(*) Publicado el 2/3/2016 en Expansión.
A menos de tres meses de llegar al poder y tras intensas negociaciones, el gobierno de Mauricio Macri llegó a un acuerdo con los holdouts, popularmente conocidos como “fondos buitres”, para cerrar la prolongada saga de la deuda externa argentina. Esta rapidez contrasta con la más que sospechosa demora de la administración anterior, que parecía regodearse en su enfrentamiento con los “buitres”.
“Si se hubiera cerrado a tiempo un acuerdo [con los fondos buitres], el ahorro para las arcas del tesoro argentino hubiera sido cuantioso”
Cristina Fernández y sus seguidores habían priorizado el ideologismo de una causa presentada como una victoriosa cruzada antiimperialista sobre la racionalidad económica y las reglas del mercado. Sólo esto permite explicar la inacción de años, el desaprovechamiento de las oportunidades del mercado, o incluso el rechazo de un acuerdo razonable a punto de cerrarse. El enfrentamiento con los holdouts y el Fondo Monetario Internacional, incluido en el mismo paquete, se vendía a las masas populares con una narrativa épica de resistencia numantina en defensa de los sacrosantos valores patrios.
Si se hubiera cerrado a tiempo un acuerdo, el ahorro para las arcas del tesoro argentino hubiera sido cuantioso. En su lugar se prefirió incumplir los compromisos adquiridos por el kirchnerismo y postergar la resolución del enredo para la nueva administración. La política de Néstor Kirchner cuando llegó al poder y su entonces ministro de Economía Roberto Lavagna, partidarios de los superávits gemelos (fiscal y comercial), contrasta con la mantenida por Cristina Fernández, que en poco tiempo dilapidó buena parte de la herencia recibida.
La falta de un acuerdo con los holdouts y el no reconocimiento de la justicia neoyorquina condenaron a Argentina a una suerte de default técnico que mantenía su alejamiento de los circuitos financieros internacionales. La mayor dificultad por acceder a créditos baratos llevó al país a entregar su alma a la Venezuela de Chávez y a China, que más allá de sus sentidas palabras de solidaridad no se privaban de cobrar intereses más altos que los exigidos por los organismos económicos multilaterales.
El nuevo gobierno sabía que para estabilizar la economía debía acometer una serie de tareas urgentes. La primera dependía totalmente de su iniciativa y pasaba por eliminar la brecha cambiaria y las restricciones a la compra de divisas y al comercio exterior. Pese a los vaticinios más catastrofistas de los epígonos del kirchnerismo las medidas adoptadas fueron bastante exitosas. Menos brillante está siendo, por su alta complejidad técnica, la elaboración de estadísticas fiables en un INDEC (Instituto nacional de estadísticas y censo) duramente golpeado en los años pasados.
“Con nuevos créditos y el relanzamiento de la inversión pública es posible que los inversores privados retornen masivamente al país”
Muchos economistas vinculados a Daniel Scioli, el candidato presidencial del kirchnerismo, han valorado lo acertado de las medidas adoptadas y el momento para hacerlo. Lo mismo ocurre con la negociación con los holdouts. Ésta era un requisito ineludible para que volviera a fluir el crédito. Pero para poder cerrar de forma eficaz la negociación también fue necesario que Argentina recuperara la relación con sus aliados tradicionales, Estados Unidos y la Unión Europea. La anunciada visita de Barack Obama a Buenos Aires fue el lubricante que permitió finalmente destrabar unas complicadas negociaciones.
Todavía quedan pasos importantes que dar. El negociador nombrado por la justicia de Nueva York fijó el 14 de abril como el último límite para cancelar el pago. Si se quiere llegar puntualmente a esa fecha el Parlamento debe derogar dos leyes del kirchnerismo (la “ley cerrojo” y la de “pago soberano”), que impiden ofrecer a los fondos buitres mejores condiciones que las aceptadas por los bonistas que participaron de los canjes de 2005 y 2010. Si bien el gobierno se encuentra en minoría en ambas cámaras hay grandes expectativas de un voto favorable dado el interés de los gobernadores de volver a endeudarse para reimpulsar sus golpeadas economías regionales.
Si finalmente las expectativas se cumplen, Argentina podrá enfrentar su futuro económico con mayor confianza. Es verdad que el entorno internacional y regional es adverso, Brasil es su principal socio, y que hay grandes retos por delante, como la lucha contra la inflación. Pero, con nuevos créditos y el relanzamiento de la inversión pública en infraestructuras es posible que los inversores privados retornen masivamente al país. Si eso ocurre la racionalidad económica se habrá impuesto definitivamente al fundamentalismo y al ideologismo.
Carlos Malamud
Investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano | @CarlosMalamud