Tema: Se describe, analiza y valora la teoría de la Cuarta Generación de la Guerra en el marco de la Guerra Global contra el Terrorismo.
Resumen: Desde comienzos de la década de los noventa historiadores y analistas militares americanos han creído ver el alumbramiento de una cuarta etapa en el desarrollo de la guerra moderna, contando a partir de la aparición de las armas de fuego. Se expone el desarrollo de estas ideas y las críticas a las que ha dado lugar y su contraste, básicamente positivo, con los conflictos de los últimos años y en curso. Se evalúan sus aportaciones y sus limitaciones y su influencia en la redacción de algunos importantes documentos estratégicos oficiales.
Análisis: En el ámbito de los analistas de defensa, la denominada Guerra Global contra el Terrorismo, más recientemente la “guerra larga”, ha incrementado la polémica sobre la validez del concepto de Cuarta Generación de la Guerra, que en adelante se expresará por sus siglas en inglés 4GW (Fourth Generation Warfare). Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EEUU y las guerras de Afganistán e Irak sirven de marco al debate.
En 1989 comenzó la formulación de la teoría de la 4GW cuando William Lind y sus compañeros coautores titularon un artículo “El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación”,[1] sin imaginar el éxito que iba a cosechar esa denominación. El año en que Lind escribió el artículo, la Unión Soviética ya había sido derrotada en Afganistán e iniciaba su colapso. La Guerra Fría acababa de pasar a la historia.
El primer aspecto que necesita clarificación es qué se entiende por 4GW. El concepto no fue totalmente definido en el artículo inicial y evolucionó a lo largo de la década de los noventa. Desde el principio se aplicó a la última fase en la evolución de la guerra en el mundo moderno, por tanto la fase en la que nos encontramos actualmente. La inicial arranca de la aparición de las armas de fuego y alcanzaría su máxima expresión en las guerras napoleónicas. Las formaciones lineales y el “orden” en el campo de batalla constituyen sus principales rasgos y el enfrentamiento entre masas de hombres, su esencia.
Se entraría en la segunda generación con el advenimiento de la Revolución Industrial y la disponibilidad en el campo de batalla de medios capaces de desplazar grandes masas de personas y de desatar poderosos fuegos de artillería. La búsqueda de la atrición, mediante el enfrentamiento de potencia contra potencia y el empleo ingente de recursos, constituye el rasgo esencial de esta generación. La Primera Guerra Mundial es su ejemplo paradigmático.
La tercera generación se caracterizaría por ser una “guerra de maniobra”, en la que se trata de neutralizar la potencia del enemigo mediante la búsqueda de debilidades en su dispositivo para aplicar sobre ellas la potencia propia, consiguiendo, de esta manera, anular su capacidad operativa sin necesidad de destruirlo físicamente. Los autores identifican el inicio de esta época con el empleo de tácticas de infiltración por los alemanes en el frente occidental en 1918, y alcanza su máxima expresión en los inicios de la Segunda Guerra Mundial con el desarrollo de las operaciones alemanas de blitzkrieg (guerra relámpago). En los 22 años que van desde el final de la Primera Guerra Mundial a la invasión de Polonia y Francia, los avances tecnológicos permitieron el perfeccionamiento del carro de combate y la aviación, lo que propició el desarrollo de rápidas maniobras en el nivel operacional, imponiendo al adversario un ritmo al que no podía hacer frente. Entre los cambios que introdujo en el campo de batalla esta tercera etapa en la historia de la guerra moderna, los autores destacan la descentralización de las acciones tácticas, mediante el empleo de las “órdenes tipo misión”, que más que fijar el modus operandi, prescribían los efectos a conseguir, lo cual trajo como consecuencia la destrucción del “orden” que hasta entonces había imperado en el campo de batalla.
Siguiendo esta misma pauta, los autores identificaron la cuarta fase con la guerra del futuro, en la que la ampliación del campo de batalla, que progresivamente se venía produciendo en anteriores generaciones, se trasladaba a la totalidad de la sociedad enemiga, y en la que las acciones tácticas serían llevadas a cabo por elementos de muy pequeña entidad. La actuación ágil de estos elementos dependerá de la capacidad de subsistencia por sus propios medios en el espacio donde van a operar. Los objetivos de las acciones incluirán el ámbito cultural enemigo y la predisposición de la población a apoyar la guerra.
Estas características configuran una situación en la que la frontera clásica entre guerra y paz se difumina, hasta el punto de ser difícil de determinar. Los contornos del campo de batalla resultan imprecisos, sin “frentes identificables”, y la distinción entre “civiles” y “militares” se vuelve muy tenue. Los grandes elementos físicos de lo que, hasta ahora, se habían venido considerando como exponentes materiales de la potencia nacional, tales como bases militares, aeropuertos, grandes centros de comunicaciones, industrias, plantas productoras de energía o edificios gubernamentales, perderán gran parte de su importancia debido a su vulnerabilidad.
En el artículo de Lind también se identifican las potencialidades tecnológicas y las ideas que caracterizarán la cuarta generación. Con referencia a los avances tecnológicos, se ponen de manifiesto las posibilidades que se abren por el desarrollo de la información y el uso de nuevas formas de energía y los procedimientos para emplearla. Ello permitirá a un pequeño número de combatientes atacar, y causar gran daño, a elementos importantes, predominantemente de naturaleza civil, en la “retaguardia” enemiga. Este hecho rompe el esquema tradicional de los niveles del conflicto, al disminuir la importancia del nivel operacional, mediante la gran relevancia estratégica que cobran las acciones tácticas, a la vez que establece el conflicto asimétrico como paradigma. Este escenario viene a corresponderse con el ámbito de lo que se suele denominar insurgencia o conflicto de baja intensidad, una de cuyas modalidades es el terrorismo.
Las posibilidades que brinda el desarrollo tecnológico permitirán que los mensajes emitidos por lo medios de comunicación constituyan un factor esencial para influir en la opinión pública, tanto en el ámbito doméstico como en el internacional, por lo que la propaganda llegará a constituir el arma estratégica y operacional dominante.
Los autores no identificaron el terrorismo como la principal característica de la cuarta generación, pero indicaron que incorporará a ella dos rasgos propios. El primero es la búsqueda del colapso del enemigo en su retaguardia civil, no en el frente; de esta forma se consigue hacer irrelevante la potencia militar del adversario. El segundo es el aprovechamiento de las potencialidades del oponente en beneficio propio, lo que los autores denominan la “llave de judo”. Utilizarán las libertades de las sociedades democráticas contra ellas, emplearán sus propias leyes para protegerse e intentarán forzar a los gobiernos de estas sociedades a utilizar medios que los deslegitimen ante sus ciudadanos.
Lind, y los coautores del artículo, se aventuraron a señalar que, a diferencia de las tres primeras generaciones, que fueron determinadas por la influencia de la cultura occidental, los impulsores de la cuarta podrán pertenecer a otras culturas.
Hasta aquí la especulación sobre cómo puede ser la guerra del próximo futuro, la que representaría una cuarta generación desde que se impusieron las armas de fugo, tal y como se expuso originalmente en 1989. Dos años más tarde, en 1991, el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén Martin Van Creveld publicó su loada obra La transformación de la guerra,[2] que iba a aportar sustento intelectual a la teoría de la 4GW.
La tesis de Van Creveld trata de demostrar que la guerra ha evolucionado hasta un punto en que la teoría de Clausewitz resulta inaplicable. El autor prusiano definió la naturaleza de la guerra en función de tres rasgos: la hostilidad básica que generaría el conflicto, la aplicación de la violencia en un ambiente dominado por la incertidumbre y el azar, y el propósito que se pretende conseguir mediante el empleo de la violencia. Esas características se encarnarían en tres elementos: la hostilidad en el pueblo, la incertidumbre y el azar en el ejército y el propósito en el gobierno. Esos tres elementos conforman la famosa “trinidad” de Clausewitz.
Van Creveld relaciona esta “trinidad” con la vigencia del sistema impuesto por la paz de Westfalia, donde se reconoció al Estado el monopolio de la violencia. El autor opina que las circunstancias históricas que propiciaron ese sistema han cambiado y que el recurso a la guerra entre Estados no será un instrumento válido para resolver diferencias políticas. El advenimiento del arma nuclear hace inútil el recurso a la guerra, desde el punto de vista práctico, lo que no quiere decir que deje de emplearse la violencia para alcanzar fines políticos. El conflicto de baja intensidad, o lo que es lo mismo, el empleo de la violencia fuera del marco estatal, será la alternativa. En su visión del conflicto del futuro afirma que, al haber perdido el Estado el monopolio de la violencia, otros actores tales como entidades étnicas, bandas criminales, guerrillas, etc., serán los protagonistas de la guerra. Conforma un escenario de soldados versus guerreros. Acuña el término “no trinitario” para referirse a esa nueva situación. Van Creveld es muy gráfico en la descripción del proceso de pérdida del monopolio de la violencia por parte del Estado en favor de otras entidades; prevé que será “gradual, desigual y espasmódico”.
Una consecuencia del carácter “no trinitario” del nuevo tipo de conflicto es la falta de regulación convencional. La serie de convenciones que antaño legitimaban la guerra dejan de tener efecto. Los actores no estatales que carecen de personalidad jurídica no estarán insertos en el sistema jurídico internacional. Van Creveld sostiene que para combatir en conflictos de baja intensidad, el Estado se verá obligado a circunvenir las convenciones establecidas y emplear procedimientos parecidos a los de los terroristas. Esta falta de regulación del conflicto es la que borrará la distinción entre soldados y civiles, la que permitirá atacar sin restricciones monumentos culturales o emplear armas prohibidas.
El conflicto de baja intensidad no niega la estrategia. Ante cualquier situación de incertidumbre hay que aplicar estrategias, pero en el caso concreto de la guerra no convencional no son válidos muchos de los elementos de la acción militar clásica: grandes unidades, frentes, líneas de comunicación, retaguardia etc. El autor prevé que en el futuro las batallas serán sustituidas por pequeños enfrentamientos armados y masacres. Los itinerarios clandestinos o los medios comerciales de viajes se convertirán en líneas de comunicación. Las bases serán reemplazadas por escondites y depósitos, y el control de la población se efectuará mediante una mezcla de propaganda y terror.
Van Creveld apuntaba que ante este tipo de conflicto las fuerzas armadas regulares se verán forzadas a disminuir su tamaño y muchas de sus funciones se privatizarán. Las fuerzas regulares se irán trasformando, a medida que vayan asimilando más cometidos de policía, en algo diferente a lo que han sido tradicionalmente. También prevé la desaparición de los principales sistemas de combate hoy en uso por su falta de aplicación a conflictos de baja intensidad.
En 1994 el concepto de 4GW recibió otra aportación importante cuando Thomas X. Hammes escribió su artículo “La evolución de la guerra: la cuarta generación”.[3] Puede decirse que Hammes admite la división en generaciones, pero sostiene que el cambio en la guerra se debe a factores políticos, económicos y sociales. Mantiene que la cuarta generación es la consecuencia de la transformación histórica que se está produciendo por los revolucionarios cambios en el campo de la información.
Expone las diferencias políticas, económicas y sociales que determinan el cambio. En el ámbito político coincide con van Creveld, poniendo de manifiesto que mientras en la tercera generación los actores que dominaban la escena internacional eran los Estados, en la actualidad existen, junto a un notable aumento en el número de aquellos, una gran variedad de otros protagonistas del conflicto como son las organizaciones internacionales, las no gubernamentales y una pléyade de entidades transnacionales como empresas, organizaciones mediáticas, grupos religiosos, organizaciones terroristas o criminales, así como entidades subnacionales.
Dentro de este contexto, hay que resaltar que no todos estos actores interaccionan con las mismas reglas de juego. El Derecho Internacional es un marco en el que se desenvuelven los Estados y las organizaciones internacionales, mientras los otros disponen de una mayor laxitud.
Hammes relaciona estos cambios con la interrelación producida por el fenómeno globalizador, que ha difundido el progreso a la vez que ha ahondado las desigualdades, Los gobiernos han visto limitada su capacidad de influencia en muchos acontecimientos, al igual que en el empleo de otros instrumentos tradicionales de poder, como la fuerza militar.
Desde un punto de vista social, Hammes cree que las posibilidades de interconexión, a escala global, de las personas e instituciones, definen un nuevo marco de relaciones que debilita los tradicionales vínculos de los ciudadanos con las comunidades políticas a que pertenecen, a la vez que se fortalecen los que mantienen con otras entidades transnacionales o subnacionales.
En este contexto, Hammes se pregunta qué forma tomará la cuarta generación de la guerra. Fiel a su teoría de que esta cuarta fase se corresponde con la Era de la Información, se contesta que la guerra tomará forma de netwar, adoptando el modelo preconizado por John Arquilla y David Ponfeldt,[4] para los que el futuro conflicto se desarrollará en un ámbito de amplio e intenso empleo de densas redes de comunicaciones, llegando al nivel personal y transformando la guerra en una netwar.
Estas diferentes aportaciones constituyen el núcleo de lo que pretende ser una teoría sobre el tipo de guerra en el que estamos entrando. Naturalmente, estas ideas han tenido también sus críticos y se han desarrollado, como es propio de la creación intelectual, en un clima de debate entre partidarios y detractores. Como no podía ser menos, la atmósfera estratégica en la que estamos inmersos, dominada por la prioridad americana atribuida a la Guerra Global contra el Terrorismo, no ha dejado de afectar al debate. Cada bando ha visto en ella una confirmación de sus posiciones.
Las críticas suelen ser de dos clases. Las primeras van dirigidas a la interpretación histórica de la teoría. La periodificación en cuatro etapas se considera que no tiene suficiente fundamento y que habría dado otros resultados si se hubieran tomado como referencia otros criterios igualmente válidos. La segunda serie de críticas versan sobre si verdaderamente la pregonada cuarte fase supone o no un cambio en la naturaleza de la guerra.
A efectos prácticos, el número de generaciones que se pueden tomar como referencia es irrelevante y la denominación 4GW puede admitirse como una mera denominación para referirse a una realidad. Más sustantivo se presenta el debate sobre la naturaleza “no trinitaria” del conflicto. Las opiniones más solventes niegan que haya diferencias significativas entre lo descrito por Clausewitz como “trinidad” y la situación actual. El tratadista prusiano basó su teoría en los sujetos sociales y políticos preponderantes en su época, pero los elementos de la “trinidad” pueden ser identificados en cualquier período histórico y en realidades no estatales. Por “gobierno” puede entenderse cualquier entidad directora o, como anotaba el prusiano, una “inteligencia personificada”. En la actualidad podía aplicarse a Bin Laden y su estrecho círculo de colaboradores. Por “ejército” hay que entender cualquier entidad armada, sea cual fuese la forma que adopte, como pueden ser los miembros activos de al-Qaeda. Quedaría representado el “pueblo” por la población de cualquier sociedad o cultura, en cualquier época histórica, pudiendo aplicarse, en el ejemplo en uso, a las masas islámicas radicales.
De la obra de Clausewitz puede deducirse que cuando se refiere a la “trinidad” lo hace a elementos o fuerzas de carácter universal que están presentes en cualquier momento histórico, y no a su concreción en una determinada circunstancia temporal o espacial.
Lo que no se le puede negar a los autores de la 4GW es su acierto en predecir rasgos que iban a configurar la realidad de comienzos del siglo XXI, en un mundo globalizado. Tanto en los ataques terroristas del 11-S como en otros en diversas partes del mundo y en el desarrollo de las guerras de Afganistán e Irak, pueden identificarse los rasgos propios de la 4GW, pero la teoría no los abarca plenamente. Aunque la existencia de Estados fallidos es uno de los rasgos en la situación actual, no por ello es menos cierto el papel preponderante que sigue manteniendo el Estado en el desarrollo de los conflictos, circunstancia que desmiente la parte central de la teoría de Van Creveld.
Otro aspecto de la 4GW, que ha llegado a ser popular, es que se percibe en oposición a lo postulado por los proponentes de la Revolución en los Asuntos Militares (RMA), muy volcados hacia la incidencia determinante de los avances tecnológicos en el desarrollo del conflicto futuro. El que la teoría de la 4GW tenga razón en insistir en lo que constituye los fundamentos inalterables del conflicto, lo que ha quedado patente en Afganistán e Irak, donde prima la dimensión psicológica de la guerra, o lo que es lo mismo, la importancia decisiva que tiene entender las motivaciones e idiosincrasia del adversario, no es suficiente para justificar su renuencia a poner en primer plano a la tecnología, aspecto que, sin duda, tendrá un peso considerable en el conflicto del futuro. El hecho es que, entre expertos, la 4GW ha eclipsado a la RMA.
Se le reprocha a los que apoyan la 4GW que carecen de un enfoque riguroso, que su análisis ha llegado a circunscribirse a lo actual, y de tratar de orientar la planificación militar hacia los problemas presentes a expensas de otro tipo de amenazas futuras. De sus afirmaciones podría inferirse que en el futuro cualquier problema de seguridad podría resolverse mediante una mezcla de fuerzas especiales y unidades ligeras. Lo que no se prevé es una alteración del estatus estratégico por la aparición, en el ámbito convencional, de un competidor a los EEUU, lo que podría retrotraernos a un ambiente de guerra fría.
Conclusiones: Críticas o elogios aparte, puede afirmarse que los escritos sobre la 4GW han estado presentes durante más de una década en el desarrollo de la literatura militar americana. Un ejemplo importante de la influencia que han ejercido lo podemos ver en la inclusión de parte de sus conceptos en formulaciones estratégicas oficiales del máximo rango. Así, por ejemplo, el documento Strategic Vision de la OTAN, cuando describe el futuro ambiente estratégico y militar, indica que éste estará determinado por la globalización, la creciente sofisticación de la guerra asimétrica, los efectos de los cambios en demografía y el medio ambiente, los Estados fallidos, las ideologías radicales y los conflictos por resolver.
No puede decirse, sin embargo, que la 4GW ofrezca una caracterización completamente novedosa de la naturaleza de la guerra, ni represente la alternativa a Clausewitz. Antes bien, debe considerarse un intento de rescatar la naturaleza del conflicto armado como fenómeno social y encajarlo en las realidades culturales, económicas y tecnológicas de nuestro tiempo.
Quizá el mayor mérito de la idea de la 4GW es que en una época de confusión conceptual aporta un medio para pensar “out of the box” y que, hace ya más de una década, predijo, con bastante exactitud, situaciones que se están produciendo hoy en día.
José Enrique Fojón, Coronel de Infantería de Marina
[1] Lind, Nightingale, Schmitt, Sutton y Wilson, “The Changing Face of War: Into the Fourth Generation”, Marine Corps Gazette, octubre de 1989.[2] Martin van Creveld, The Transformation of War, The Free Press, Nueva York, 1991.[3]Thomas X. Hammes, “The Evolution of War: The Fourth Generation”, Marine Corps Gazette, septiembre de 1994.[4] Arqila y Ponfeldt, “Future War”, Comparative Strategy, vol. 12, noviembre de 1993.