(*) Publicado el 10/10/2015 en La Nueva España.
Entrevista de Javier Morán a Emilio Lamo de Espinosa en La Nueva España.
Emilio Lamo de Espinosa (Madrid, 1946), doctor en Derecho por la Universidad Complutense (1973) y doctor en Sociología por la Universidad de California (1979), es el presidente del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, la institución estatal creada en 2002 por el Gobierno Aznar para analizar la influencia recíproca entre España y el resto de países. Catedrático de Sociología de la Universidad Complutense, también ha sido director general de Universidades (1982-1985). Ya en la primera etapa del Instituto Elcano fue su director, entre 2002 y 2005. Dejó el puesto con la llegada del Gobierno de Zapatero, pero con el Gobierno de Rajoy fue designado para la presidencia por el patronato de la entidad en marzo de 2012. Lamo de Espinosa estuvo ayer en Oviedo y participó en el III Foro de competitividad empresarial, organizado por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), en colaboración con el Idepa y Caixabank, donde pronunció una conferencia bajo el título «Competir, sí, pero ¿en qué mundo?».
-Pues bien, ¿qué mundo?
-Un mundo posteuropeo y postoccidental. El peso demográfico, el económico e inevitablemente el político y el militar se trasladan hacia Asia como consecuencia de un crecimiento brutal de la población: en 1950 éramos 3.000 millones en el planeta y para el año 2050 seremos 9.000. Todo ese crecimiento se ha producido en lo que hace años llamábamos Tercer Mundo y hoy denominamos, correctamente, mundo emergente. Esto no tendría mucha importancia si Occidente mantuviera el monopolio de la tecnología que tuvo a partir de la Revolución Industrial, pero eso ya no es así, porque se ha producido una enorme difusión de tecnología y, como consecuencia, un incremento de la productividad, de modo que las potencias demográficas (China, con 1.300 millones de habitantes, o India, con 1.100) pasan a ser potencias económicas. El primer país del mundo en PIB, calculado en paridad de poder adquisitivo, es China, que ha sobrepasado a EE UU en 2014; el tercero es la India, que ha sobrepasado a Japón, y en la lista de los diez primeros están países inmensos como Indonesia, Brasil y México.
-¿Qué verán en Europa nuestros hijos en 2050? ¿Un mundo habitable?
-En términos demográficos, Europa y las dos Américas serán el 20 por ciento de la población mundial; África, otro 20 por ciento (serán más de mil millones dentro de poco), y el 60 por ciento restante será Asia. Europa y EE UU continuarán siendo zonas de muy alta calidad de vida, indiscutiblemente, y EE UU seguirá siendo durante mucho tiempo la gran potencia, no hegemónica, pero sí compartiendo ese liderazgo con China.
-¿Y la Rusia del «zar» Putin?
-Demográficamente está sufriendo una debacle y su economía sigue dependiendo por completo del gas y del petróleo, básicamente. Eso sí, es un país grande con un gran ejército, y dispuesto a utilizar la fuerza en cualquier ocasión y circunstancia que le venga bien. Esto hace de Rusia un país singular que juega en primera línea, pero que va a tener grandes problemas porque su economía se está derrumbando a medida que el precio del gas y del petróleo está cayendo.
-La actual crisis económica de China ¿es pronóstico de algo?
-Es un ajuste inevitable. China lleva casi treinta años creciendo a ritmos altísimos, del 7 o del 10 por ciento, lo cual no es sostenible. Este ajuste ha coincidido con una crisis económica global y todo ello ha provocado esta situación de incertidumbre. Lo razonable es que China recobre tasas de crecimiento sensatas, del 6 o 7 por ciento, como las de la India. Algunas de las proyecciones hacia el futuro indican que para el año 2050 China tendrá un PIB agregado similar al que tenía todo el mundo hace de diez años. No me acabo de creer esa estimación, pero más de una vez me he equivocado en predicciones.
-¿En qué niveles demográficos un país deja de ser gobernable? ¿No suscitan interrogantes esos 1.300 millones de chinos?
-Samuel Huntington decía que es una concepción equivocada pensar en China o en India como países porque se trata de civilizaciones disfrazadas de estados. Es una idea importante que hemos de interiorizar. China es una cultura milenaria muy sofisticada, muy elaborada, con una gran unión e identidad interior (también con un gran aislamiento histórico); con una élite muy educada y acostumbrada a mandar y con una población muy laboriosa acostumbrada a obedecer a quien manda en Pekín. Pero, en fin, no sabemos lo que puede pasar con países así. La gran incógnita de lo que puede ocurrir en el siglo XXI depende en buena medida de lo que pase en China y de que consiga una posición cómoda en el orden internacional.
-Acaba de nacer el Tratado de Libre Comercio del Pacífico. ¿Cómo afectará a la zona atlántica?
-Confirma lo que se ha venido produciendo a lo largo de los últimos veinte años: un giro global hacia la cuenca del Pacífico. Hay más comercio transpacífico que transatlántico. De los veinte principales puertos de contenedores del mundo, diecisiete están en el Pacífico. En EE UU ya lo dijo claramente Obama: su país «pivota» hacia Asia, y América Latina también lo está haciendo. El tratado deja fuera a China, que está intentando encontrar su propio espacio económico, generando estructuras propias distintas de las tradicionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
-La Unión Europea y EE UU negocian en la actualidad el tratado equivalente al del Pacífico, el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión. Esto causa pánico en algunos círculos, como si la UE quisiera ser totalmente liberal y olvidase el modelo netamente europeo, social. ¿Qué opina?
-En el fondo no son incompatibles: el modelo europeo es economía de mercado compatible con una sociedad del bienestar y crear un área de libre comercio e inversiones es a la larga positivo para todos. Será un acuerdo importante, y no tanto por el impulso que le pueda dar a la economía, sino porque es el gran mercado, superior en este momento al transpacífico y que sería capaz de establecer los estándares y los elementos de regulación de la economía internacional. En ese sentido, es de extraordinaria importancia. Y es cierto que hay recelos, pero fijémonos en que, en buena medida, se basan en que los estándares de regulación del medio ambiente de EE UU se consideraban inferiores a los europeos. Pero, desgraciadamente, el escándalo de la Volkswagen ha puesto de manifiesto que esto no es así y que debemos tener una actitud más abierta.
-El flujo de refugiados hacia Europa está siendo enorme y en España se ha pasado de rechazar inmigrantes irregulares -por el efecto llamada- a que el presidente Rajoy se conmueva, según se hizo público, al ver esas corrientes humanas.
-Es inevitable conmoverse por el dramático flujo de refugiados. Nos ha impactado y eso nos obliga a los europeos a recapacitar y a meditar. El problema fundamental es que la UE se ha demostrado incapaz de estabilizar sus dos fronteras. Una es la frontera del Este con Rusia (véanse Ucrania y los países bálticos), y la frontera del Sur es la más marcada del mundo. Es frontera religiosa, cultural, de civilizaciones…, y la frontera económica más alta del mundo, pues la renta per cápita entre el norte y el sur del Mediterráneo da un salto de uno a siete, mientras que entre México y EE UU es la mitad, el 3,5. Y también es frontera demográfica: el crecimiento de África, incluyendo el mundo árabe, es enorme. La media de edad en Europa está por encima de los 43 años, pero en África es de 21.
-En buena medida los refugiados huyen del llamado Estado Islámico.
-La movilización del terrorismo ya ha mutado en un estado que es el Daesh, el Estado Islámico, que ya ocupa un territorio y que está expulsando refugiados que durante muchos años esperaron, en la propia Siria o en Turquía, a que se estabilizara la situación. Ahora, desesperados por ver que eso no ha ocurrido y empujados a su vez por el flujo migratorio del Sur, han acabado en la situación que estamos viendo.
-La solución a corto plazo será la acogida en Europa. Pero, ¿a medio o largo plazo?
-O Europa es capaz de intervenir en esas zonas, estabilizándolas política y económicamente, y en contra del terrorismo o de estados con violaciones terribles de los derechos humanos, o acabaremos recibiendo todos los flujos, que llegarán por donde puedan. Hace unos años llegaron del oeste de África a Canarias; luego por el pasillo de Libia (otro Estado fallido) y hacia Italia, y en este momento ha saltado por el Este, por Oriente Medio, Siria, Irak, Afganistán. Pero además se suman otros emigrantes que vienen del Sur, incluso de Nigeria.
–Rusia está atacando Siria con gran dureza. ¿Es lo correcto?
-Están utilizando misiles para atacar objetivos en Siria y la impresión que hay es que esos objetivos benefician claramente al presidente Bashar al-Asad, con lo que fortalecen la posición del dictador en vez de acabar con el propio conflicto. El problema fundamental es que los rusos, los europeos y los americanos no hemos conseguido ponernos de acuerdo en una política común en Siria y el resultado es una guerra civil dentro de una guerra civil.
-Con el Daesh, ¿qué se debe hacer: aplastarlo militarmente o intentar algún acercamiento, pese a su irracionalidad?
-El Daesh es absolutamente irracional. Tendríamos que ser capaces de articular una intervención con una coalición en la que los países árabes deberían estar claramente en vanguardia, y detrás de ello, por supuesto, la OTAN, Europa y los EE UU. Me temo que hay que poner tropas sobre el terreno para estabilizar aquello y acabar efectivamente con el Daesh. Cualquier otro intento de controlarlo o de fijarlo será inútil.
-¿Qué verosimilitud tiene la afirmación de que el yihadismo se filtra en Europa a través de los refugiados?
-Escasa, lo cual no quiere decir que no nos puedan ocurrir cosas aquí y allá. Pero, en primer lugar, si el yihadismo quiere infiltrarse lo puede hacer de otros modos. En segundo lugar, es evidente que la inmensa mayoría de los refugiados no están siendo enviados y no son emisarios del yihadismo. Y finalmente, los atentados yihadistas que ha habido en Europa han sido autóctonos, han sido producidos por personas radicadas y radicalizadas ya en nuestro propio terreno. Me parece que es una visión alarmista la de suponer esas filtraciones y desde luego no le hace ningún beneficio a la solidaridad que debemos tener con estos emigrantes.
-Usted fue el primer director del Instituto Elcano y ha retornado como presidente. En ambos periodos ha sido bajo el Gobierno del PP y cuando le nombraron a usted en 2012 se presentó como el retorno a los valores fundacionales del Instituto. ¿Qué había sucedido entonces durante la etapa socialista?
-En contra de esa interpretación debo decir que ha habido una gran continuidad. Las tres etapas son ciertamente distintas, pero ha habido una gran continuidad en su tarea de estudiar la situación de España en el contexto internacional. La continuidad se ha visto, por ejemplo, en que continúan todos los investigadores que había en la época anterior. Y lo que ha sido la tarea de análisis, de inteligencia, de investigación, ha tenido una sorprendente continuidad.
-No obstante, algunos acusan al Instituto Elcano de excesiva docilidad con el gobierno correspondiente.
-Es evidente que los institutos como el nuestro tienen que tener un buen entendimiento con el Gobierno, y tanto más en cuestiones de política exterior, que son cuestiones de Estado. Un elemento importantísimo de nuestra institución es que en su patronato siempre ha habido un representante del partido de la oposición. Por tanto, la oposición ha estado y está presente en los órganos de gobierno y en la comisión ejecutiva. Y nuestro objetivo no es tanto apoyar o no a los gobiernos, sino analizar y estudiar las oportunidad que el orden internacional plantea a la sociedad española en la política, la economía, la cultura y la lengua.