(*) Publicado el 13/11/2013 en Elmundo.es.
Tras cuatro días de reunión de la cúpula del Partido Comunista Chino, ayer lunes se publicó el comunicado que presenta las líneas política maestras que seguirá el gigante asiático durante la próxima década.
Se confirma que los líderes de la quinta generación, encabezada por Xi Jinping y Li Keqiang, entienden que una nueva oleada de reformas económicas y administrativas es necesaria si China quiere mantener el espectacular ritmo de crecimiento de las últimas décadas.
Se quiere acelerar la transición de un modelo económico basado en las inversiones y en la exportación productos intensivos en mano de obra a un modelo más equilibrado con mayor peso del mercado interno y de actividades productivas menos contaminantes y con mayor valor añadido.
Dentro del propio régimen hay sectores que tienen enormes incentivos para oponerse a estos cambios. Los gobiernos locales y las grandes empresas públicas se han beneficiado enormemente de un modelo que les facilitaba el acceso a financiación barata y tenía escasos mecanismos de control.
Para intentar vencer esta resistencia se ha anunciado medidas novedosas como un «papel decisivo» del mercado dentro de la economía, que el sector privado operará en igualdad de condiciones que las empresas públicas, y, lo que es más importante, la creación de una comisión de alto nivel para supervisar la implementación de la nueva serie de reformas.
Esto sólo se logrará si se avanza conjuntamente en otras iniciativas repetidas previamente en múltiples ocasiones, como la reducción de las restricciones sobre las inversiones privadas, la mejorara de los servicios públicos, la abolición de las restricciones que pesan sobre la población de origen rural que vive en las ciudades, y el reforzamiento del sistema legal.
Juntos a estas promesas de revitalización de la economía, encontramos medidas menos alentadoras como la creación de un comité de seguridad estatal destinado a reforzar el control del Estado sobre la sociedad. Esta iniciativa evidencia la preocupación de las autoridades chinas sobre la creciente conflictividad social existente en China, especialmente en Tibet y Xinjiang, y probablemente redundará en un incremento del ya abultado gasto en seguridad nacional.
En cualquier caso, más allá de recibir con moderado optimismo un mensaje que se ajusta bastante a lo que necesitan la economía China y la economía internacional, no cabe duda de que ahora queda lo más difícil: que estas propuestas no sean mero papel mojado.
Mario Esteban es investigador principal del Real Instituto Elcano especializado en Asia-Pacífico | @wizma9