(*) Publicado el 5/12/2012 en Expansión.
Aunque todavía seguiremos varios años enfrascados en la crisis del euro y en el rediseño de la gobernanza económica europea ya se empieza a vislumbrar cómo será la zona euro (ZE) que saldrá de la crisis. Si todo discurre según la hoja de ruta del eje Berlín-Frankfurt, la ZE saldrá adelante gracias a la creación de una unión bancaria, una unión fiscal limitada y alguna forma de unión económica y política. Pero será un bloque económico alemanizado, exportador, desconfiado del liberalismo de corte anglosajón y que probablemente se resistirá a ejercer un papel de liderazgo en el mundo. En definitiva, se parecerá poco a lo que la UE ha sido en las últimas décadas, al menos en temas económicos.
Esta transformación se basa en que el liderazgo hegemónico germánico que desde el comienzo de la crisis de la deuda está llevando las riendas de Europa, está obligando a una alemanización de todas las economías periféricas de la ZE (Francia incluida) como requisito previo para poner a su servicio la necesaria solidaridad financiera. De hecho, probablemente, nunca se haya producido un ejercicio coordinado tan intenso de ajustes fiscales y de reformas estructurales en el sur de Europa como el que está teniendo lugar desde hace tres años. Si este proceso se completa con éxito; es decir, si se empieza a ver la luz al final del túnel antes de que la población de la espalda al proyecto europeo y comience a votar a partidos anti-europeístas, la ZE aumentará significativamente su poder e influencia en la economía mundial. Será un bloque sólido, con políticas económicas consideradas “responsables” y con los deberes hechos para poder competir en una economía globalizada (aunque también con uno Estado de Bienestar sensiblemente reducido). Además, el euro se convertirá en una divisa más atractiva para los inversores internacionales tanto porque ya no será percibida como una moneda huérfana como porque contará con un mercado de eurobonos amplio, líquido y profundo, capaz de competir de igual a igual con el mercado de deuda estadounidense. Sin embargo, no está claro si esta nueva ZE será una fuerza estabilizadora o desestabilizadora para la economía mundial.
Por una parte, una ZE más “alemana” podría tener un superávit estructural por cuenta corriente, lo que podría ser deflacionario y problemático, ya que podría aumentar los ya importantes desequilibrios macroeconómicos globales y poner más presión sobre Estados Unidos, que seguirá siendo el principal consumidor de último recurso a menos que China aumente drásticamente su demanda interna. De hecho, el FMI ya prevé un superávit por cuenta corriente de casi el 2% de su PIB para la ZE en 2017, fundamentalmente por la desaparición de los déficit en los países de la periferia.
Por otra parte, esta renovada ZE será mucho más partidaria de regular los mercados financieros (siguiendo la tradición ordoliberal alemana) que la actual UE y, tal vez, podría compartir con China y otras potencias emergentes una mayor preferencia por gestionar y limitar las fluctuaciones de los tipos de cambio, algo con lo que Estados Unidos no estará de acuerdo. Ambas cosas agudizarían las ya notables diferencias entre la ZE y el Reino Unido, pudiendo llevar a una eventual salida británica de la Unión. Por último, no está claro hasta qué punto la ZE estará dispuesta a promover políticamente el papel internacional del euro, ya que Alemania nunca se ha mostrado dispuesta a internacionalizar su moneda para no tener que cargar con las responsabilidades asociadas a emitir la divisa central del sistema (de hecho, en el actual contexto de la crisis del euro Alemania se está resistiendo incluso a ejercer el papel de potencia estabilizadora proveedora de bienes públicos regionales que la literatura académica desde Charles Kindleberger asocia a las potencias hegemónicas en momentos de crisis).
En definitiva, si la ZE logra salir de la crisis es evidente que se verá fortalecida en la escena internacional. Pero también sería una ZE mucho más alemanizada y, por tanto, mercantilista, amiga de la regulación de los mercados financieros y poco partidaria de ejercer el liderazgo en un mundo con tres centros de poder (Estados Unidos, China y la propia ZE). Además, habrá que ver hasta qué punto esta nueva euroalemania será capaz de utilizar su mayor poder e influencia para lograr que la defensa de sus intereses sea compatible con el avance de las reformas que el sistema monetario internacional necesitará a lo largo del siglo XXI, que incluye reducir los desequilibrios macroeconómicos globales y asegurar la liquidez, la confianza y la estabilidad de un sistema monetario menos dependiente del dólar.
Federico Steinberg es investigador Principal del Real Instituto Elcano y profesor de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid | @Steinbergf