(*) Publicado el 30/6/2016 en El Mundo (Tribuna).
Ver también versión en inglés: Brexit and the EU’s ‘Syrian price’
Siria sí es un problema europeo, y cada vez lo será más. El voto británico a favor de abandonar la UE tiene causas diversas y complejas, pero no se puede entender sin las turbulencias generadas por el conflicto sirio. Han bastado dos años desde que los europeos descubrieron la “crisis de los refugiados” y desde que Daesh (acrónimo en árabe del autoproclamado Estado Islámico) proclamó su “califato” por la vía del terror para que se tambaleen algunos cimientos del edificio europeo. Y la planta británica de ese edificio está a punto de colapsar, con el riesgo que eso supone para toda la estructura.
El miedo a la inmigración, el rechazo a la presencia de población musulmana, la amenaza del terrorismo yihadista y la crítica a la UE por su incapacidad de controlar sus fronteras son factores que han pesado en el resultado final de la votación por el Brexit. También han sido motores de la campaña rupturista promovida por dirigentes antieuropeístas, xenófobos y populistas. Teniendo en cuenta que la diferencia entre el Out y el In fue de tan sólo 3,8 puntos, parece evidente que esos factores fueron determinantes para inclinar el fiel de la balanza hacia la opción de un Reino Unido fuera de la UE.
Los conflictos de Oriente Medio están cada vez más cerca de Europa. La calamitosa invasión de Irak en 2003 desencadenó dinámicas incendiarias en una región altamente inflamable: radicalización, sectarismo, banalización de la violencia, guerra fría regional entre Teherán y Riad, desplazamiento de poblaciones, etc. Sin embargo, es el conflicto iniciado en Siria en 2011 el que mayor impacto destructivo está teniendo para las poblaciones de Oriente Medio y, previsiblemente, cada vez más para las sociedades europeas.
Siria representa hoy una hecatombe humanitaria. Cinco años de conflicto desencadenado por la brutalidad impune del régimen de al-Assad –y complicado por la implicación directa de países vecinos y potencias internacionales que han alimentado a distintos monstruos– han provocado más de 400.000 muertos, 5 millones de refugiados (la mitad niños) y 8 millones de desplazados internos. Dicho de otra manera, es como si 26 millones de españoles se hubieran visto forzados a abandonar sus casas por una guerra en cuestión de pocos años.
El conflicto sirio ha desencadenado la mayor crisis humanitaria transfronteriza desde la Segunda Guerra Mundial. También ha propiciado el surgimiento y la propagación de Daesh. Lo más descorazonador es que, en ausencia de una solución en el horizonte, los efectos desestabilizadores del conflicto sirio sólo pueden ir en aumento, incluido para el proyecto de construcción europea. Frente a todo lo anterior, la UE ha mostrado una incapacidad total de pacificar esa parte de su vecindario inmediato. Mientras los europeos esperaban –una vez más– a que un presidente de EEUU pusiera orden en el viejo mundo, Obama exhibía una política errática hacia el conflicto sirio que sólo ha contribuido a exacerbarlo.
El miedo, la ansiedad y las fobias de parte de las sociedades occidentales están marcando el tránsito hacia un mundo post factual, donde los hechos no importan tanto. Un mundo donde las reacciones viscerales se retroalimentan con las narrativas de los Farage, Trump y Le Pen. El voto a favor del Brexit –a pesar de todas las advertencias sobre sus implicaciones autodestructivas– así lo demuestra. Frente a las amenazas que emanan de los conflictos de Oriente Medio y de los métodos empleados por algunos de sus regímenes para perpetuarse en el poder, el aislacionismo es una tentación que se extiende por sociedades occidentales como método de autodefensa. La suspensión de la libre circulación de personas entre las fronteras nacionales dentro de la UE es otra de las posibles víctimas.
Seguir practicando el “avestrucismo” frente al conflicto sirio es una opción para los dirigentes europeos que crean que eso les evita riesgos políticos en el corto plazo, pero el coste de esa práctica puede salirnos muy caro a los ciudadanos que queremos una UE sólida, justa y sostenible. ¿O es que acaso se creían los líderes europeos que las enormes catástrofes humanas de Siria e Irak se iban a resolver solas, o que tanto sufrimiento acumulado no iban a afectar nunca a Europa?
La verdadera bomba de relojería a que se enfrenta la UE no es la actual ola de refugiados sirios e iraquíes, ni siquiera el terrorismo de criminales que han secuestrado el islam. La verdadera bomba de relojería es que siga la destrucción de Siria por al-Assad y los yihadistas, pues Siria es un epicentro de las ondas que están haciendo tambalearse a la UE. Lo realmente alarmante es que los sismólogos europeos no parecen haberlo detectado, paso imprescindible para poner soluciones y evitar mayores destrozos.
Haizam Amirah Fernández
Investigador principal de Mediterráneo y Oriente Medio del Real Instituto Elcano y profesor de Relaciones Internacionales en el Instituto de Empresa | @HaizamAmirah