(*) Publicado el 10/11/2016 en Expansión.
Las encuestas se han vuelto a equivocar. Pobre Hillary Clinton. El trumpismo –un movimiento de cabreados, desencantados, xenófobos y temerarios, sobre todo blancos y del medio rural– ha ganado las elecciones de EEUU y el desconcierto es mayúsculo. Tras el shock del Brexit, nos enfrentamos ahora a la victoria de Donald Trump, alguien que no tiene ninguna experiencia de gobierno y que casi ha dicho más impertinencias en los últimos 18 meses que en todas las campañas electorales de la historia de EEUU juntas.
Si hace cinco años un analista se hubiese atrevido a decir que alguien como Trump –apoyado por el Ku Klux Klan y la derecha más reaccionaria– iba a ser el presidente de la mayor potencia mundial, le hubiesen tildado de loco. Hoy la sensación es que va a ser un chiflado quien se siente en el despacho oval de la Casa Blanca a partir de enero.
¿Qué podemos esperar de alguien así? ¿Qué efectos tendrá el trumpismo sobre la economía política internacional? Es difícil realizar pronósticos sobre un personaje tan impredecible y estridente como Trump. Estamos prácticamente ante una hoja en blanco. El consenso es que se acaba una era y empieza otra. Pero nadie sabe hacia dónde nos dirigimos. En casos de tanta incertidumbre, lo más sensato es plantearse una serie de escenarios. Ya que todo es posible, es conveniente plantear situaciones extremas para no dejarse sorprender por lo que pueda pasar.
El escenario apocalíptico del trumpismo sería el siguiente. Al igual que Theresa May con el Brexit, Trump sale y dice que va a realizar algunas de las cosas en las que ha insistido en su campaña y, por lo tanto, son el corazón de su mandato electoral.
Lo primero es empezar el muro entre EEUU y México para evitar la entrada de inmigrantes ilegales. Acto seguido, al igual que Richard Nixon en 1971 –o sea, que tampoco sería tan revolucionario– Trump decide levantar aranceles del 10% a todos los productos y servicios importados. Eso iría contra las reglas de la Organización Mundial del Comercio, pero le daría igual. Con este acto demostraría que America is great again. EEUU se volvería más aislacionista. Le diría a sus socios en Europa, Oriente Próximo y Asia que ya no va a ser el policía del mundo. Que se las apañen ellos solos. EEUU se va a centrar en destruir al ISIS y a luchar sin cuartel contra el islamismo yihadista, pero por lo demás se va a dedicar a arreglar sus problemas internos. Lógicamente, la reacción de los socios y los mercados sería tremenda. China tomaría represalias comerciales. Dificultaría el negocio de las empresas estadounidenses en su país y sería mucho más agresiva en su política exterior regional al ver que Japón y Corea del Sur ya no cuentan con el firme respaldo militar de EEUU.
Frente a estas tensiones, los mercados entrarían en una dinámica de incertidumbre y sentimientos negativos que provocarían una recesión global. Esto reforzaría las tendencias proteccionistas en América, Europa y Asia. La era del neoliberalismo daría paso a la era del neonacionalismo y cualquier escaramuza entre una cada vez más agresiva China y un cada vez más intimidado Japón podría llevarnos a un enfrentamiento militar entre la potencia emergente y la decadente, una dinámica recurrente a lo largo de la historia. Ya se había avisado de que este escenario era apocalíptico.
Trump cambia de carácter
El escenario rosa sería muy diferente. Trump cambia de carácter al entrar en la Casa Blanca. Reúne una serie de expertos (economistas, pero también sociólogos, politólogos, científicos, y representantes de la sociedad civil) del lado republicano y del demócrata. Es decir, una iniciativa bipartisan de verdad. Se toman una serie de medidas para superar la brecha tecnológica, social y racial que existe en el país. Se bajan los impuestos a las empresas, pero se ajusta la tasa real a la nominal. Se acaba con las desgravaciones y las elusiones fiscales. Cada uno tiene que contribuir lo suyo. Se aprueba un plan nacional para la educación, la innovación y las infraestructuras. El aumento en el gasto fiscal hace que la economía crezca por encima del 4% hacia 2018. La Reserva Federal, al ver un aumento en la inflación y la tasa de participación en el mercado laboral, sube gradualmente los tipos de interés. Estados Unidos vuelve a una cierta normalidad monetaria y, progresivamente, también fiscal, porque el gasto en educación, innovación e infraestructuras aumenta la productividad, los salarios, las rentas y, por lo tanto, también la recaudación de impuestos. La deuda pública empieza a reducirse. Trumponomics triunfa.
En este escenario, a nivel internacional EEUU lideraría la lucha contra los paraísos fiscales (tan nocivos para el pueblo llano) y la competencia desleal entre sistemas de tributación. En el G20 se llegaría a un acuerdo según el cual las multinacionales tendrían 12 meses para repatriar sin tributación sus ganancias acumuladas, pero después de esa fecha estarían obligadas a pagar los impuestos correspondientes en todos los países en los que tienen negocios. Sobre esta base se firmarían el TPP y el TTIP, y se empezarían las negociaciones para incluir a China y a otros emergentes, incluida Rusia. La nueva era del trumpismo se caracterizaría por menos regulación y más dinamismo económico a cambio de mayor soberanía y un sistema fiscal justo. Más rosa casi imposible.
¿Qué posibilidades hay de que se lleven a cabo estos escenarios? Pocas, la verdad. La realidad se quedará en algún punto intermedio. Pero como con Trump todo puede pasar, hay que estar preparado para lo peor y lo mejor. Sin embargo, lo más probable es que siga el rumbo de Berlusconi. No hará ni una quinta parte de lo que le ha prometido al pueblo. Ayudará sobre todo a los de arriba y a los de abajo les dirá que la culpa de todo la tienen los chinos. Los problemas estructurales de EEUU y del mundo no se abordarán. Los avances de Barack Obama en el cambio climático se echarán por la borda y las tensiones geopolíticas persistirán. Este escenario no es tan negro como el primero, pero de rosa no tiene nada.
Miguel Otero Iglesias
Investigador principal de Economía Política Internacional, Real Instituto Elcano | @miotei