(*) Publicado el 4/7/2016 en Expansión.
La Unión Europea y Estados Unidos abrieron negociaciones en 2013 para crear un área de libre comercio e inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés) y esperaban cerrar un acuerdo ambicioso antes de fin de año. Pero las cosas no están saliendo como estaba previsto, sobre todo en el lado europeo.
A las propias dificultades de una negociación ya de por sí muy compleja se ha sumado recientemente un creciente rechazo social al acuerdo, sobre todo en la Unión Europea. En países como Alemania, tradicionales partidarios de una sólida relación transatlántica, más de dos tercios de la población rechazan el TTIP, según las últimas encuestas. Y el Brexit, que está sacudiendo los cimientos de Europa, reducirá la prioridad política del TTIP al tiempo que aparta a los británicos –bastiones del libre comercio y la relación transatlántica– de la mesa de negociaciones. Por su parte, en EEUU, la contestación al TTIP es menor, pero existe una preocupación ante el acuerdo transpacífico (TPP) que EEUU ha cerrado con once países de nivel de desarrollo y salarios menores en la cuenca del Pacífico, lo cual refleja también escepticismo ante la liberalización comercial.
“La resaca de la crisis financiera global está alimentando un fuerte sentimiento proteccionista, nacionalista, anti-globalización y, en Europa, anti-estadounidense”
Así, en un contexto de información difusa por la complejidad técnica de las negociaciones, los grupos más críticos con el tratado han logrado convencer a cada vez más sectores de la ciudadanía europea de que el acuerdo se está negociando sin transparencia ni controles democráticos, que beneficiará solo a las grandes empresas y que pondrá en jaque tanto al Estado de bienestar europeo como a la democracia. Según datos del último Eurobarómetro, un 53% de los ciudadanos europeos apoyaría el TTIP, frente a un 32% que lo rechazaría (varios puntos menos de apoyo que en los anteriores sondeos, y con un apoyo especialmente alto entre los países del este de Europa, que ven en el TTIP una forma de acercarse a Estados Unidos y protegerse de Rusia, pero un rechazo cada vez mayor en el resto de países). En España el apoyo es mayor a la media europea, ya que alcanza el 63%, con un 19% en contra, aunque también es cierto que el tratado ha recibido menos atención mediática.
Las filtraciones que se han conocido recientemente sobre las negociaciones, aunque no reflejan que la Comisión Europea esté cediendo a las demandas de EEUU en los temas que el Consejo Europeo ha planteado como líneas rojas (como el principio de precaución o los derechos de los consumidores), han sido presentadas por los medios de comunicación como prueba de la falta de transparencia del proceso, así como de la predisposición de las autoridades europeas por ceder ante las (lógicas) presiones norteamericanas, lo que ha aumentado el temor en la opinión pública.
Para entender por qué el miedo al TTIP ha prendido tan fácilmente en la opinión pública hay que tener en cuenta que la resaca de la crisis financiera global está alimentando un fuerte sentimiento proteccionista, nacionalista, anti-globalización y, en Europa, anti-estadounidense. La UE en general y el TTIP son objetivos perfectos contra los que expresar todos estos temores (y el resultado del referéndum británico es el ejemplo perfecto del irresponsable uso de la Unión como chivo expiatorio). En todo caso, estos temores y frustraciones son reales y deberían ser tenidos en cuenta por los gobiernos habida cuenta de que la globalización y el cambio tecnológico están generando aumentos de la desigualdad y nuevas bolsas de pobreza, que los países europeos creían haber desterrado hace tiempo.
“De poco sirve a una opinión pública mayoritariamente desencantada […] escuchar que el TTIP es el acuerdo comercial negociado con mayor transparencia de la historia de la UE”
En este contexto, de poco sirve a una opinión pública mayoritariamente desencantada con el actual estado de la economía, del funcionamiento de la UE o de la globalización, escuchar que el TTIP es el acuerdo comercial negociado con mayor transparencia de la historia de la UE (en los anteriores ni el mandato de negociación ni las posiciones negociadoras en los distintos temas eran públicas); que tiene todos los controles democráticos necesarios (las negociaciones corren a cargo de la Comisión Europea, pero cualquier acuerdo deberá ser ratificado por el Consejo Europeo, por el Parlamento Europeo y por los 28 parlamentos nacionales si el TTIP cubre competencias no comunitarias); o que no se traspasarán las líneas rojas que fija el mandato de negociación (es decir, que no se rebajarán los estándares europeos en materia medioambiental, laboral o de protección al consumidor).
Por todo ello, en este momento, los detractores del TTIP estarían ganando la batalla por el relato, lo que sin duda tendrá implicaciones tanto sobre la negociación como sobre la posible ratificación de un eventual acuerdo. Se abren, por tanto, tres escenarios.
Escenario 1: las negociaciones se concluyen antes del final de 2016, tal y como estaba previsto.
El plan original, terminar el acuerdo antes de fin de año para que el presidente Obama pueda presentarlo como su último gran logro de política exterior (los otros serían la normalización de las relaciones con Cuba e Irán y el acuerdo comercial transpacífico, TPP), es cada vez menos realista. Por una parte, las negociaciones se están revelando mucho más difíciles de lo esperado, sobre todo en materia agrícola, en compras públicas y en el mecanismo de resolución de disputas entre inversores y estados. Por otra parte, el creciente rechazo de la opinión pública europea al tratado tendrá a endurecer la posición negociadora europea, lo que reducirá los márgenes para alcanzar un acuerdo. Y el Brexit complica las cosas.
Escenario 2. Las negociaciones continúan y se cierra un acuerdo más adelante, pero con dudas sobre el proceso de ratificación.
Desde un principio la Unión Europea ha estado interesada en un acuerdo amplio y ambicioso, mientras que Estados Unidos ha preferido uno limitado a la reducción arancelaria y el establecimiento de un mecanismo de arbitraje entre inversores y estados. Como la UE no dará su brazo a torcer, lo más probable es que las negociaciones continúen a lo largo de 2017, lo que permitiría además posponer su posible ratificación hasta después de las elecciones en Francia y Alemania. En todo caso, si el crecimiento económico europeo no mejora y continúa el auge de los partidos eurocríticos y eurofóbicos, el TTIP enfrentará enormes problemas de ratificación en los parlamentos nacionales.
Escenario 3. Las negociaciones se abandonan durante los próximos meses por la imposibilidad de llegar a un acuerdo.
La evidente dificultad para avanzar en las negociaciones en las áreas más sensibles, unida al creciente rechazo que están recibiendo el TTIP en la Unión Europea y el TPP en Estados Unidos, podría llevar a un abandono de las negociaciones. Aunque el TTIP pudiera generar ventajas, ambos bloques podrían optar por no querer llevar adelante un pacto que despierta el escepticismo de amplios sectores de la opinión pública y cuya aprobación podría dar alas a las figuras más xenófobos y proteccionistas a ambos lados del Atlántico. De hecho, el presidente francés, François Hollande, en un claro guiño a los votantes franceses desencantados, que cada vez apoyan con más intensidad a Marie Le Pen, ha afirmado que, en su estado actual, Francia se opone al acuerdo. Y si Donald Trump se convirtiera en presidente de Estados Unidos a partir de noviembre, el TTIP (y seguramente el TPP) podrían darse por muertos.
Federico Steinberg
Investigador Principal del Real Instituto Elcano y profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid | @Steinbergf