(*) Una versión original de este texto en inglés fue publicado el 1/4/2020 en Político.
Cuando veo al norte de Europa pelearse con el sur sobre cómo mitigar el impacto de la epidemia del coronavirus, me siento dividido en dos.
Lo digo literalmente.Una parte de mí es española, porque mis padres son españoles y me siento español. La otra parte es suiza, porque crecí en Basilea y, a veces, pienso como un suizo, lo que me permite entender la mentalidad de los alemanes y de los holandeses.
Esto ha resultado ser muy útil. Me permite comprender las dos posturas de un encendido debate: un sur más débil que pide más solidaridad a sus vecinos más fuertes, y un norte austero, harto de pagar el pato por el dinero que otros derrochan.
Desde que el último Consejo Europeo terminara agriamente –con Italia y España reclamando la creación de coronabonos para mutualizar la deuda, y Alemania y los Países Bajos contestando una vez más que ni hablar– mi monólogo interior ha alcanzado cotas delirantes. ¿Quién tiene razón?
Lo que sigue es una conversación entre estos dos bandos opuestos: Miguel, mi yo español, y Michael, mi yo suizo (pero, por favor, pronúnciese a la alemana, no a la inglesa).
Miguel: Michael, esto es la guerra. El COVID-19 está matando a cientos de nosotros cada día y tenemos que combatirlo juntos. Es el momento de emitir deuda compartida como hacen en Estados Unidos. Éste es nuestro momento “Hamilton”. ¿Cuándo, si no?
Michael: A ver. Es verdad que están muriendo cientos de personas (lo cual es terrible) y tenemos que unirnos, pero vamos a tranquilizarnos un momento y pensar esto bien. En primer lugar, necesitamos saber por qué hay tantos muertos en tu país y qué lecciones podemos sacar de ello. Llevamos años diciéndoos que debéis preparaos mejor para la siguiente crisis, y aquí estáis otra vez pidiendo ayuda.
Miguel: ¿Qué? ¿Estás loco? No es el momento de dar lecciones morales. Esta epidemia es un desastre natural que nadie vio venir. No tenemos tiempo de analizar errores del pasado. Hay mucha gente que se está muriendo. Uno no se sienta a discutir por qué la casa está ardiendo en medio de las llamas. ¡Se llama a los bomberos!
Michael: Y los hemos llamado, Miguel. El Banco Central Europeo ya está tomando medidas y hemos suspendido temporalmente los límites del déficit fiscal del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE. Alemania ha abandonado incluso su ortodoxia del déficit cero. Los bomberos están combatiendo el fuego, la pregunta ahora es cómo vamos a reconstruir.
Miguel: Creo que la reconstrucción debe empezar ya, mandando una señal clara a los mercados y a nuestros ciudadanos de que estamos juntos en esta lucha. Sacar coronabonos juntos cumpliría este propósito.
Michael: No estoy de acuerdo. Me da la impresión de que estás utilizando este momento de crisis para convencerme de hacer algo que te he dicho muchas veces que no pienso hacer, y que consiste en crear una unión de transferencia quecanalice dinero de los países ricosa los más pobres en contra de la voluntad de mis ciudadanos. ¿Por qué no nos concentramos en los asuntos cruciales para ganar esta guerra y salir de ella fortalecidos? Me refiero a mejorar nuestros equipamientos médicos; coordinar nuestras políticas fiscales para aliviar el sufrimiento de trabajadores y empresas; prepararnos para la vida después de la cuarentena.
Miguel: Pero, Michael, ¡para eso se necesita dinero! Y si conseguimosfinanciarnos juntos saldrá más barato. Utilicemos la ventaja de que el euro es la segunda divisa internacional más importante. Pensemos de forma estratégica.
Michael: Vale, de acuerdo. Usemos la capacidad emisora del mecanismo de rescate europeo (MEDE). Podemos conseguir 400.000 millones emitiendo deuda de forma conjunta. Pero si necesitas el dinero tiene que haber condiciones. Tenemos que saber por qué te metiste en problemas y cómo vas a utilizar el dinero para evitar otra situación como ésta.
Miguel: ¿Qué? ¿Condiciones? ¿Qué clase de persona sin corazón eres? Nuestra gente no tiene la culpa de esta crisis. ¿Y encima quieres castigarla? ¿No tienes ni una pizca de sentido de la solidaridad? ¿De empatía? Eres uno de los países que más se benefician del mercado único y de la moneda única. Te apropias de recursos de mi país al practicar una política fiscal basada en la competencia desleal. Qué quieres que te diga, si no quieres ayudarme ahora, esta unión no sirve para nada.
Michael: Por supuesto que creo en la solidaridad. Pero mi idea de solidaridad es diferente a la tuya. No creo en las subvenciones. Creo en la autoayuda, en echarte una mano para que puedas valerte por ti mismo. Ya sabes el dicho: Dale a un hombre un pez, y lo darás de comer un día. Enséñale a pescar, y lo alimentarás toda la vida.
Miguel: ¡Por favor! Déjate de paternalismos. ¿Ahora me vas a contar la fábula de la cigarra y la hormiga? Sabes perfectamente que hay regiones pobres y regiones económicamente fuertes en todas partes. Lo mismo ocurre en tu propio país. Estamos hablando de que el fuerte ayude al débil, lo cual se supone que es un valor europeo. Sabes que el euro no puede sobrevivir a largo plazo sin una unión política y fiscal. Dejémonos de bobadas.
Michael: Mira, quizá algún día haya eurobonos. Pero primero tenemos que avanzar en la integración. No puedes crear el equivalente de bonos del tesoro europeos sin antes tener un Tesoro europeo, y no se puede tener un Tesoro sin un mandato democrático para hacerlo. Si quieres mutualizar riesgos emitiendo deuda conjunta, necesitamos compartir: 1. el control de cómo gastaremos este dinero nuevo, y 2. la capacidad para recaudar los fondos necesarios para pagar nuestras deudas. Si acordamos emitir deuda juntos, debes aceptar tener recaudadores de impuestos europeos en tu país, es decir ceder parte de tu soberanía fiscal.
Miguel: ¡Ahora eres tú el que viene con visiones quiméricas! Intentemos llegar a un acuerdo. Emitamos coronabonos juntos (por una cantidad y tiempo limitados, como tú quieres), pero los llamaremos “bonos de recuperación”. Los usaremos para la fase de reconstrucción después de que termine esta maldita guerra. Y, de acuerdo, puedo aceptar que haya cierto grado de control para asegurar que el dinero se utilice correctamente. Podemos utilizar el marco del fondo de rescate europeo (MEDE) pero no habrá un memorándum de entendimiento. Habrá “planes de recuperación” y serán compartidos. No podemos repetir la vergüenza de la Troika de la última crisis. Los acreedores no pueden imponer su voluntad.
Michael: De acuerdo, pero esto no puede ser solo dinero para la recuperación, para cubrir una brecha temporal. Tiene que utilizarse para fortalecer a los países de cara al futuro en un mundo tremendamente competitivo. Tenemos que abordar también algunos de los problemas estructurales. Podemos utilizar los informes de país anuales del Semestre Europeo de la Unión Europea como punto de referencia, y debe haber un sistema de vigilancia.
Miguel: Está bien. De nuevo tengo que adaptarme yo, pero a cambio tienes que aceptar convertir el MEDE en una institución europea, con mayoría de voto cualificado y la supervisión del Parlamento Europeo. Esto será el embrión de un Tesoro europeo, porque como sabes, el límite de préstamo del MEDE, que es de 400.000 millones de euros no es mucho dinero en realidad.
Michael: ¿Estás de acuerdo en tener un impuesto europeo para financiar esos bonos de recuperación con cierto control de Bruselas para garantizar su reembolso?
Miguel: Si.
Michael: OK, entonces puede que lleguemos a un acuerdo. Pero necesitaré la aprobación de mi Parlamento.
Miguel: ¡No fastidies! (Suspira). Ve a por ello. El futuro de Europa está en juego.
Miguel Otero-Iglesias
Investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor del IE School of Global and Public Affairs | @miotei