(*) Publicado el 11/12/2014 en Expansión.
En junio de 2012 Mario Draghi, el Presidente del Banco Central Europeo (BCE), salvó el euro. Afirmó que haría lo que fuera necesario para defender la moneda única. Y sus palabras bastaron para que los mercados interpretaran que el BCE actuaría por fin como prestamista de última instancia para los gobiernos que sufrieran ataques especulativos, lo que eliminó el riesgo de redenominación en los mercados financieros de la zona euro y ahuyentó a los especuladores, que entendieron que nunca podrían ganarle a quien tiene la máquina de imprimir billetes. Unos meses más tarde, en septiembre de 2012, Draghi explicó que su defensa del euro se instrumentaría, de ser necesario, mediante el programa OMT (Outright Monetary Transactions), por el que los países que lo necesitaran podrían solicitar que el BCE comprara cantidades ilimitadas de su deuda pública en el mercado secundario, previa solicitud de un mini programa de rescate al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), en el que se tendrían que comprometer a avanzar en los ajustes y en las reformas estructurales.
El programa OMT nunca ha tenido que ser utilizado. Pero, en Alemania, la idea de que el BCE pudiera comprar cantidades ilimitadas de deuda soberana de países de dudosa solvencia resultó inaceptable para los sectores más ortodoxos, por lo que miles de personas llevaron el caso ante su Tribunal Constitucional, con sede en Karlsruhe. Sostenían que el programa OMT suponía una violación de los tratados europeos (que prohíben explícitamente la monetización del déficit público de un país por parte del BCE, así como que unos países puedan hacerse cargo directa o indirectamente de la deuda contraída por otros), por lo que iba más allá de lo que los ciudadanos alemanes se habían comprometido a aceptar en términos de solidaridad cuando ratificaron el Tratado de Lisboa.
Desde entonces, aunque los mercados financieros se hayan calmado y las primas de riesgo de España o Italia estén ya por debajo de los 200 puntos básicos, el euro ha seguido pendiente de un hilo. Si la corte de Karlsruhetumbaba el OMT, la crisis de deuda en los países del sur de Europa podría volver a agudizarse. Finalmente, tras más de un año de deliberaciones, el tribunal ha hablado. En un fallo con seis votos a favor y dos en contra, considera que el programa OMT excede el mandato del BCE y viola, por tanto, el derecho primario comunitario. Sin embargo, en vez de considerarlo inconstitucional según la legislación alemana, opta, por primera vez en su historia, por pasarle la patata caliente al Tribunal Europeo de Justicia para que dirima la cuestión. Ahora habrá que esperar más o menos un año y medio para que este tribunal se pronuncie.
Aunque es imposible anticipar que dirá, es probable que dé vía libre al programa del BCE. A lo largo de su historia, este tribunal se ha caracterizado por ser uno de los motores de la integración (tanto en el caso del “Cassis de Dijon” como en el caso “Bosman” sus decisiones contribuyeron a consolidar el mercado interior europeo). Ha fijado jurisprudencia sobre la supremacía de los tratados europeos sobre las legislaciones nacionales, lo que ha supuesto que, en momentos de litigios, casi siempre ha optado por dar un espaldarazo al proceso de integración europea. En este caso, legitimar la actuación del BCE (algo que, por lo demás, muchos economistas y juristas de prestigio, incluidos varios alemanes, han hecho ya) supondrá permitir que el proyecto de unión monetaria, que en última instancia forma parte del proyecto político de construcción de una Europa unida y próspera, siga avanzando. De pronunciarse en esa dirección, supondría además una importante lección para Alemania: significaría que, “de facto”, el BCE es el banco central de todos los países de la zona euro y que su obligación es, por lo tanto, asegurar la supervivencia del euro (además de controlar la inflación), aunque para lograrlo tenga que tomar medidas que no gusten a parte de la opinión pública alemana, que sigue creyendo el euro en realidad no es una unión monetaria, sino un sistema por el que todos los países de Europa obedecen al Bundesbank.
Pero, incluso si el Tribunal Europeo de Justicia se pronuncia de forma ambigua, o en otra dirección, al menos lo hará una vez que los exámenes a los bancos europeos que tendrán lugar a lo largo de este año hayan pasado, que el supervisor único de la unión bancaria haya entrado en funcionamiento y, tal vez, que las economías del sur de Europa hayan retornado al crecimiento y comenzado a reducir sus altas tasas de desempleo.
En definitiva, con la decisión del Tribunal Constitucional alemán, se salva otro de los muchos obstáculos de la crisis del euro. Se hace camino al andar.
Federico Steinberg es investigador Principal del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid |