(*) Publicado el 21/6/2016 en El Periódico.
Las recientes filtraciones de los documentos de la negociación del Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés), que EEUU y la Unión Europea (UE) pretenden finalizar antes de fin de año, han vuelto a poner de manifiesto la suspicacia que este genera en una parte importante de la opinión pública. Muchos medios han aceptado la tesis de los más críticos, sentenciando que lo filtrado demuestra que el TTIP se está negociando de espaldas a la ciudadanía y sin control democrático.
¿Cuánto hay de verdad en estas afirmaciones? En toda negociación, ya sea comercial o de otro tipo, no existe transparencia absoluta. La necesidad de articular un espacio de confianza entre las partes, unida a que a ninguna le conviene mostrar sus líneas rojas porque eso debilitaría su posición, hace inevitable un espacio donde no haya luz y taquígrafos permanentes. Así se ha hecho con todos los acuerdos comerciales de la UE, pero también con las negociaciones sobre el programa nuclear iraní o el fin de la violencia en Irlanda del Norte, por ejemplo.
Esto no significa que no haya que demandar la máxima transparencia posible. En sociedades democráticas y con las herramientas que las nuevas tecnologías ponen a disposición de la ciudadanía, es inadmisible esconder el impacto que puede tener un acuerdo de estas características, que además de económico será geopolítico. Por ello, es imprescindible que se produzca un debate informado entre partidarios y detractores, alejado de estereotipos que muestran un convencimiento naíf en las inmensas bondades económicas del acuerdo o un temor de que vaya a terminar con el modelo social europeo.
Reacción lenta de la Comisión Europea
“La UE tiene un complejo sistema de contrapesos que asegura la legitimidad de sus acciones”
Ante la demanda ciudadana de mayor transparencia, la Comisión Europea ha reaccionado, aunque con lentitud. Ha hecho público el mandato de negociación del Consejo, ha publicado sus posiciones negociadoras, y ha permitido acceso a los detalles de la negociación a todos los miembros del Parlamento Europeo y a los funcionarios de los Estados miembros que lo soliciten. Además, informa tras cada ronda de negociaciones de los avances. EEUU no ha hecho nada similar y no se le puede exigir desde Europa que lo haga.
Respecto a la crítica de la falta de control democrático, se debe recordar que la UE tiene un complejo sistema de contrapesos que asegura la legitimidad de sus acciones, aunque no funcione a la manera de la democracia ateniense, como por cierto tampoco funcionan sus Estados miembros. Así, la Comisión, encargada de las negociaciones, tiene un presidente expresamente surgido del resultado de las elecciones al Parlamento Europeo. Igualmente, todos los comisarios han sido nombrados tras exigente proceso de audiencias y votación parlamentaria.
Como se ha señalado, para iniciar las negociaciones, la Comisión ha recibido el mandato del Consejo, institución en la que se reúnen los representantes de los 28 estados miembros de la UE. Si se llega a un acuerdo, habrá una nueva ronda de control democrático: el Parlamento Europeo tendrá que ratificarlo, y también tendrán que hacerlo los 28 parlamentos nacionales, ya que el TTIP cubrirá asimismo competencias no comunitarias. Esto último podría implicar incluso la celebración de algún referéndum de ámbito estatal.
Caladero de votos de partidos antieuropeos
Así pues, en este momento, ni la falta de transparencia sobre el TTIP ni su control democrático pueden ser calificados como los principales problemas del acuerdo. El TTIP genera tanta inquietud porque se ha convertido en el chivo expiatorio contra el que muchos europeos descontentos con la globalización, las políticas de respuesta a la crisis, la inseguridad laboral generada por el cambio tecnológico o el aumento de la desigualdad, canalizan sus frustraciones. En cualquier caso, conviene no exagerar ese rechazo, ya que los datos del último Eurobarómetro indican una sensible diferencia aún entre los que están a favor de la firma del acuerdo (el 53% de los europeos) frente a los que están en contra (el 32% de los mismos).
Los temores e inquietudes citados, caladero principal de votos de los nuevos partidos antieuropeos y populistas, deben ser tenidos en cuenta. De lo contrario, se corre el riesgo de que la UE acabe implosionando. Pero eso no significa que no se deba analizar el TTIP de forma equilibrada ni que sus negociaciones hayan de ser en la plaza pública. La democracia multinivel europea, con sus contrapesos, y los actuales niveles de transparencia sobre las negociaciones deberían garantizar que, en caso de llegar a un acuerdo y ratificarse, se trate de un buen acuerdo para Europa. En todo caso, esperemos el resultado de la negociación y valorémoslo entonces.
Salvador Llaudes
Investigador, Real Instituto Elcano | @sllaudes
Federico Steinberg
Investigador principal de Economía Internacional, Real Instituto Elcano | @Steinbergf