(*) Publicado el 13/11/2015 en Agenda Pública.
Al fin son oficiales. Tras meses de filtraciones, rumores y discusiones técnicas, David Cameron ha lanzado sus propuestas para acomodar la relación entre el Reino Unido y la Unión Europea. A lo largo de este período de tiempo se han organizado múltiples conferencias, se han escrito infinidad de artículos al respecto y, de forma muy interesante, se han llevado a cabo incluso ejercicios de simulación de la negociación a venir en el Consejo Europeo y clasificaciones por países según si las peticiones serían aceptables o no.
Si bien son varias las cuestiones especialmente polémicas, el primer ministro británico considera que un éxito en las negociaciones daría lugar no solo a que el Reino Unido se sintiese más cómodo en la Unión Europea, sino también a una Unión Europea mejor y reformada, que se centraría en lo “importante”.
Veamos pues, qué se pretende negociar:
Bloque 1: Gobernanza económica
Bajo estas palabras se encuentra la comprensible preocupación británica de perder influencia en una Unión Europea que camina irreversiblemente hacia una mayor integración política, y donde los países que no se encuentran en el euro están cada vez más alejados del core. Cameron lo deja claro en su carta: el Reino Unido tiene un opt-out permanente del euro (cuestión que comparte con Dinamarca únicamente; el resto de países tiene la obligación de unirse). El problema es cómo articular las demandas británicas sin caer en cuestiones que deben ser, aquí sí, líneas rojas para la Unión Europea, como que la moneda de la UE es el euro.
Bloque 2: Competitividad
Aquí no parece que vaya a haber excesivos problemas. Cameron dedica buena parte de este bloque a señalar lo importante que siempre sido para el Reino Unido que la UE se focalice en la competitividad y el crecimiento económico, y que ve de forma muy positiva los avances al respecto hechos en los últimos tiempos (pasos hacia el Mercado Único Digital, pasos hacia una Unión de Mercado de Capitales, negociaciones para llegar a acuerdos comerciales ambiciosos, reducción de legislación innecesaria). Dada la situación económica del continente, y la orientación económica de la nueva Comisión, impulsando medidas en este sentido, no parece difícil llegar a un acuerdo.
Bloque 3: Soberanía
Si hay un Estado miembro celoso de su soberanía y receloso de cómo se toman las decisiones en Bruselas, éste es el Reino Unido. Sabemos que para los británicos la UE no es tanto un proyecto político como uno de tipo económico, y en esta línea se articulan las propuestas del tercer bloque. La más problemática sin duda alguna es la que hace referencia al ever closer union. En realidad, lo que se decía en el Tratado de Roma era que los firmantes estaban determined to lay the foundations of an ever closer union among the peoples of Europe, esto es, de lo que hablaban era de la unión cada vez más estrecha entre los pueblos, no entre los Estados. En cualquier caso, Cameron quiere acabar con que este compromiso aplique al Reino Unido. El problema sustancial aquí es este enunciado tiene una carga simbólica muy importante, y tendría que haber un consenso de todos los Estados para eliminarlo, lo cual parece improbable. La única forma de solventar la cuestión parecería la introducción en una eventual reforma futura de los tratados de un nuevo protocolo, como el relativo al euro, que deje claro que esta cuestión no aplica al Reino Unido.
En este bloque también hay otra cuestión complicada, la del rol de los parlamentos nacionales en la construcción europea. A diferencia de otros países, el parlamento británico tiene un papel muy activo, también en lo que respecta a la evaluación y control de las políticas que se llevan a cabo en la Unión Europea. A los británicos les gustaría ampliar sus competencias para poder detener legislación comunitaria. Esta propuesta, que se conoce como “Tarjeta Roja” podría complicar aún más el ya de por si complejo proceso de toma de decisiones en Bruselas, y lo haría desde una perspectiva un tanto negativa, que es la del bloqueo. Hay otras opciones, como es el refuerzo de la “Tarjeta Amarilla”, según la cual si bajo el Mecanismo de Alerta Temprana existen razones fundadas para entender que una propuesta legislativa se puede revisitar si no cumple el principio de subsidiariedad. Asimismo, se ha hablado de la posibilidad de la creación de una “Tarjeta Verde”, según la cual y sin perjuicio de la pérdida de iniciativa legislativa por parte de la Comisión, los parlamentos nacionales podrían sugerir que se iniciase legislación en cuestiones esenciales para ellos.
Bloque 4: Inmigración
Último bloque y sin duda, el más problemático. Cameron asegura que su país recibe mucha mas inmigración de la que puede digerir, especialmente comunitaria. Por ello, y para limitar el supuesto coste que tiene para las arcas británicas propone una medida disuasoria para los ciudadanos comunitarios: contribuir durante 4 años antes de poder tener acceso a las diversas prestaciones sociales, además de acabar con una práctica con la que se encuentran muy molestos, que es la relativa a los beneficios que reciben algunas personas por tener hijos en sus países de origen mientras trabajan en el Reino Unido. Entendiendo que está en riesgo la libre circulación y que habría discriminación en caso de que se les nieguen las prestaciones sociales a los ciudadanos comunitarios, la Comisión se ha puesto rápidamente en guardia.
Como se percibe del análisis, la negociación no va a ser fácil. Una primera prueba de fuego será la reunión de Jefes de Estado y de Gobierno en el Consejo Europeo del 17 y 18 de diciembre. En cualquier caso, tenemos por delante muchos meses de debate que concluirán con un referéndum como muy tarde en 2017 por el mantenimiento o la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El resultado de ese plebiscito tendrá mucho que ver con el resultado de la negociación de los 4 bloques de Cameron.
Salvador Llaudes
Ayudante de investigación para Europa del Real Instituto Elcano | @sllaudes