(*) Publicado el 27/12/2013 en Expansión.
Gracias al compromiso del Banco Central Europeo (BCE) de asegurar la supervivencia del euro, los avances en la unión bancaria europea y las reformas y ajustes puestos en marcha por el gobierno, España pudo evitar un rescate completo y estabilizar su economía. El problema es que el crecimiento registrado desde la segunda parte de 2013 es muy débil y todavía no ha conseguido reducir el paro.
2014 debería ser un año de continuidad y transición. De continuidad porque es difícil vislumbrar eventos que pudieran alterar el rumbo de débil recuperación de la economía española (ni deteniéndola, ni acelerándola). Y de transición porque, a lo largo del año 2014, aunque puedan hacerse avances, ni se completará del todo la unión bancaria ni se darán pasos en las uniones fiscal y económica, que son imprescindibles para dejar definitivamente atrás la crisis del euro. Será otro año de necesarios ajustes y reformas encaminadas a asegurar la solvencia de la economía española a través del aumento de su crecimiento potencial, de modo que pueda ir forjándose un modelo de crecimiento más sólido y sostenible. A pesar de esta predecible hoja de ruta, 2014 plantea incertidumbres, lo que exige estar atentos a riesgos y oportunidades que podrían aparecer en tres niveles (el internacional, el europeo y el nacional) y que tendrían impactos (desiguales) sobre la evolución económica española.
En el plano internacional, la principal incertidumbre se deriva de cómo reaccionarán los mercados financieros a la retirada de estímulos monetarios que se espera que la Reserva Federal de Estados Unidos lleve a cabo a lo largo del año 2014. El mero anuncio de este tapering en mayo de 2013 introdujo unas tensiones financieras no vistas desde el inicio de la crisis en 2008. Precipitó grandes salidas de capital de los mercados emergentes, lo que hundió sus monedas, aumentó sus primas de riesgo, apreció el dólar y puso sobre la mesa la posibilidad de una desaceleración en el crecimiento de la economía mundial. Pero ahora que los mercados descuentan que la política monetaria estadounidense se volverá más restrictiva, y que además lo hará de forma gradual para reducir tanto la incertidumbre como la volatilidad, no es de esperar que se produzcan tensiones demasiado fuertes. El impacto sobre España es difícil de anticipar: la apreciación del dólar podría beneficiar a las exportaciones españolas, pero la restricción monetaria estadounidense podría drenar crecimiento a la economía mundial en su conjunto y, además, la menor liquidez global podría encarecer las condiciones de financiación de la deuda pública española si el BCE no toma medidas para compensarla.
En el nivel europeo lo más importante que sucederá en 2014 será que el BCE asumirá las funciones de supervisor bancario único para los casi 130 mayores bancos de la zona euro, lo que supondrá el primer gran paso hacia la unión bancaria. Se trata de un elemento esencial de la nueva arquitectura del euro, que tiene como objetivo romper el círculo vicioso de retroalimentación entre deuda soberana y deuda bancaria, así como revertir la fragmentación de los mercados financieros de la zona euro que se inició en 2011. Completar la unión bancaria – que además de un supervisor único requiere de un fondo de resolución común y de un fondo de garantía de depósitos común (a ser posible financiados con recursos europeos y no nacionales) – es esencial para la economía española. En la medida en la que se vaya completando permitirá despejar las dudas sobre los bancos de la euro zona y podría mitigar el problema de los altos costes de financiación a los que se enfrentan las PyMES de los países del sur de Europa.
Sin embargo, antes de que el supervisor único entre en vigor, el BCE realizará un análisis exhaustivo de la calidad de los activos del sistema bancario europeo y un stress test de sus balances (lo que se conoce como Asset Quality Review, AQR), con el fin de identificar necesidades de recapitalización. Y ahí es donde aparece un riesgo para España: aunque es poco probable que los bancos españoles necesiten capital adicional (ya han recibido una inyección de más de 44.000 millones de euros para limpiar sus balances), sí que se esperan “agujeros” en algunas instituciones financieras de países que todavía no han recibido ayudas. Como las necesidades de capital deberán ser cubiertas con fondos nacionales (incluyendo la aplicación de las normas sobre bail-in inspiradas por el rescate de Chipre), en caso de ser elevadas podrían generar tensiones en los mercados de deuda de la zona euro, que afectarían a España. De hecho, el BCE se encuentra ante un dilema: si su AQR detecta demasiadas entidades insolventes o infra capitalizadas podría propiciar un pánico que devolvería a la zona euro a los peores momentos de la crisis. Pero si solo detecta “agujeros” pequeños podría ver minada su credibilidad, tanto como supervisor futuro como en sus labores de gestor de la política monetaria.
Al margen del avance de la unión bancaria, para la economía española será clave que las principales economías de la zona euro (que acaparan el 62% de las exportaciones españolas) sean capaces de sostener su crecimiento.
Ya en el nivel nacional, el principal reto de la economía española será sostener la tímida recuperación económica y permitir que ésta se traduzca poco a poco en creación de empleo. Como familias, empresas y administraciones están muy endeudadas tendrán poco margen de maniobra para hacer crecer la demanda interna. Por lo tanto, será imprescindible que el sector exterior mantenga el buen comportamiento que está demostrando en los últimos años. Sin embargo, sería recomendable que, poco a poco, las ganancias de competitividad que exhiben las empresas españolas en el exterior se debieran menos a la reducción de salarios y más al aumento de la productividad y a la innovación. Esto supone continuar construyendo un modelo productivo distinto, con mayor peso del sector comercializable, más intensivo en conocimiento, más capaz de adaptarse a las cambiantes condiciones del mercado, y con empresas más grandes, mas internacionalizadas y capaces de insertarse en las nuevas cadenas de suministro globales, lo que supone atraer inversiones extranjeras para desarrollar nuevas ventajas comparativas y terminar exportando más y mejores productos. Esto supone continuar con el ambicioso programa de reformas estructurales iniciado en 2010 para lograr un modelo de crecimiento más sostenible. Asimismo, España necesita continuar diversificando el destino de sus exportaciones e inversiones en el exterior hacia mercados con mayor potencial de crecimiento; es decir, fuera de la Unión Europea. Para ello será clave redoblar los esfuerzos en diplomacia comercial e inteligencia económica.
Federico Steinberg es investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid | @Steinbergf