(*) Publicado el 25/6/2016 en Expansión.
La Unión Europea llevaba demasiado tiempo jugando con fuego y, al final, se ha quemado. La victoria del Brexit en un referéndum innecesario e irresponsable puede haber abierto la mayor crisis de la historia de la integración europea. Paradójicamente, la Unión Europea se nos resquebraja por donde menos lo esperábamos. Aunque llevamos varios años acercándonos al borde del precipicio –para luego recular– en la crisis del euro, han sido los votantes mayores de “Little England” (y no los pauperizados griegos), los que han abierto la caja de pandora.
El impacto inmediato en los mercados está siendo devastador. Aunque el BCE ha anunciado en un comunicado que está dispuesto a proveer de liquidez y divisas al sistema financiero para evitar quiebras bancarias, las bolsas se hunden, la libra cae a mínimos en décadas frente al euro y al dólar, los inversores huyen hacia los activos refugio de renta fija y las primas de riesgo de la periferia del euro vuelven a subir. Este pánico se explica tanto porque los mercados no esperaban este resultado en el referéndum, como porque lo que se abre ahora es un largo periodo de enorme incertidumbre. Brexit, de producirse si a partir de octubre el nuevo Primer Ministro británico activa el artículo 50 del Tratado de la UE para comenzar las negociaciones de salida (algo que todavía está por ver), supondrá importantes costes económicos a todos los niveles. Pero el impacto económico concreto para el Reino Unido, el resto de la Unión Europea y la economía mundial en su conjunto dependerán de cómo se gestione el divorcio entre el Reino Unido y el resto de la Unión. Además, en el caso de producirse un efecto contagio en la convocatoria de referenda –que por una parte puede romper el Reino Unido por la salida de Escocia e Irlanda del Norte y, por otra, lleve a otra crisis existencial en la zona euro si se produce en países como Italia o Francia–, el impacto económico final dependerá de la capacidad de la zona euro de aprovechar esta crisis para dar un salto adelante en la integración política, algo difícil de anticipar en este momento. Vayamos por partes.
Los mercados digieren muy mal la incertidumbre. Pero incertidumbre es lo que vamos a tener tanto a lo largo de los próximos meses como durante los dos años que se prevé que duren como máximo las negociaciones de salida del Reino Unido (es importante subrayar que durante este periodo Reino Unido sigue siendo un miembro de la Unión sujeto a su normativa jurídica). Por lo tanto, lo que cabe esperar es una prolongada fase gran volatilidad en los mercados, parones en las decisiones de inversión y la certeza de que Brexit supondrá un shock permanente que hará al Reino Unido (y en menor medida al resto de la Unión Europea) más pobre por la reducción del comercio y la inversión, pero que a día de hoy es imposible de cuantificar porque depende de si el Reino Unido establece una relación con el resto de la Unión “a la noruega”, “a la suiza”, “a la turca” o de otro modo.
En cualquier caso, y más allá de este impacto económico específico, que será mayor para Irlanda que para el resto de países europeos y que a nivel global debería ser reducido, lo más peligroso es lo que Brexit puede suponer a medio y largo plazo para el futuro del euro. Es la primera vez que un país decide abandonar el proyecto de convivencia más exitoso de la historia europea, y esto pone en duda la capacidad de seducción y atracción del proyecto, en particular para sus miembros más comprometidos, que son los que han optado por compartir moneda. Por eso, para que el Brexit no ponga en marcha dinámicas financieras que vuelvan a poner al euro contra las cuerdas, sería muy importante que en esta coyuntura tan difícil Alemania, Francia, Italia y España presentaran una nueva visión para profundizar la unión económica que resolviera algunos de sus fallos de diseño y legitimidad. Solo mostrando un liderazgo claro, que hasta ahora desgraciadamente las autoridades europeas no han sabido ejercer, podrán disiparse los temores de que esta crisis acabe por llevarse por delante algo más que al Reino Unido.
La Unión Europea sólo avanza ante las crisis. Durante la crisis del euro se produjeron muchos avances, pero no se completó la arquitectura de la unión monetaria con una unión fiscal y se adoptaron políticas que nutrieron el euroescepticismo. Nadie esperaba que pudiera haber avances en la integración hasta después de las elecciones francesas y alemanas de 2017. Ahora todo ha cambiado.
Federico Steinberg
Investigador Principal del Real instituto Elcano y Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid | @Steinbergf