(*) Publicado el 12/9/2014 en Expansión.
El Banco Santander, bajo la presidencia y el liderazgo de Emilio Botín, ha llevado a cabo un fuerte proceso de internacionalización que le ha permitido construir un negocio diversificado entre los principales mercados maduros y emergentes. Su fuerte presencia en América Latina (sobre todo en Brasil, México, Chile y Argentina) le ayudó a amortiguar los efectos de la crisis financiera global y europea de los últimos años. También tiene una importante implantación en Reino Unido, Alemania, Portugal, Polonia y Estados Unidos. Y, poco a poco, podría comenzar a introducirse en algunos de los países emergentes asiáticos, cuyas clases medias continuarán ampliándose durante los próximos años y demandando servicios financieros.
Desde el Real Instituto Elcano, donde nos dedicamos a analizar las relaciones internacionales desde una perspectiva española, hemos disfrutado del apoyo continuado del Banco Santander. Nuestros análisis sobre la unión bancaria europea en el contexto de la crisis del euro, así como los de la evolución de las principales economías latinoamericanas, dos de los aspectos que más interesan al área de Economía Internacional del Instituto, siempre han contado con el soporte tanto del Banco Santander como de los demás miembros del Patronato.
En nuestra labor de prospección hemos identificado una serie de riesgos y oportunidades económicas y geopolíticas que la nueva presidencia del Banco Santander y el resto de empresas españolas internacionalizadas deben de tener presentes para desenvolverse con éxito en un mundo en cambio.
En términos generales, puede afirmarse que la combinación de creciente globalización económica y fuerte resaca post Gran Recesión en los países avanzados está acelerando una serie de macro tendencias económicas, políticas y sociales que llevaban en marcha hace más de tres décadas y que están revolucionando el panorama internacional. Ya no se observan ni el patrón cooperativo bajo hegemonía estadounidense que dominó las relaciones políticas y económicas internacionales en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial ni la lógica de la disuasión nuclear que marcó la geopolítica durante la Guerra Fría. Hoy, ante el rápido auge de las potencias emergentes (en particular China) y el declive relativo de las potencias occidentales (sobre todo europeas), el mundo es cada vez más multipolar en lo económico, apolar en lo político y desigual y envejecido en lo social. Además, la velocidad a la que avanzan las nuevas tecnologías, que permiten un mayor empoderamiento de los ciudadanos que acelera el proceso de difusión del poder en el sistema internacional desde los estados hacia otros actores, unido a la incertidumbre sobre los conflictos de Ucrania, Oriente Medio y el Mar de China, hace que el nivel de incertidumbre sobre cómo evolucionarán las relaciones internacionales sea creciente.
Pero de la mano de la incertidumbre y el riesgo, la economía mundial ofrece enormes oportunidades de negocio para las empresas que sepan jugar bien sus cartas. Más allá de los altibajos del ciclo económico, las economías emergentes de Asia, América Latina (y cada vez más África) parecen haber dado con fórmulas que han puesto en marcha un proceso de convergencia en renta per cápita con los países avanzados. Ello resulta en un espectacular aumento de las llamadas nuevas clases medias globales, casi mil millones de personas con un poder adquisitivo suficiente para entrar de lleno en la sociedad de consumo de masas. Ahora bien, de la mano de este crecimiento, también han aparecido cada vez más multinacionales de países emergentes, que en ocasiones han mostrado una mayor habilidad para identificar las necesidades de los consumidores del mundo emergente que las grandes empresas occidentales. Asimismo, los gobiernos de estos países se han valido a menudo de estrategias proteccionistas y neomercantilistas para reservar estos jugosos mercados en expansión a sus empresas locales. Por lo tanto, las grandes compañías españolas deben adaptar sus modelos de negocios para cubrir las exigencias de estos nuevos consumidores, así como contar con herramientas de diplomacia comercial e inteligencia económica para poder sortear los obstáculos políticos y regulatorios que les dificultan la entrada en estos mercados. Todo ello sin desatender las nuevas demandas de los mercados más maduros, donde los consumidores son cada vez más exigentes y reclaman innovaciones constantes.
Más allá de estos retos generales, las grandes empresas multinacionales españolas que como el Banco Santander tienen fuerte implantación en Europa, Estados Unidos y América Latina necesitan prestar especial atención a dos fuentes de riesgo adicionales.
La primera es la adaptación del mercado interior europeo a las nuevas exigencias de la unión bancaria. En tan solo un par de meses finalizarán los exámenes que el Banco Central Europeo está haciendo a la banca europea, que identificarán las necesidades de capital de las entidades en problemas (entre las que no se espera que hay grandes bancos españoles), y darán lugar al nacimiento del nuevo supervisor único. Se espera que a partir de ahí, además de aumentar el flujo de crédito, se acelere el proceso de concentración bancaria en la Unión Europea que comenzó con la crisis, y que debería dar lugar a que pocos bancos grandes dominen y tengan presencia en prácticamente todos los países europeos. Tanto el Santander como el BBVA estarán sin duda entre estos grandes, pero deberán adaptarse rápidamente al nuevo escenario. Asimismo, tendrán hacer frente al reto que supone que el Reino Unido haya quedado al margen del proceso de unión bancaria, lo que podría poner en riesgo el buen funcionamiento del mercado interior, que aún no se ha completado del todo en el área de los servicios financieros.
Un segundo elemento de incertidumbre tiene que ver con la desaceleración económica en los grandes países de América Latina, especialmente Brasil. Tras años de un elevado crecimiento alimentado por el boom de las commodities, las fuertes entradas de capital provenientes de las políticas monetarias ultra expansivas en Estados Unidos y la consolidación de mayores niveles de consumo internos, los países de la región necesitan adaptarse a un entorno de menor liquidez global y condiciones internacionales más adversas. Aunque la región tiene a la demografía y los recursos naturales de su parte, sus líderes tendrán que hacer esfuerzos para continuar diversificando sus economías más allá de los productos primarios y realizar inversiones y reformas que permitan materializar el enorme potencial de crecimiento que la región tiene en el largo plazo.
En definitiva, en un contexto de creciente multipolaridad de la economía internacional y de auge de las consideraciones geoeconómicas en la acción exterior de los países, tanto el Banco Santander como las demás grandes empresas españolas tendrán que seguir mostrando ambición, astucia, flexibilidad y capacidad de adaptación en sus estrategias de negocio. Si lo logran, sus historias de éxito contribuirán a que otras empresas opten por la internacionalización, que sigue siendo una de las bazas fundamentales para sacar a la economía española de la crisis.
Federico Steinberg es Investigador Principal de Economía Internacional del Real Instituto Elcano | @Steinbergf