Se ha evitado el «Grexit», pero la UE ha de cambiar

(*) Publicado el 15/7/2015 en El Periódico.

El juego del gallina entre el coche griego, pilotado por Tsipras, y el alemán, conducido por Merkel, se ha resuelto. Estaba claro que quien convenciese al otro de que estaba dispuesto a lanzarse al precipicio del ‘Grexit’ iba a ganar la carrera. Por un tiempo, parecía que Tsipras tenía los nervios de acero. Hasta convocó y ganó un referéndum para asustar a Merkel. Pero, al final, los que se asustaron fueron los propios helenos. El copiloto Varoufakis se lanzó del coche en marcha, y a Tsipras no le ha quedado otro remedio que tirar del freno de mano.

Nos guste o no, el juego lo ha ganado Schäuble, copiloto de Merkel. En las últimas semanas, el ministro de Finanzas alemán ha convencido a todo el mundo de que está preparado para el ‘Grexit’. Prueba de ello es que el sábado en la negociación del Eurogrupo insistió en que si Grecia no cumplía, tendría que salir del euro cinco años, reestructurar la deuda, reformar y después intentar volver. Su mensaje fue rotundo: «o haces reformas dentro del euro o fuera, pero si no las haces, no te queremos en el club». ¿Qué se puede hacer ante tal determinación? Muy poco. Es por eso que Tsipras ha tenido que claudicar y aceptar prácticamente todas las condiciones de los acreedores.

La realidad es que las opciones de Syriza siempre fueron limitadas. Es muy difícil intentar cambiar las reglas del juego de toda una zona euro de 330 millones de personas desde un país de 11 millones. Si además lo haces dando portazos, diciéndole a tus socios que tú sabes más que ellos, y al ver que no te hacen caso, los insultas, la tarea pasa de hercúlea a imposible. El error de Syriza fue plantear la disputa como una batalla entre la democracia griega y la tecnocracia autoritaria de la UE.

El capital político de Tsipras

En el Eurogrupo y en las cumbres de la zona euro no se sientan tecnócratas, sino los representantes democráticos de todos los países de la unión monetaria. Es decir, finlandeses, eslovacos y estonios (que simpatizan menos con Grecia que los españoles) tienen el mismo poder de voto que los griegos. Y su mensaje ha sido también claro: «nosotros hemos hecho duras reformas para estar en este club, ahora os toca a vosotros».

¿Todo esto es una humillación para Tsipras? No necesariamente. Grecia tiene que realizar reformas. La mayoría de los griegos lo sabe. Tsipras va a perder el ala dura de Syriza, pero todavía le queda mucho capital político. Tanto el pueblo como la oposición están con él. Algo inaudito. Solo un amplio consenso de los griegos puede hacer que las reformas se lleven a cabo.

Y ahora que han visto de cerca el precipicio del ‘Grexit’ (y todos los políticos les han advertido de sus peligros), la motivación será alta. Eso sí, la UE no puede funcionar así. Los juegos del gallina están prohibidos por algo. Llevan a la muerte. Esta experiencia nos demuestra que necesitamos estructuras democráticas europeas. No puede ser que Merkel decida siempre el futuro de la unión. Ella es la legítima representante de los alemanes, pero no del resto de ciudadanos de la zona euro.

Miguel Otero-Iglesias
Investigador principal de Economía Política Internacional del Real Instituto Elcano
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