(*) Publicado el 11/11/2014 en El Tiempo – Bogotá).
El discurso de laudatio del presidente del Gobierno español Mariano Rajoy durante la concesión de un doctorado honoris causa a Juan Manuel Santos no pudo ser más elogioso. De Santos dijo que “sabe combatir el terrorismo como nadie, y ahora apuesta por la paz como nunca”. Pero los parabienes no se dirigieron únicamente al mandatario colombiano y sus virtudes personales, sino también al buen momento que atraviesa la economía de su país y, como no podía ser de otro modo, al excelente estado que vive la relación bilateral.
Entre otras cuestiones Rajoy señaló que “España y Colombia compartimos mensajes y objetivos: unidad dentro de la diversidad, armonía, buen gobierno, integración”. También fue más allá al extraer algunas derivadas de este punto de partida que pasan por un apoyo frontal de España al proceso de paz colombiano y al escenario previsto del post conflicto. Por eso afirmó de forma rotunda “Los españoles nos hemos solidarizado siempre con los colombianos porque también sufrimos el terrorismo Ahora queremos apoyar los esfuerzos por la paz para acabar con el último conflicto del hemisferio occidental”.
Por si todo esto fuera poco, Colombia forma parte de la Alianza del Pacífico, un ensayo de integración regional en América Latina en el que el gobierno español ha puesto muchas esperanzas. Frente a las críticas constantes provenientes de los países del ALBA o al proteccionismo y el estatismo del Mercosur, la Alianza del Pacífico representa, y así es visto por una parte de la opinión pública europea que atiende a estas cuestiones, como una bocanada de aire fresco que rescata el papel del comercio internacional y la economía en la integración regional, así como el lugar protagónico que deben ocupar en ella los empresarios privados.
Las señales provenientes de otros países del vecindario son muy diferentes. No hace muchos días Mariano Rajoy, en tanto Secretario General del Partido Popular (PP), recibió a Lilian Tintori, la mujer del líder opositor venezolano Leopoldo López. La reacción de Nicolás Maduro fue brutal, comenzando por la llamada a consultas de su embajador en Madrid a raíz de un acto calificado como inamistoso e injerencista. Pero Maduro aumentó el tono de sus críticas y apuntó todas sus baterías dialécticas contra España y su gobierno: «Ahí está el presidente Rajoy, metiéndose en los asuntos internos de nuestro país cuando no tiene moral para hacerlo. Venezuela se respeta. Vaya a hablar del desastre que usted está haciendo y de la tragedia que se vive en España. Con mi patria no te metas, Rajoy».
En algunos países del Mercosur y sin llegar a la tensión que en muchos momentos se vive en la relación con Venezuela hay también situaciones complicadas. Así, vale la pena no olvidar la no muy lejana expropiación a Repsol de la mayor parte de su paquete accionarial de YPF decretada por el gobierno de Cristina Fernández en Argentina. O también la falta de apoyo brasileño a la candidatura española a un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Cuestiones como éstas, que se van acumulando a través los años, explican el buen estado de la relación bilateral hispano colombiana. Una relación que no depende de una coyuntura concreta y ni siquiera de las afinidades políticas o ideológicas entre los mandatarios, es decir de la identidad de quien gobierna en un país o en otro en un momento determinado. Estén los conservadores o los liberales, y los populares o los socialistas, las cuestiones y los problemas comunes se suelen abordar de forma fluida y negociada.
Esto ha hecho posible que en los últimos meses España se convirtiera en el gran defensor ante la Unión Europea (UE) del derecho de los colombianos a entrar en los países vinculados al espacio Schengen sin el visado correspondiente. Como se encarga de recordar permanentemente el embajador de Colombia en Madrid, Fernando Carrillo, su país tiene en España un socio clave para la defensa de sus asuntos en Bruselas.
No se trata de revivir aquí la ya definitivamente enterrada imagen de España como puente entre América Latina o la UE. Las cosas funcionan de otro modo. Pero en una UE a 28, donde a muchos estados miembros América Latina les interesa poco y nada, contar con buenos amigos es algo esencial. En Europa no son más de seis o siete los países realmente interesados por la región y España destaca entre todos ellos. Eso lo sabe muy bien el presidente Santos que en su actual gira europea ha decidido visitar precisamente aquellos países más comprometidos con el suyo, comenzando por su escala madrileña donde tuvo la oportunidad de entrevistarse con James Rodríguez.
Si bien la apuesta española por Colombia no es nueva, allí está el firme apoyo de sus gobiernos y sus embajadores en anteriores procesos de paz, el lento cambio que se ha ido produciendo en la política de España hacia América Latina en los últimos gobiernos lo ha facilitado. Durante mucho tiempo la política latinoamericana de España se había caracterizado por el “café para todos”, frase coloquial que implicaba un tratamiento igualitario para todos los países de la región con independencia de su tamaño, potencial económico, identidad política de su gobierno o de su mayor o menor cercanía a España. De algún modo la política iberoamericana de España y su apoyo a las Cumbres del mismo nombre sintetizaron esta forma de ver las cosas.
Sin embargo, esta línea de actuación se ha ido reemplazando por una bilateralización creciente de las relaciones con los diversos países latinoamericanos. Sin excluir a nadie, sin rechazar a nadie, pese a algunos desplantes, se ha preferido potenciar la relación con aquellos que ven positiva la relación bilateral y, al mismo tiempo, ofrecen oportunidades tanto para los españoles que van en busca de ellas como para las empresas que desean invertir y hacer buenos negocios. Sin duda alguna Colombia es uno de esos casos.
Carlos Malamud es investigador principal de Américal Latina del Real Instituto Elcano | @CarlosMalamud