(*) Publicado el 29/12/2014 en El Universal (México).
La irrupción de Podemos fue una bola de nieve que creció a golpe de encuesta y de numerosas declaraciones en su contra. Estas noticias comenzaron a repercutir en América Latina, dada la proximidad de sus líderes con ciertos países y regímenes de la región, y también porque España pudiera vivir una experiencia bolivariana.
Muchos observadores bien intencionados comenzaron a ver lo que ocurría en España y advirtieron del peligro de un gobierno populista. A esto contribuyó que Pablo Iglesias realizara una encendida defensa de Hugo Chávez y otros presidentes bolivarianos en sus programas de televisión; que Juan Carlos Monedero haya sido asesor político de Chávez o que Íñigo Errejón realizara su tesis doctoral sobre la Bolivia de Evo Morales. Y también la participación de Iglesias y Errejón en el Encuentro Latinoamericano Progresista, en Quito.
En este viaje por América Latina fueron recibidos por Evo Morales, Rafael Correa y José Mujica.
Ante la presión recibida, los dirigentes de Podemos cambiaron su discurso. De recordar las enseñanzas provenientes de América Latina o la importancia del modelo ecuatoriano o venezolano se pasó a hablar de los países escandinavos (Noruega, Suecia o Finlandia).
El giro dialéctico y la idea de que no son de izquierdas ni de derechas responde a la dificultad de replicar el discurso bolivariano en España y ganar las elecciones.
La trayectoria política de los dirigentes de Podemos la han marcado la política latinoamericana y el populismo de Ernesto Laclau. Creen que el descrédito del bipartidismo, asentado en el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista (PSOE), permitiría su victoria electoral e insisten en la ventana de oportunidad que tienen para llegar al poder, algo real pero pasajero.
Hay otras similitudes con América Latina. Como los partidos y movimientos populistas que conquistaron el poder, Podemos es hijo de la democracia y de la Transición española. O la potenciación de los movimientos sociales para que se alineen tras sus propuestas de cambio. Pese a ello, no se presentan como
abiertamente revolucionarios. Otro punto es su deseo de convocar una Asamblea Constituyente que siente las bases de la República tras eliminar a la monarquía.
También hay grandes diferencias. A diferencia de Venezuela, Bolivia, Ecuador o incluso Argentina, los grandes partidos españoles no están liquidados. Están golpeados y desacreditados, pero de momento tienen bastante recorrido. La renta per capita de España es de 30.000 dólares (cifras de 2012), frente a los 11.400 de Venezuela; los 4.400 de Ecuador o los 2.400 de Bolivia (pese a las mejoras de la última década). El peso de las clases medias es mayor y su propensión a asumir determinados riesgos políticos menor.
Si bien en España hay numerosos desocupados y ha aumentado la desigualdad, las diferencias son abismales.
Otra diferencia de importantes consecuencias para Podemos es la vigencia del parlamentarismo en España frente al fuerte presidencialismo latinoamericano.
Si un líder triunfa en América Latina y ocupa la presidencia, cualquiera que sea la ventaja obtenida, su margen de maniobra es amplio, pero, en un sistema parlamentario si un partido gana sin mayoría absoluta los minoritarios pueden aliarse entre si y formar gobierno, o en cualquier momento impulsar una moción de censura.
Hasta ahora y de forma eficaz Podemos ha ocupado la izquierda del PSOE. Su primer objetivo es fagocitar a Izquierda Unida (IU), una coalición del Partido Comunista y otras agrupaciones menores, aunque su éxito dependerá de la resistencia de IU y la capacidad de seguir vendiendo exitosamente su programa. Pero una cosa es tener presente a Venezuela y otros países de la región y otra sembrar el alarmismo pensando en una repetición mecánica. De momento resulta muy positivo que toda la frustración generada por la crisis la canalice un partido presente en las instituciones y no en violentas algaradas callejeras.
Carlos Malamud es investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano | @CarlosMalamud