano la situación de este diminuto país, dividido por la Línea Verde, patrullada por más de 900 soldados y policías de una fuerza de paz de la ONU.
Desde 2008, y a instancias del secretario general de las Naciones Unidas, Dimitris Christofias, presidente de Chipre, ha celebrado más de 150 reuniones con Derviş Eroğlu, líder de la RTNC, y con su antecesor Mehmet Alí Talat. La reunificación de la isla no es una condición imprescindible para la entrada de Turquía en la UE, aunque resulta difícil creer que esta pudiera ocurrir sin un acuerdo, pero sí es insoslayable que se cumpla el protocolo de Ankara de 2005. Desde diciembre de 2006, la Unión Europea ha suspendido las negociaciones sobre ocho de los capítulos que habrían de regir el acceso de Turquía a la UE, porque Ankara no ha abierto sus puertos y aeropuertos al tráfico greco-chipriota. En 2009, Chipre bloqueó la negociación de otros seis capítulos.
Los que ambas partes califican de problemas “esenciales” de la reunificación, aún pendientes, son la elección del Ejecutivo, el número de personas que serían ciudadanos de un Chipre unido y la propia concepción del régimen de propiedad (estrechamente relacionado con las cuestiones territoriales). En concreto, la invasión de 1974 provocó el desplazamiento de decenas de miles de greco-chipriotas y turco-chipriotas.
Christofias hizo algunos progresos con Talat, después del referéndum de 2004 sobre el plan de reunificación de Kofi Annan, exsecretario general de la ONU, y desde entonces las negociaciones “son de los chipriotas y ellos las lideran”, y la ONU facilita el proceso pero no lo dirige. El referéndum, mayoritariamente respaldado por los turco-chipriotas y masivamente rechazado por los greco-chipriotas, que veían en el plan un juego de suma cero, sobre todo beneficioso para la otra parte, se celebró una semana antes de que la República de Chipre entrara en la UE. Una vez garantizada la entrada en la UE, los greco-chipriotas no tenían incentivos para votar que sí.
Christofias no ha hecho apenas avances con Eroğlu, más intransigente, y esta es una de las razones de que no se presente a la reelección en 2013. Ambos dirigentes no se han reunido desde abril; en la actualidad Christofias es un presidente sin futuro y, de facto, las negociaciones están suspendidas.
Ambas partes comparten la idea de una “federación basada en dos zonas y dos comunidades”, pero, mientras que para los greco-chipriotas no sería una separación pura y dura de las dos comunidades sobre bases étnicas, los turco-chipriotas consideran que su futuro depende de contar con un territorio que sea exclusivamente suyo, o casi. La devolución de todos los bienes a sus propietarios greco-chipriotas originales imposibilitaría la creación de una unidad federal turco-chipriota, y la creación de áreas étnicamente homogéneas, que desean los turcos de Chipre, perpetuaría la división de la isla, contraviniendo la libertad de movimientos y el derecho a asentarse en cualquier lugar de la UE que esta propugna. La población de la comunidad greco-chipriota es 2,8 veces mayor que la de la TRNC, cercana a las 300.000 personas. Los greco-chipriotas quieren una federación compacta y un Estado unitario en el que la comunidad turco-chipriota tenga bien garantizados sus derechos, mientras que esta prefiere una federación más laxa, más cercana a una confederación, en la que gran parte de las competencias resida en cada una de las dos entidades, reservando poderes mínimos para el Gobierno central. En una federación, el poder fluye desde el Estado central a las unidades federales; en una confederación, va en sentido contrario.
Para los turco-chipriotas, lo que nacería sería un nuevo Estado, a medio camino entre la República de Chipre, controlada por los greco-chipriotas, y su propia entidad (modelo conocido con el nombre de “nacimiento de la virgen”), mientras que lo que los greco-chipriotas contemplan es una continuación de la República de Chipre, aunque con modificaciones. Los griegos de Chipre se temen que, al haber dentro del nuevo Estado federal una entidad turco-chipriota separada, asociada en igualdad de condiciones, los turcos de Chipre puedan considerar que tal situación les otorga el derecho a propiciar una disgregación como la registrada en Checoslovaquia a comienzos de la década de 1990.
Los turco-chipriotas quieren que el problema se trate en una conferencia multilateral, algo que la ONU rechaza hasta que haya pruebas fehacientes de que las negociaciones están en su última fase. Una situación que ni siquiera se atisba.
Para Turquía, la solución evidente es la partición, una palabra que también está calando entre la comunidad internacional. Sin embargo, esa situación penalizaría sin duda a los greco-chipriotas por la invasión turca de 1974, considerada contraria al derecho internacional. Moralmente, no estaría bien, pero ¿hay que condenar para siempre a los turco-chipriotas a vivir aislados, privándolos del derecho a la autodeterminación porque ambas partes carecen de voluntad política para alcanzar un acuerdo?
Si no pueden pactar una boda (para los greco-chipriotas, el plan de Annan era un matrimonio a punta de pistola), entonces quizá deban acordar amigablemente ir cada uno por su lado.
William Chislett fue corresponsal del Financial Times y es investigador asociado del Real Instituto Elcano.