(*) Publicado el 15/10/2014 en Infolatam.
La consulta de las portadas electrónicas de los principales periódicos bolivianos durante la larga jornada del lunes fue un ejercicio frustrante ante la falta de noticias relativas a la marcha del escrutinio. La web del TSE (Tribunal Supremo Electoral) estaba caída y sin ningún signo de actividad. Lo peor fue la falta de reacción de los políticos y los medios de prensa, muestra de resignación frente a la hegemonía de Evo Morales y de su Movimiento al Socialismo (MAS). Tampoco el gobierno expresó de forma clara su malestar. Y si bien el martes se reanudó el recuento este avanzó a un ritmo desesperadamente lento.
Según las estimaciones de voto realizadas la noche del domingo la victoria de Morales fue aplastante. El sentido de la frase debe aplicarse en toda su literalidad ya que el verdadero triunfador de la jornada fue Morales y no el MAS, dado el peculiar sistema de votación boliviano. Si bien coincidieron varias elecciones (presidente, vicepresidente, diputados uninominales y plurinominales, senadores y representantes ante organismos supraestatales), el voto al presidente valía para todas las categorías mencionadas, salvo para los diputados uninominales. Estos últimos están sobrerrepresentados en los distritos rurales donde la hegemonía del MAS es mayor que en las grandes ciudades, lo que se traduce en una prima política y de representación a favor del oficialismo.
De acuerdo con los resultados preliminares el resultado de la elección fue concluyente y si bien no se cumplieron las expectativas del presidente es obvio que su triunfo fue legítimo y expresa un amplio respaldo popular. Prueba de ello es que se impuso en ocho de los nueve departamentos, incluyendo Santa Cruz de la Sierra, aunque en las principales circunscripciones andinas el MAS conoció retrocesos significativos. Con algo más del 62% del voto escrutado el partido gobernante obtenía el 55,18% de los votos y es posible que el resultado final se acerque al 59%. Pese a ello, la gran duda que persistirá hasta el final del recuento es si Morales obtendrá el premio mayor de la mayoría parlamentaria de los dos tercios.
Antes de haberse hecho públicos los resultados definitivos Morales sacó varias conclusiones, comenzando por destacar la omnipresencia nacional del MAS. Para Morales, pese a no haberse alcanzado la mítica cifra del 70/74%, el resultado fue un verdadero “mazazo”: “Prácticamente ahora Bolivia está vestida de azul. Puro azul. Excepto Beni”. Azul es el color del MAS y Beni el único departamento donde el oficialismo fue derrotado.
Algunos analistas han insistido en que gracias a la buena gestión económica, muy diferente de los desastres de Argentina y Venezuela, la polarización ha disminuido respecto a elecciones anteriores. Fernando Molina apuntaba en Infolatam: “El MAS no ha tentado la realización de ninguna utopía social, ni socialista ni indianista, sino que se ha limitado a usar el conocido repertorio del nacionalismo desarrollista: “Estado fuerte”, nacionalización de la industria extractiva, aspavientos contra el imperialismo, el “capitalismo” y la gran propiedad privada que no se traducen en ningún deterioro concreto de la calidad de vida de las clases medias e incluso de las altas, y traspaso del poder de las viejas élites a unas nuevas más expresivas de la diversidad racial boliviana, lo que incrementa la presencia y la fuerza política de los sectores “plebeyos”, pero sin que haya coacción contra los sectores blancos y tradicionalmente acomodados”.
El tercer gobierno de Evo Morales deberá enfrentar importantes desafíos en los más diversos frentes. El primero garantizar el crecimiento económico de los últimos años, vital para asegurar las políticas redistributivas que han caracterizado la gestión anterior. En este sentido será clave ver cómo se gestiona la explotación de los grandes yacimientos de litio existentes en el país así como el hierro de El Mutún. La pasión industrializadora y los recelos frente a la inversión extranjera condicionan esta evolución. Por eso habrá que ver si en el futuro la contradicción entre ideología y pragmatismo se vuelve a decantar a favor de esta última.
En el frente político se jugará la tensión entre la pulsión hegemonista del MAS y la necesidad de una democracia más inclusiva que garantice la representación de las minorías y garantice la independencia de los restantes poderes del estado frente al Ejecutivo. La actuación de los jueces y del TSE han dado lugar a numerosas reclamaciones, como en mayo pasado con la nueva distribución de diputados uninominales y plurinominales. Sin embargo, en este terreno el punto más conflictivo pasa por saber si se buscará una nueva reforma de la Constitución para hacer posible la reelección indefinida. De momento tanto Morales como su vicepresidente Álvaro García Linera han rechazado tal posibilidad, pero en el pasado se manifestaron de la misma manera y los resultados están a la vista.
Los desafíos no son sólo para el gobierno, también afectan a la oposición. Hasta ahora ha sido incapaz de enfrentar al MAS con una seria alternativa y estructurar candidaturas unitarias. La presencia de Jorge Quiroga al frente del Partido de la Democracia Cristiana (PDC) resultó funcional para el MAS. De haber concurrido la oposición unida a la elección la posibilidad de una reforma constitucional se hubiera difuminado, lo que finalmente no ocurrió. Si bien es verdad que por diversos motivos, a veces relacionados con maniobras gubernamentales, los mejores candidatos opositores terminaron no presentándose, la responsabilidad de la oposición es grande y su tarea de cara al futuro ingente.
Finalmente en el campo internacional también se presentan grandes desafíos. En Argentina habrá cambio de gobierno a fines de 2015 y con la salida de Cristina Fernández, Morales perderá una gran aliada. En Brasil la situación es más incierta, aunque es probable que si el PT mantiene el gobierno habrá algunos ajustes tanto en la política regional como en la apertura exterior del país, lo que influirá en la relación bilateral brasileño – boliviana. En caso de un triunfo de Neves las complicaciones para Morales podrían ser mayores. De ahí su evidente preocupación por lo que definió como una probable vuelta de la derecha.
Es evidente que el pueblo boliviano decidió concederle a Evo Morales la posibilidad de gobernar el país un mandato más. Con todo ello no supone un cheque en blanco. El resultado final de la elección y la composición del parlamento nos darán más elementos para medir el verdadero respaldo con que cuenta Morales. Sin embargo los días felices del incremento constante del apoyo popular han llegado a su fin. Ahora llega lo más difícil, gestionar la legitimidad de ejercicio y para eso se requiere una mayor capacidad de diálogo con la oposición que la manifestada hasta ahora.
Carlos Malamud es investigador principal de Américal Latina del Real Instituto Elcano | @CarlosMalamud