(*) Publicado el 19/11/2014 en Elmundo.es.
Una vez más, las provocaciones, la violencia y la venganza se apoderan de Jerusalén. De nuevo, el lenguaje de la amenaza y la represalia sustituye al diálogo y a la esperanza. Ya da igual quién ha provocado a quién, ni qué sangre se ha derramado primero. El relato de los hechos de cada parte es su verdad absoluta, como absoluta es la indignación de quienes las apoyan de forma acrítica y visceral.
Lo que ayer fue el asesinato de fieles israelíes en una sinagoga de Jerusalén -o hace 20 años el asesinato de fieles palestinos en una mezquita de Hebrón- no son más que recordatorios de lo que la mayoría del mundo ya sabe: en ausencia de una solución política y de esperanza en una vida digna y segura, los extremistas imponen sus soluciones violentas y se alimenta, así, el ciclo de las venganzas. La frustración con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y sus políticas avanza en todo el mundo. Su táctica ha sido el bloqueo sistemático de cualquier iniciativa para retomar cualquier negociación de paz o para avanzar hacia la solución de los «dos Estados». Esa actitud bloqueadora e intransigente es vista por sectores cada vez más amplios de las élites israelíes como una amenaza para la seguridad del propio Estado de Israel. También se ve como una causa del deterioro continuado de la imagen de Israel en el resto del mundo, sobre todo entre algunos de sus amigos y aliados.
Hace pocas semanas, más de 100 altos cargos israelíes del ámbito de la seguridad, incluidos ex jefes de los servicios secretos y de la policía, publicaron una carta en la prensa de su país dirigida a Netanyahu. En ella, mostraban su profunda preocupación por la seguridad y el bienestar futuro de su país. Urgían, además, al primer ministro a que hiciera todo lo posible por reanudar las negociaciones con el presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen, con el fin de alcanzar una solución basada en el principio de dos Estados viables y seguros para dos pueblos vecinos.
Los firmantes de esa carta argumentaban que Israel tiene la capacidad de alcanzar acuerdos de paz no sólo con los palestinos, sino también con un número de países clave en su vecindario de Oriente Próximo (cabe recordar la Iniciativa de Paz Árabe de 2002). Algunos de los signatarios también declararon que el Gobierno israelí no puede seguir ignorando a los palestinos en Cisjordania y debe trabajar con el liderazgo palestino de Abu Mazen.
Esa creciente frustración de ex altos cargos de la seguridad israelí hacia Netanyahu y sus socios de Gobierno no es algo aislado. Se ve replicada en círculos intelectuales dentro de Israel, así como entre creadores de opinión pro-israelíes en otros lugares del mundo, principalmente en Norteamérica y Europa. Ese cansancio por la falta de avances explica también los crecientes movimientos en Gobiernos y Parlamentos de países de la UE hacia el reconocimiento del Estado de Palestina.
En Jerusalén hace semanas que la tensión crece: aumenta la construcción de asentamientos judíos, el Gobierno israelí anexiona más territorios palestinos, radicales de un bando matan a radicales del otro, civiles indefensos mueren asesinados a ambos lados y dirigentes extremistas pretenden alterar el statu quo de los lugares sagrados para provocar la ira de sus enemigos y perpetuar el odio.
La comunidad internacional ni puede ni debe cruzarse de brazos. Con cada nueva venganza entre israelíes y palestinos urge más una solución política. Eso pasa por aislar a los intransigentes, apoyar a los moderados y dar esperanza a las dos poblaciones. Reconocer el derecho a un Estado palestino junto al Estado de Israel, y que ambos vivan en paz y seguridad, es un paso acertado en esa dirección.
Haizam Amirah Fernández es investigador principal de Mediterráneo y Mundo Árabe en el Real Instituto Elcano | @HaizamAmirah