(*) Publicado el 28/3/2016 en Bez.
Apenas llevamos tres meses y ya nos damos cuenta de que este no es un año más. Tras un 2015 que se ha visto lleno de elecciones que han determinado el rumbo de numerosos Estados miembros (Grecia, Reino Unido, Finlandia, Polonia, Portugal o España) y al que le ha acompañado el comienzo de una crisis de refugiados sin parangón desde el fin de la II Guerra Mundial, nos encontramos con un 2016 que va a determinar en gran medida si los cimientos del proyecto europeo son lo suficientemente sólidos.
Crisis. Tenemos tanta experiencia con la palabra que no nos debería asustar verla escrita otra vez. Es más, debería ser considerada como lo que verdaderamente es: sí, un problema, pero también una oportunidad. No obstante, la concatenación y la, cada vez, mayor rapidez y profundidad de las crisis en la UE, está poniendo en serio riesgo el futuro de la Unión. Si difícil fue la resolución -parcial, no completa- de la crisis económica, con una desunión cada vez mayor entre los Estados acreedores y los deudores, y con la figura de Alemania por encima de todos ellos, más aún lo está siendo la crisis de refugiados, que está poniendo en riesgo incluso algo que pensábamos era intocable hace muy poco, el espacio Schengen.
Europa tiene muchos problemas
El problema es que la UE tiene muchos problemas. A la crisis económica general le siguió la crisis del euro, a esta la crisis de refugiados, y luego una crisis abierta a principios de año con Polonia por la situación del Estado de Derecho en dicho país. Además, corremos el riesgo de la que puede venir en caso de que se acabe produciendo el Brexit. No es menor la crisis de desafección ciudadana respecto de las instituciones comunitarias, que se ha visto acompañada a lo largo de todos estos últimos años de una crisis del propio proyecto en sí mismo: ni quienes creen en él tienen claro del todo hacia dónde debe caminar la UE.
“Las cifras muestran que la credibilidad está en entredicho incluso en opiniones públicas tan, a priori, europeístas, como la española”
Las cifras muestran que la credibilidad está en entredicho incluso en opiniones públicas tan, a priori, europeístas, como la española. Así, un reciente estudio de la Universidad de Edimburgo señalaba que hasta un 47% de los españoles estaría a favor de un referéndum por la salida de España de la UE. Pero no sólo España. También pedían un plebiscito el 53% en Francia, el 49% en Suecia, el 45% en Alemania, el 39% en Polonia y el 38% en Irlanda. Números inimaginables hace apenas unos años. Se ha abierto la veda tras las negociaciones británicas; ahora todos quieren “su” Brexit. No extraña por tanto que la presencia de los euroescépticos sea cada vez mayor en los distintos parlamentos nacionales, donde tienen la posibilidad de marcar la agenda, al margen ya de si logran vencer electoralmente o no.
Así, en países como Suecia, Dinamarca, Finlandia o Hungría están presentes y son muy activos. Por no hablar de Polonia, donde el partido- gobernante, Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco), está ensayando un iliberalismo incipiente, o del oscuro futuro que se avecina en las elecciones generales de los Países Bajos de este mismo año, donde las encuestas señalan la victoria de Geert Wilders. Aunque el escenario más preocupante para Europa en estos momentos es el de un triunfo electoral de Marine Le Pen en las presidenciales francesas de 2017.
Lo último electoralmente es el resultado de los recientes comicios regionales en Alemania. En ellas, Alternativa por Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), partido anti-euro en sus orígenes y con una clara evolución anti- inmigración al calor de la crisis de refugiados y la política de Merkel al respecto, ha logrado un resultado espectacular, situándose en una tercera posición general e incluso en la segunda, solo por detrás de la CDU, en la región de Sajonia-Anhalt. Esta deriva es preocupante, tanto más porque Alemania formaba parte hasta la fecha de un reducido grupo de países europeos en los que el populismo xenófobo no tenía una representación política importante. Apenas quedan España, Portugal o Irlanda en esa lista.
Ausencia de ambiciones
En un ambiente así no parece que ejercicios ambiciosos, como debería ser la elaboración de una nueva estrategia global europea que afronte los retos a los que se enfrenta la Unión Europea, vayan a tener un recorrido demasiado destacado, a pesar del impulso que le está dando la Alta Representante Federica Mogherini, que tiene como objetivo aprobarla en junio de este año. En la misma, se tratarán numerosas cuestiones, como el rol de la UE como potencia normativa en el mundo, la situación en el vecindario oriental europeo, o el vínculo de seguridad interior–seguridad exterior, que no debe disociarse. Pero es difícil que tenga un claro impacto. O al menos será así hasta que no haya un compromiso claro para resolver el desafío principal al que se enfrenta la UE: la crisis de refugiados. Hasta entonces, no habrá posibilidad de enfrentarse a otros retos de forma eficaz. Y, para ello, será esencial dejar la cortedad de miras y pensar en clave europea y no nacional.
“La UE puede demostrar una vez más que, a pesar de los pesares, su existencia sigue cimentándose sólidamente”
La reimposición de fronteras no puede solucionar un conflicto que necesita, al menos, de una verdadera política de asilo común, de acuerdos con Turquía (a pesar de las dudas que plantea desde la legalidad internacional lo negociado con el país otomano) y que cese el conflicto en Siria. La UE ha de centrar sus esfuerzos en lograr una solución estable a una cruenta guerra civil que ha dejado ya casi cinco millones de refugiados. Ya llega la primavera.
En el horizonte está el verano. Pronto, como cada año, habrá un incremento de la presión migratoria. El 23 de junio sabremos, además, la solución al rompecabezas británico. Estos dos serán los hitos que marquen la primera parte del año, pero la respuesta a los mismos por parte de la Unión será al menos tan importante. La UE puede demostrar una vez más que, a pesar de los pesares, su existencia sigue cimentándose sólidamente y que, incluso, el proyecto podría verse reforzado si un grupo de países europeístas de la eurozona decidiese dar un paso adelante en la construcción comunitaria. Conviene no descartar nada. Aunque para eso habrá que esperar al menos hasta 2017.
Salvador Llaudes
Investigador, Real Instituto Elcano | @sllaudes