(*) Publicado el 5/10/2015 en The Diplomat in Spain.
El tablero de juego en Siria ha visto, una vez más, como el ajedrecista ruso ha vuelto a recuperar ventaja sobre el rival cuando su posición parecía más desfavorable. Cuando el campeón estadounidense creía haber situado al aspirante ruso a la defensiva y aislado de todo apoyo a sus piezas, éste ha pasado al ataque, desorientado a su rival y obligándole a sopesar la posibilidad de pedir tablas.
El Presidente Putin ha desarrollado sus piezas y puesto a salvo a su rey (Bashar al-Asad) recurriendo, de nuevo, a la apertura rusa. Lo había hecho con anterioridad cuando el rey sirio traspasó la línea roja de las armas químicas en 2013. La apertura rusa facilitó entonces un acuerdo internacional para eliminar esas armas, convirtiendo en tablas lo que parecía un jaque mate definitivo.
El candidato ruso ha demostrado ser un gran maestro del ajedrez –como tantos rusos lo han sido antes- y ha calculado mejor que su rival cómo sacar partido a sus piezas y cuáles son las debilidades de su oponente. Desplegando aviones y helicópteros sobre el terreno, puede ahora atacar a las fuerzas rebeldes o del Daesh que asedian las posiciones del régimen. Puede proteger a las fuerzas gubernamentales cuando ataquen por tierra o por aire y, además, puede impedir que los aviones -tripulados o no- de la coalición internacional entren en el espacio aéreo sirio por el riesgo de colisión o de derribo. Algo que también afecta a los sobrevuelos israelíes y por lo que ahora se intenta establecer algún sistema de coordinación en la zona donde, siempre, tendrá Rusia la última palabra.
El Presidente Putin se atrevió con la apertura rusa porque tiene una baza a su favor que su oponente subestima. Su enfoque geopolítico de su política exterior le hace centrarse exclusivamente en sus intereses particulares. No tiene que preocuparse de solucionar los problemas de la seguridad internacional (trata de parecer que lo hace y por eso se postula como el gestor indispensable de las crisis para demorar su gestión mientras rinda réditos).
Tampoco tiene que preocuparse de las encuestas de opinión domésticas o de lo que digan los medios de comunicación, la oposición o la Asamblea Federal. La mayoría de la oposición está expatriada, bajo coacción o sin posibilidades reales de influencia. Al igual que ha hecho en Ucrania, puede enviar las tropas y equipos que quiera y presumir de hacerlo porque eso aumentará su popularidad interna y servirá de aviso para navegantes hacia Occidente.
Siria es sólo un peón más en su tablero geopolítico. No le preocupa el bienestar de la población siria a la que ha estado masacrando el régimen que la tenía que proteger, ni el desbordamiento del conflicto a los países vecinos porque cuanto más complicado esté el orden regional, más se prolongará su papel de interlocutor indispensable.
Tampoco le importa Bashar al-Asad y le dejará caer cuando consiga consolidar su influencia entre sus sucesores, y no habrá una salida negociada hasta que no tenga bien amarrado ese objetivo estratégico. Desde luego que le interesa derrotar al Estado Islámico y que sus combatientes rusos no vuelvan a casa, pero para eso no necesita apurar la pelea porque cuanto más tiempo estén peleando en Siria más se retrasará su posible vuelta a Rusia. Sí que podría hacerlo, tal y como se ha anunciado en la Asamblea General de Naciones Unidas, pero no necesariamente en Siria sino en Irak, en apoyo de sus aliados iraquíes e iraníes que lo necesitan y para apuntarse la caída de un Daesh maduro gracias a la intervención previa de la coalición internacional.
La apertura rusa ha tenido un impacto en las cancillerías occidentales y ahora sus diplomáticos van haciéndose a la idea de que es mejor continuar la partida sin atacar al rey Bashar y a las piezas que le defienden. La Unión Europea, en sus estrategias de 2013 y 2015 ya había apostado por una solución política, liderada y protagonizada por todos los sirios.
Tras la apertura rusa, Estados Unidos, Francia y Turquía se resisten, por ahora, a cambiar su estrategia pero no pueden permitirse jugar una partida que dura ya cinco años. Según los expertos en ajedrez, el gran maestro ruso ha cobrado ventaja en la partida y será él quien decida cuándo ha llegado la hora de que el rey ruede sobre el tablero.
Félix Arteaga
Investigador principal de Seguridad y Defensa del Real Instituto Elcano | @rielcano