(*) Publicado el 10/5/2013 en Expansión.
Aunque se haya alejado el fantasma de una posible ruptura del euro y las primas de riesgo de los países de la periferia se hayan reducido, la crisis continúa. De hecho, el conjunto de la Unión Monetaria (Alemania incluida) ha entrado en recesión y los países del sur parece que tendrá un 2013 devastador en términos de crecimiento y empleo. Si a esto sumamos que cada vez se acumula más evidencia empírica sobre que la austeridad no sirve para generar crecimiento porque no existe la “austeridad expansiva”, cada vez se escuchan más voces que vaticinan un inminente cambio de tendencia en las políticas de ajuste en Europa. Incluso se sugiere que ahora que Alemania está notando cómo le afecta la recesión de sus socios comerciales del sur (vía menores exportaciones) podría impulsar políticas expansivas.
Sin embargo, es muy poco probable que esto suceda. La austeridad viene impuesta a Europa desde Alemania no como una receta económica, sino como una estrategia política. Las élites políticas en Alemania son perfectamente conscientes de que los recortes de gasto público reducen el crecimiento (aunque haya un debates sobre en qué cuantía), pero también saben que los gobiernos de los países del sur solo recortarán sus estados del bienestar y profundizarán en las reformas estructurales si siguen con la soga al cuello; es decir, si no crecen. Además, creen firmemente que no debe usarse el gasto público para contrarrestar una caída de la actividad privada porque, dado que el motor de su crecimiento son las exportaciones, nunca se han sentido cómodos aplicando políticas keynesianas que pueden generar deuda e inflación. Para los países del sur de Europa (o para Estados Unidos o el Reino Unido), esto es difícil de comprender. Al fin y al cabo, se supone que las políticas económicas de demanda están para suavizar el ciclo económico. Sin embargo, el hecho de que ante las inminentes elecciones alemanas ningún partido político este haciendo campaña electoral con propuestas de expansión fiscal es buena muestra de que la mayoría de los alemanes tiene otra forma de ver la política económica.
Por eso, siempre y cuando el gobierno alemán perciba que el riesgo de ruptura del euro es bajo, se mantendrán la presión sobre los países del sur, aún a costa de que la propia Alemania experimente una leve recesión. Y sólo cuando el euro esté en peligro, aflojarán un poco la presión, como ya han hecho varias veces en los tres últimos años. Como mucho, podrían aceptar (como de hecho ya han hecho), que la senda de ajuste del déficit público se suavice, dando así más plazo a los países para equilibrar las cuentas públicas. Pero esto debe interpretarse como una mínima concesión (obligada por la tozuda realidad que muestra que es muy difícil ajustar las cuentas públicas en un entorno de decrecimiento, así como que el incumplimiento de los compromisos de ajuste fiscal mandaría una mala señal a los mercados financieros) y no como un cambio de estrategia en la política económica europea.
Esto nos lleva a la conclusión de que para que los países acreedores del norte que -teledirigen las decisiones de la Comisión- acepten relajar las políticas de austeridad y aceleren la creación de la unión bancaria y fiscal (que de momento avanzan a cámara lenta porque ya no existe la sensación de urgencia que se tenía el año pasado) las cosas todavía se tiene que poner peor; es decir, las tensiones financieras (mayores primas de riesgo) y políticas (auge de partidos anti europeístas) tienen que aumentar.
Mientras esto no ocurra, seguiremos avanzando hacia lo que Ulrich Beck llama en su último libro la Europa alemana, donde Alemania es más un imperio accidental que no quiere ejercer el liderazgo que un IV Reich que impone sus mandatos. Y mientras esto sucede, seguimos sin construir un nuevo relato convincente acerca de por qué necesitamos una Unión Europea fuerte y cohesionada para no estar perdidos en los vaivenes de la política internacional.
En definitiva, como a los ojos de la mayoría de la opinión pública alemana y sus políticos la actual coyuntura de crisis ofrece una oportunidad única para forzar en todos los países de la zona euro (Francia incluida) la adopción de reformas que consideran imprescindibles para que las economías europeas sean viables en la globalización (aunque sus poblaciones se empobrezcan y su confianza en la Unión Europea se debilite), no dejará pasar esta oportunidad tan fácilmente. Y, por eso, la austeridad va a continuar.
Federico Steinberg es investigador principal de Economía Internacional del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. Twitter: @steinbergf.