(*) Publicado el 18/8/2013 en Elmundo.es.
Los peores pronósticos se están cumpliendo en Egipto. Un año de gobierno incompetente y sectario de los Hermanos Musulmanes polarizó a la sociedad egipcia. Un mes y medio de vuelta a un régimen dominado por los militares está enfrentando violentamente a unos egipcios contra otros. Estos días los uniformados y los barbudos se baten en las calles del país a base de odio, exclusión, cinismo y muerte. Mientras muchos egipcios de a pie justifican y aplauden las acciones del ejército y la policía, otros se sienten víctimas de una gran injusticia y claman venganza y martirio. Así nacen los enfrentamientos civiles armados.
Las acampadas de los partidarios del depuesto presidente Morsi eran un problema serio de orden público. Éste se podía haber resuelto por la vía de la negociación política, por la que apostó hasta el último momento la mediación de la UE. Sin embargo, el ejército y algunos «liberales» consideraron que podían aplastar a los Hermanos Musulmanes y erradicarlos como fuerza política por la vía de las armas. En su cinismo, los líderes islamistas necesitaban engrosar su lista de mártires; en su arrogancia, los generales egipcios se los están proporcionando. La sinrazón colectiva y la deshumanización del enemigo parecen ser los únicos puntos en común entre los bandos que están llevando a Egipto a la fractura social, a la inestabilidad política y a la ruina económica.
El abandono de la política institucionalizada y su sustitución por las metralletas, las antorchas y los cinturones bomba no es sólo un desastre para Egipto, sino que tendrá ramificaciones nefastas en todo Oriente Medio y a ambas orillas del Mediterráneo. Mediante las ejecuciones extrajudiciales masivas -y ampliamente difundidas en las redes sociales- en nombre de la lucha contra el «terrorismo», se está fomentando una nueva generación de radicales que verán justificado recurrir a métodos terroristas. La profecía se autocumplirá, aunque la vuelta del Estado policial no podrá garantizar que la inestabilidad no se convierta en caos o, incluso, en desgobierno.
La economía de Egipto está en una situación crítica y sólo se mantiene a flote gracias a los petrodólares del Golfo (sobre todo de Arabia Saudí). Hoy la crisis socioeconómica es aun más grave que cuando cayó Mubarak en febrero de 2011. El actual jefe del ejército egipcio, el general Sisi, tratará de presentarse como el «salvador de la patria», pero en un contexto de creciente represión e inestabilidad difícilmente podrá ser el «salvador de la economía». Aunque los militares lograran neutralizar a los islamistas, cosa muy improbable, el malestar social seguirá en las calles. En ausencia de vías democráticas para canalizarlo y buscar soluciones, sólo quedarán las viejas fórmulas de la represión, la manipulación informativa y el nacionalismo «conspiranoico».
Lo que ahora ocurre en Egipto tendrá necesariamente repercusiones fuera de sus fronteras. Será un error grave considerar que el pulso sangriento entre militares e islamistas es un asunto interno, así como confiar en que el nuevo régimen egipcio sabrá gestionar la situación dentro del país. Una nueva ola de radicalización en Egipto podría ser mucho menos predecible que las que tuvieron lugar en los años 80 y 90. Con las nuevas tecnologías de la comunicación el Estado egipcio no tiene el monopolio de la información que tenía entonces, ni las fronteras egipcias -sobre todo con Libia- están controladas como antaño. Y lo que es más importante: el contexto regional es mucho más incierto y complejo ahora, además de que el yihadismo ha adquirido dimensiones de movimiento global, cosa que no ocurría en aquellas décadas.
Con una Administración Obama que no sabe o no puede contribuir a la estabilidad de Oriente Medio, es hora de que los países de la UE se den cuenta de que su seguridad y bienestar están en juego en el sur del Mediterráneo. Los militares erradicadores y los fanáticos religiosos de Egipto están jugando con un fuego que puede incendiar toda la región. Es hora de que la UE actúe hoy con determinación ante las autoridades egipcias para evitar pagar un alto coste mañana.
El tiempo dirá si la mayoría, hoy silenciosa, de egipcios estarán dispuestos a abandonar sus demandas de «dignidad, libertad y justicia social», con las que derrocaron a Mubarak, y aceptarán la vuelta a un régimen autoritario con poderes absolutos para luchar contra el «terrorismo» y, de paso, cualquier forma de oposición política.
Haizam Amirah Fernández es investigador principal de Mediterráneo y Mundo Árabe del Real Instituto Elcano | @HaizamAmirah