(*) Publicado el 13/11/2016 en Infolatam.
Tras la sorpresa inicial que supuso la victoria deDonaldTrump emergen numerosos interrogantes acerca del tratamiento que dará su Administración a los múltiples temas de su agenda. La total sensación de incertidumbre se refuerza por las constantes generalidades, las escasas concreciones y las repetidas contradicciones en las que el ya presidente electo incurrió durante la campaña.
En ella concentró buena parte de sus ataques contra la inmigración y los tratados comerciales, comenzando por el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Estas dos cuestiones atañen directamente a México, sumamente dependiente de su relación con EEUU, como muestra el desplome del peso mexicano en las últimas jornadas. Pero no sólo México contempla preocupado el futuro. América Latina en su conjunto se pregunta cómo le afectará el gran cambio que impondrá Washington y su nueva política hemisférica.
“Dado el escaso conocimiento presidencial […] de la agenda latinoamericana, serán sus asesores en la materia los responsables de elaborar las directrices a seguir”
Pese a ser un interrogante global, hasta ahora han proliferado respuestas individuales, un “sálvese quien pueda” general, donde priman los intereses nacionales sobre los regionales. Una prueba más del estado de la escasa integración latinoamericana. Ni los bloques estructurados en torno a la concertación política ni los centrados en el comercio y la economía se han planteado siquiera comenzar a hablar de las posibles transformaciones de la escena internacional.
Si bien es pronto para ver cuáles serán las líneas maestras de la nueva política exterior de Trump, se insiste en la primacía de un mayor aislacionismo. Esto afectaría a las alianzas tradicionales de Washington, especialmente a la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pero no únicamente. Aún es una incógnita la identidad del próximo Secretario de Estado, más allá de algunos nombres mencionados. Tampoco se sabe quién será el Secretario de Estado Adjunto de Asuntos Hemisféricos o el responsable de América Latina del Consejo de Seguridad Nacional. Dado el escaso conocimiento presidencial de los temas específicos de la agenda latinoamericana (y de muchos otros) serán sus asesores en la materia los responsables de elaborar las directrices a seguir.
De todos modos hay un buen número de cuestiones pendientes y en ellas se dirimirá la contradicción entre las promesas electorales y las limitaciones impuestas por el ejercicio del poder. Limitaciones que en EEUU son mayores que en otros países, comenzando por el peso del Senado en política exterior. Si bien el Partido Republicano domina ambas Cámaras, la independencia de los parlamentarios podría complicar algunas derivas no previstas o poco consistentes.
Entre los temas prioritarios están México y Cuba, el apoyo a las negociaciones entre gobierno y oposición en Venezuela o al tratado de Paz en Colombia, y el impacto de un giro proteccionista sobre la región, comenzando por Argentina y Brasil.
La frase atribuida a Porfirio Díaz de “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos” renueva su vigencia. Si bien Trump ya ha comenzado a matizar sus opiniones sobre la construcción del muro fronterizo, algo imposible de cumplir y más difícil de financiar, especialmente si se pretende que paguen los mexicanos, hay otras cuestiones pendientes, tanto o más graves que la anterior, pese a su menor valor simbólico.
“En EEUU más de cinco millones de puestos de trabajo están relacionados directamente con sus exportaciones a México”
México se juega su estabilidad, millones de puestos de trabajo y el futuro de su economía en torno a dos cuestiones clave: la política migratoria y el futuro del TLCAN. Pero, como señaló el ex presidente Vicente Fox, si llega a haber una guerra comercial entre México y EEUU perderían los dos. En EEUU más de cinco millones de puestos de trabajo están relacionados directamente con sus exportaciones al vecino del sur. En política migratoria, de producirse las deportaciones masivas anunciadas tendrían múltiples y profundos efectos desestabilizadores en la sociedad mexicana.
Cuba es otro tema esencial, comenzando por el futuro de las reformas comerciales y económicas impulsadas por Obama. Si durante las primarias Trump fue el único candidato en apoyar la apertura comercial, posteriormente, con el objetivo de ganarse el voto de los cubano-americanos de Florida, respaldó una completa vuelta atrás. En este punto la identidad de los asesores es crucial, dada su mayor o menor cercanía con las posiciones más duras del exilio cubano. De todos modos, el inmovilismo cubano a la hora de impulsar sus propias reformas para respaldar la iniciativa de Obama puede costarle caro al gobierno de Raúl Castro.
En Colombia y Venezuela se había impuesto el estilo dialogante que la Administración saliente quiso establecer en sus relaciones con América Latina. La presencia de Bernard Aronson en La Habana o de Tom Shannon en Caracas son prueba de ello. La permanencia de este respaldo resulta crucial para destrabar ambos procesos, aunque el acuerdo logrado entre los negociadores del gobierno colombiano y las FARC permiten ser algo más optimistas pese a los estrechos lazos de Álvaro Uribe con importantes sectores del Partido Republicano.
El giro proteccionista que Trump quiere dar a su gestión puede ser un duro golpe a las políticas aperturistas de los nuevos gobiernos de Argentina y Brasil después de una larga década de aislamiento internacional. Los intereses de EEUU en América Latina siguen siendo considerables. No en vano es el primer inversor en la región. Si apuesta por cerrarse en exceso sobre sí mismo, Washington corre el peligro de perder su influencia y abrir aún más las puertas para que Rusia y China aumenten su presencia en todo el continente latinoamericano.
Carlos Malamud
Investigador principal de América Latina, Real Instituto Elcano | @CarlosMalamud