(*) Publicado el 22/6/2015 en El Periódico.
El juego de la gallina está llegando a su fin. La estrategia negociadora de Alexis Tsipras ha sido la de acercarse lo máximo posible al precipicio del Grexit y esperar a que los acreedores cediesen. Pues bien, el barranco está a la vista y ninguna de las dos partes ha levantado el pie del acelerador. Hoy los líderes de la eurozona se reunirán con Tsipras para llegar a un acuerdo de última hora. La tensión en los mercados es palpable.Grecia está a un paso del impago y a dos de salir del euro. La semana pasada los griegos sacaron 3.000 millones de euros de sus cuentas. Si la estrategia de los acreedores era debilitar a Syriza con la retirada de depósitos, parece que lo están consiguiendo.
Sin embargo, el pueblo griego mantiene su apoyo a Tsipras. Muchos griegos siguen con actitud desafiante. Dicen que no tienen nada que perder, y que entre más austeridad o salirse del euro prefieren esta segunda opción. La realidad, no obstante, es que los griegos todavía tienen mucho que perder. Grecia es un Estado rentista. Gran parte de su actividad económica está sustentada sobre los salarios de la función pública y las pensiones, de ahí que sean los funcionarios y los pensionistas los que apoyan con más entusiasmo a Tsipras. Syriza llegó al Gobierno como un partido radical. En tan solo seis meses se ha convertido en un Gobierno conservador que defiende con uñas y dientes las pensiones de los jubilados. Su prioridad son los mayores, no los jóvenes.
Esto es comprensible. En Grecia los pensionistas ponen y sacan gobiernos porque de media el griego se jubila a los 59 años. Algo inaceptable para el resto de europeos, pero el caso es que hay muchos hogares que dependen de esos ingresos fijos. En Grecia la protección social del Estado es mínima, y por lo tanto las pensiones son el pilar del Estado de bienestar. Si se recortan, se reduce la demanda interna y se rompe el contrato social. Lo más probable, sin embargo, es que Tsipras tenga que recortar en las pensiones. Si el ajuste es mínimo, su partido y sus votantes quizá lo acepten, pero si es grande muchos diputados votarán en contra. En ese escenario, a Tsipras no le quedará otro remedio que convocar un referéndum con una pregunta clara: «¿Acepta usted seguir en el euro bajo las condiciones firmadas por el Gobierno griego y las instituciones europeas?».
Referéndum y debate serio
Bruselas teme el referéndum. No debería. Un referéndum ayudaría a tener un debate serio sobre lo que tiene que ganar y perder Grecia si sale del euro. Por ahora todavía ganaría el sí, sobre todo si en el acuerdo hay una reestructuración de la deuda a cambio de reformas estructurales. Si ganase el sí, Tsipras ya no dependería del ala radical de su partido y contaría con un claro mandato para reformar el país. La ventana temporal para el referéndum, sin embargo, es limitada. Cuanto más tiempo Grecia esté sumergida en la inestabilidad económica y política actual, más gente pensará, erróneamente, que es mejor volver a los buenos tiempos del dracma.
Miguel Otero-Iglesias
Investigador principal de Economía Política Internacional del Real Instituto Elcano | @miotei