Continuidad y cambio en la política británica

(*) Publicado el 9/5/2014 en ElMundo.es.

Al final resultó que las encuestas no afinaron esta vez y el partido conservador ha acabado imponiéndose con relativa nitidez en las elecciones británicas. Como las circunstancias eran extraordinarias (los estertores de una dura crisis, las controversias de la nueva organización territorial tras el referéndum escocés, o los intensos debates sobre la inmigración y las relaciones con Europa) y como los sondeos auguraban el fuerte ascenso de nuevos partidos, se había llegado incluso a hablar de una posible transformación estructural de todo el sistema político. Un escenario que, por cierto, presentaba evidentes paralelismos con el actual panorama español.

Pero el empate técnico en intención de voto entre conservadores y laboristas ha acabado convirtiéndose en un margen de seis puntos a favor del partido de David Cameron. Dado que éste repite prácticamente porcentaje con respecto a 2010, la clave del resultado residiría más bien en cómo han evolucionado el resto de partidos. Por un lado, los laboristas de Ed Miliband apenas han mejorado lo obtenido por Gordon Brown en la anterior elección, de forma que el rechazo al actual gobierno de centroderecha -que antaño hubiera convergido claramente en el principal partido de la oposición- esta vez se ha diluido entre los pequeños partidos en ascenso: claramente el SNP escocés, los verdes e incluso un UKIP con más predicamento de lo que se presupone entre la clase trabajadora. Por otro lado, la debacle de los liberal-demócratas explica que, al menos en apariencia, el Reino Unido no haya transitado tanto como se esperaba hacia un sistema multipartidista necesitado de alianzas complejas para mantener la gobernabilidad.

Es verdad que el funcionamiento de la democracia británica hace al menos 25 años que no se corresponde con las características clásicas del modelo «Westminster», bautizado así en su día por los estudios de política comparada precisamente en alusión al barrio de Londres donde residen las instituciones de gobierno. Es decir, desde finales de los ochenta no se le puede considerar un sistema bipartidista puro pues fue entonces cuando empezó a crecer el apoyo a nuevas fuerzas. Tampoco es ya un país unitario con todo el poder concentrado en Londres pues la devolución territorial iniciada por Tony Blair ha descentralizado importantes competencias. Incluso la pauta tradicional de gobiernos de partido único no se ha cumplido en la última legislatura donde fue necesario articular una coalición.

Pero también es cierto que las pautas clásicas de la política británica han demostrado ahora su resiliencia, gracias en gran medida al efecto del sistema electoral que sigue evitando que terceros partidos (con amplio apoyo difuso pero sin capacidad de quedar primeros en apenas ningún distrito) tengan presencia relevante en el Parlamento. Con todo, sería apresurado concluir que estas elecciones han evitado a la democracia británica tener que enfrentarse a desafíos fundamentales. El impresionante éxito del nacionalismo escocés a pocos meses del referéndum de independencia, el cuestionamiento del cosmopolitismo que supone el auge del UKIP, la gran incertidumbre sobre la pertenencia a la Unión Europea o el malestar de parte de la población que se siente desempoderada por el reciente aumento de la desigualdad política y económica son retos suficientemente importantes. Cameron ha ganado estas elecciones pero cuando la Reina le renueve la petición de formar gobierno todos esos desafíos seguirán ahí.

Ignacio Molina es investigador principal de Europa del Real Instituto Elcano | @_ignaciomolina