(*) Publicado el 13/1/2013. ElPaís-Negocios.
El auge de las potencias emergentes es, posiblemente, el fenómeno más importante que se ha producido en la economía mundial desde la revolución industrial. Desde hace dos o tres décadas, un conjunto de países en vías de desarrollo comenzaron a hacer las cosas bien: zanjaron sus conflictos armados, mejoraron la calidad de sus instituciones, invirtieron en capital físico y humano y aprovecharon la apertura de los enormes mercados de los países avanzados para exportar, convirtiéndose así en nodos fundamentales de las cadenas de valor globales. Pasaron así de representar menos del 35% de la producción mundial a principios de los años noventa a superar el 50% en la actualidad, modificando la geografía mundial del comercio y las inversiones y dando lugar a una economía cada vez más multipolar y desoccidentalizada. Estos cambios no implican que la renta per capita en estos países se haya acercado todavía al nivel que tienen los países ricos, ni tampoco que los problemas de pobreza y desigualdad no sigan siendo importantes. Sin embargo, muchos de los ciudadanos de los países emergentes tienen desde hace años la certeza de que sus hijos vivirán mejor que ellos, algo de lo que los europeos y los estadounidenses ya no están tan seguros.
Por si esto fuera poco, este proceso de convergencia entre la vieja periferia y el viejo centro se aceleró desde el estallido de la crisis financiera global en 2007 y de la gran recesión que le ha seguido. Mientras los países ricos tienen cada vez más problemas para crecer, tanto por su alto nivel de endeudamiento como por sus problemas políticos internos, los emergentes apenas sufrieron una leve recesión en 2010 y afrontan el año 2013 con perspectivas de crecimiento que, sin ser desorbitadas, continúan siendo elevadas (si se dan una vuelta por América Latina, Asia o África y preguntan por la recesión, nadie sabrá de qué están hablando). Así, el FMI prevé que en 2013 estos países, encabezados por Asia emergente, lideren el crecimiento de la economía mundial avanzando a tasas superiores al 5% (China, por encima del 8%), mientras que Europa permanecerá estancada y Estados Unidos seguirá teniendo un crecimiento que, si no hay altercados, apenas pasará del 2%. Como la economía mundial es cada vez más interdependiente, el hecho de que Estados Unidos y la zona euro hayan logrado disipar los dos mayores riesgos de cola que amenazaban su crecimiento (el precipicio fiscal y el colapso del euro) permite a los países emergentes respirar algo más tranquilos. No en vano, el crecimiento de muchos de ellos es aún muy dependiente de las exportaciones hacia los países avanzados. Sin embargo, poco a poco se están produciendo dinámicas globales novedosas que articulan el crecimiento al margen de los países avanzados. Así, los grandes exportadores de materias primas de América Latina y África venden cada vez más a los países asiáticos, hay cada vez más innovación en las empresas multinacionales (muchas de ellas, compañías públicas) de los países emergentes y en muchos de ellos están surgiendo nuevas clases medias que se lanzan al consumo de masas haciendo que el dinamismo de sus economías sea menos dependiente del entorno internacional. Esto es particularmente importante porque los ciudadanos estadounidenses no podrán ser los consumidores de último recurso indefinidamente y ni Europa ni Japón parecen estar capacitados para tirar de la economía mundial dados sus altos niveles de endeudamiento y sus poblaciones cada vez más envejecidas.
Por tanto, aunque en 2013 se pueda producir cierta desaceleración de la economía mundial y no pueda descartarse que las tensiones geopolíticas en Oriente Próximo vuelvan a disparar el precio del petróleo, todo parece indicar que las potencias emergentes seguirán creciendo a buen ritmo y serán el sostén principal de la economía mundial. Además, al ser países con sus cuentas públicas saneadas, niveles bajos de deuda pública sobre el PIB, altas reservas y población joven, tienen aún margen para utilizar políticas fiscales y monetarias contracíclicas en caso de que la crisis del euro o la negociación del techo de deuda en Estados Unidos les den algún susto.
Esto permitirá que el proceso de convergencia y cambio estructural que está experimentando la economía mundial desde hace años, caracterizado por el declive relativo de Occidente y el ascenso gradual de las potencias emergentes, siga su curso durante 2013. Desde un punto de vista geopolítico, el gran reto de la comunidad internacional será conseguir hacer un hueco a estos nuevos actores globales (y sus intereses) en el marco institucional existente. De que lo consiga dependerá que esta etapa de transición en la economía global sea tranquila o venga marcada por crecientes conflictos comerciales, financieros y energéticos.
Federico Steinberg es investigador Principal del Real Instituto Elcano y profesor de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid | @Steinbergf