(*) Publicado el 19/9/2015 en Expansión.
El 20 de septiembre, nueve meses después de las últimas elecciones, los griegos están de nuevo llamados a las urnas. Tendrán que elegir entre dos opciones poco apetecibles. Un nuevo gobierno liderado por Syriza, que tras ganar las elecciones de enero, estar a punto de sacar a Grecia del euro y sufrir una escisión de su ala más radical al acordar un tercer rescate con la Troika, aparece ahora como un partido mucho más moderado y comprometido con el Memorando de Entendimiendo. Aunque Tsipras sigue siendo el líder más carismático y la mayoría de griegos piensa que “dio la batalla en Europa” (y la perdió), algo que sus predecesores ni siquiera intentaron, votarlo implica apoyar la continuidad de las políticas de ajuste. La otra opción es un gobierno liderado por Nueva Democracia, el partido conservador que estuvo en el poder de 2012 a 2015 y que, para más de dos tercios de los votantes, representa –junto a los hoy cuasi desaparecidos socialdemócratas del Pasok– los viejos hábitos de la oligarquía, la corrupción y el rentismo que han devastado la política y la economía griegas. Votarlo implica asumir también al 100% el Memorando y continuar con las mismas políticas.
Desde la óptica del deprimido y empobrecido votante griego que no quiere apoyar a las opciones más radicales de la izquierda o a los neonazis de Amanecer Dorado, la elección es, por tanto, entre dos partidos con una política económica muy parecida (aunque sus programas tengan importantes diferencias en los aspectos no económicos, la clave para Grecia sigue siendo qué se hace con el gasto público, los impuestos, las reformas estructurales y el sistema bancario; es decir, la relación con Europa).
Sin embargo, desde el punto de vista de la estabilidad del euro y de los mercados financieros, ésta es la primera elección en mucho tiempo en Grecia que, a pesar de generar incertidumbre a corto plazo (sobre todo hasta que se forme el gobierno, que tendrá que ser de coalición), podría abrir un largo periodo de estabilidad. Así, paradójicamente, a pesar de haber estado más cerca del Grexit que nunca y de que se vaya a producir el sexto cambio de gobierno desde el comienzo de la crisis en 2009, esta elección podría dar lugar a un ejecutivo con opciones de completar la legislatura y de implementar buena parte del Memorando. De ser así, Grecia podría empezar a ver la luz al final del túnel.
Viento a favor
Con los 86.000 millones de euros que recibirá durante los próximos tres años si avanza en las reformas (a los que, seguramente, se sumarán otros tantos provenientes de la reestructuración de su deuda a partir de otoño) debería poder volver a crecer y crear empleo, aunque sea de forma lenta. Además, con una relajación de las políticas de austeridad en relación al pasado, el BCE comprando deuda griega con su programa de expansión cuantitativa, el sistema bancario recapitalizado, el euro depreciado, el petróleo barato y la inversión extranjera dispuesta a volver a Grecia y entrar en las empresas que se van a privatizar por la desaparición del riesgo de redenominación (al menos, por el momento), los astros parece que por fin podrían alinearse para que el país pueda comenzar a salir del hoyo.
Ni siquiera la materialización de este escenario benigno servirá para devolver a la población griega la ilusión, el optimismo, ni la sensación de que la zona euro tiene enormes problemas de funcionamiento y legitimidad (algo que, por otra parte, es totalmente cierto). Pero ahora, una vez que parece estar claro que Grecia no saldrá del euro, la estabilidad política es la clave para evitar que el crecimiento se esfume, algo que ya sucedió antes en varias ocasiones, bien por adelantos electorales precipitados, bien por errores de bulto de la Troika.
El camino no será fácil. Los políticos griegos han demostrado en los últimos años su sobrada capacidad para generar “accidentes”, las reformas seguirán siendo percibidas como impuestas desde fuera, por lo que su legitimidad será dudosa, y, por si fuera poco, existen serias dudas sobre la capacidad de la administración para implementarlas. Pero, pese a todo, estas elecciones podrían marcar el principio del fin de la crisis griega.
Federico Steinberg
Investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid | @Steinbergf