* Publicado el 25/1//2013 en El País (La Cuarta Página) .
España tiene las fronteras más próximas a Malí de cuantos Estados forman parte de la Unión Europea. También es el más cercano a Argelia. En este país magrebí se encuentra la base originaria de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Al sur, en la demarcación saheliana de aquel otro país, es donde esta organización yihadista, una de las extensiones territoriales de Al Qaeda, hace años que venía disponiendo de algunos enclaves a modo de santuario. Pero desde la pasada primavera, en estrecha y eficaz coordinación con dos entidades de su misma orientación ideológica —su escisión, el denominado Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO), y Ansar al Din— ha conseguido instaurar un verdadero condominio yihadista en prácticamente todo el norte de Malí. Situación análoga no tanto a la de Afganistán o Somalia como a la de las áreas tribales situadas en el noroeste de Pakistán.
Ese condominio es un foco de terrorismo que se proyecta ante todo sobre la población local, mayoritariamente musulmana y sufí, que padece el control social impuesto por miles de fanáticos muy bien armados. También es un foco de amenaza para el conjunto de la fracturada Malí. No en vano, la intervención militar francesa se precipitó, a petición de las autoridades malienses, cuando AQMI y sus aliados iniciaban una ofensiva hacia Bamako. Supone igualmente un foco de amenaza a la estabilidad de otros países situados entre el Magreb y el Golfo de Guinea —como evidencia el asalto a la planta gasística de Tigantourine—, ampliado con el estrechamiento de relaciones entre las tres organizaciones mencionadas y la nigeriana Boko Haram. Además, constituye un foco de amenaza para Europa occidental, en especial para Francia pero asimismo para otras naciones como España.
La proximidad geográfica a dicho foco de actividad terrorista es fundamental a la hora de valorar sus implicaciones para nuestro país, pues favorece el tránsito de personas de una a otra orilla del Mediterráneo y con ello las posibilidades de que yihadistas activos en el Magreb o el Sahel penetren en suelo español. Pero no es el único factor a considerar. Si prestamos atención a los pronunciamientos de AQMI o Ansar al Din, hallamos también razones para afirmar que España se encuentra afectada por la situación del norte de Malí y no solo en el espacio circundante, donde nuestros ciudadanos e intereses ya lo han sufrido y son blanco de los terroristas desde hace tiempo. Por otra parte, es oportuno recordar que los grupos o las organizaciones yihadistas de matriz norteafricana en general y argelina en particular han mantenido una importante presencia en el territorio español desde mediados los noventa.
Para los dirigentes de AQMI, así como para los de Al Qaeda Central —que ahora parece contar con una partida sahariana a sus órdenes, cuyas actuaciones no se ajustarían a las de aquella extensión territorial—, enemigos declarados son “judíos, cristianos y apóstatas”. Su discurso sobre España justifica la violencia con el fin de recuperar Al Ándalus como parte de un nuevo Califato y nos señala agresivamente con Ceuta y Melilla. Ya en enero de 2007, poco antes de que el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), tras unirse con Al Qaeda, se convirtiera en AQMI, emitió un comunicado en el cual se leía: “Abrazamos la yihad para cumplir con un precepto divino ineludible que se nos impuso desde la caída de Al Ándalus”. En abril, AQMI difundía otro mensaje: “No envainaremos nuestra espada ni tendremos una vida dichosa hasta que nuestros pies purificados pisen sobre el usurpado Al Ándalus”.
Dos meses antes, el actual emir de Al Qaeda, entonces segundo en su jerarquía, Ayman al Zawahiri, había exhortado así a los integrantes de su extensión norteafricana: “Pido que Alá os conceda el favor de pisar pronto con vuestros pies purificados sobre el usurpado Al Ándalus”. En septiembre del mismo año, les insistía en que “recuperar Al Ándalus es una obligación para la umma en general y para vosotros en particular” y en que dicho objetivo “no se puede alcanzar sin antes expulsar del Magreb islámico a los hijos de Francia y España”. Desde octubre de 2009, la productora de medios de AQMI se conoce con el nombre de “Al Ándalus”. Ansar al Din, su entidad asociada en el condominio yihadista del norte de Mali, proclamaba en mayo de 2012 el objetivo de “restaurar Al Ándalus” y su ambición de “liberar” Granada, Sevilla, Córdoba y Valencia, “ciudades que fueron gobernadas por los musulmanes”.
Zawahiri, que en diciembre de 2006 había comparado “la ocupación de Ceuta y Melilla por España” con la “de Chechenia y el Caúcaso musulmán por Rusia” o la “del Turquestán oriental por China”, llamaba en abril de 2007 a “recuperar Ceuta y Melilla, limpiándolas de la impureza de los españoles”. Es elocuente que, días después, el líder de AQMI, Abdelmalek Droukdel, se hacía eco literal e instaba por su parte a “recuperar Ceuta y Melilla, limpiándolas de la impureza de los españoles”. Al igual que las menciones agresivas acerca de Al Ándalus, estas alusiones, que presentan a ambas ciudades como ocupadas por España, se suceden con una frecuencia creciente en la narrativa de esta organización terrorista y de otras entidades norteafricanas de similar orientación yihadista. Salvo Francia, ningún otro país europeo recibe tantas y tan hostiles menciones en los comunicados de AQMI como España.
AQMI surgió en 2007 a partir del GSPC argelino y este a su vez en 1998 del Grupo Islámico Armado (GIA), formado asimismo en Argelia en 1992. Aunque aquella primera ha ido incorporando miembros procedentes de distintos países del Magreb y del Sahel a medida que su ámbito operativo se extendía, absorbiendo activistas anteriormente vinculados a los desaparecidos Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) o Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL) y reclutando transnacionalmente otros nuevos, el directorio de la organización y quienes la integran siguen siendo, salvo en unidades específicas, predominantemente argelinos. Como precisamente argelinos son casi una tercera parte de los individuos condenados en España por actividades relacionadas con el terrorismo yihadista desde mediados de los noventa.
El primer detenido en nuestro país por delitos de esa naturaleza, en Barcelona en 1995, era miembro del GIA. La primera célula yihadista desmantelada, en Valencia en 1997, pertenecía al GIA. Uno de sus integrantes, excarcelado en 2002 por error judicial, estuvo entre los siete suicidas de Leganés. A esa organización ha pertenecido el 16% de los individuos de origen norteafricano condenados en España por actividades de terrorismo yihadista, mientras que otro 20% estaba vinculado con el GSPC. A ellos debe añadirse, por su común ámbito de procedencia, buena parte de los yihadistas condenados por el 11-M, en cuya red estaba imbricado el GICM. Desde hace seis años, hay individuos captados en España que han sido entrenados por AQMI en el norte de Mali y cuyo número cabe esperar se haya incrementado desde que en la zona existe un condominio yihadista .
Los individuos y las células o redes yihadistas de origen norteafricano en general y argelino en particular que se han desenvuelto en España a lo largo de los últimas dos décadas desarrollaban actividades muy diversas, desde la movilización de recursos económicos y humanos hasta la planificación y preparación de atentados. En conjunto, ponen de manifiesto la continuada presencia en el territorio español de grupos y organizaciones cuya evolución ha dado lugar al entramado terrorista subyacente al condominio yihadista del norte de Mali, proyectándose hacia el África subsahariana pero sin abandonar su base histórica en Argelia. Cabe entender los avatares de la amenaza terrorista en ese escenario como algo que ocurre no tanto en nuestro patio trasero como en nuestro propio patio. Acorde, pues, debe ser la implicación española en los esfuerzos internacionales para contenerla y erradicarla.
Fernando Reinares es investigador principal de Terrorismo Internacional del Real Instituto Elcano, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos y profesor visitante de Políticas Contraterroristas en la Universidad de Maryland.
Carola García-Calvo es ayudante de investigación del Real Instituto Elcano y coordinadora del máster en Estudios sobre Terrorismo de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).